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Extranjería y "stock options"

La semana que termina ha tenido dos noticias "estrella". De una parte, la cuestión de la ley de Extranjería. De otra, el pelotazo "telefónico-terrestre". Esto es "El retablo de las maravillas".La Ley de Extranjería lleva 18 meses en el Congreso. Los distintos grupos parlamentarios, incluido el PP, habían llegado a un acuerdo respecto del articulado de la ley. Dada su trascendencia, la mesa del Congreso de los Diputados, el pasado día 10, decidió, por unanimidad, que la ley que ya estaba prácticamente consensuada se tramitase con carácter de urgencia. Era deseo de todos los grupos de la cámara -incluido el PP- que la ley de Extranjería estuvise dictaminada y pasase al BOE antes de fin de año. Es decir, antes de que acabase la presente legislatura.

Así las cosas, esta semana salta a la palestra que entre distintos miembros del Gobierno existen diferencias. Mientras el ministro Mayor Oreja se muestra contrario a la aprobación de la ley en los términos en que estaba consensuada, el vicepresidente primero, señor Álvarez Cascos, declara su conformidad con la ley y la necesidad de que la misma se apruebe por el trámite de urgencia. En estas estábamos cuando el presidente Aznar, desde el extranjero, declara que lo importante no es que se apruebe la la ley en la presenta legislatura sino qué es "lo que dice la ley". No sé a quién dirigirá el primer ministro Aznar su advertencia y consejo. Me imagino que será a sus diputados, a los diputados del PP, que saben de sobra lo que la ley dice porque desde el principio han estado debatiéndola y llegando, finalmente, a un acuerdo por consenso con los demás grupos. ¿Por qué, a última hora, cuando la ley ya está en trámite de urgencia y consensuada, se desayuna el señor Aznar, respaldando al ministro Mayor Oreja, con que no importa la urgencia del trámite sino lo que "la ley dice". El ministro Mayor Oreja sabía lo que la "ley dice". Y el señor Aznar, también. Y desde el principio. ¿Entonces? ¿A qué vienen esos aspavientos de última hora?

La otra cuestión "estrella" que ha conmocionado no sólo la Bolsa de Valores sino a toda la opinión pública, ha sido el "bombazo" con que la empresa Terra ha irrumpido en la cotización bursátil. El presidente de Telefónica, señor Villalonga, y unos cuantos ejecutivos, han obtenido decenas de miles de millones de ganancias en menos de 24 horas, gracias a las stock options que entre este grupito de amigos se habían montado. Muy bien. Sucede, sin embargo, que la Telefónica, impulsora de Terra, no es una empresa "normal" sino una empresa que, aunque privatizada, no responde a esa condición. El diputado de CiU, Ignasi Guardans i Cambó, decía en un reciente artículo lo siguiente: "En condiciones normales, Telefónica sería motivo de un cierto orgullo colectivo como lo son otras grandes empresas multinacionales entre los ciudadanos y las autoridades de sus estados de origen. Pero no. El presidente de Telefónica fue nombrado, a efectos prácticos, como se nombra a un ministro y se eligió para el puesto a un amigo íntimo del líder del partido del Gobierno. Podía haberse quedado ahí el asunto. Pero la realidad de todos conocida es que Villalonga ha optado por remunerar el favor (nunca sabremos si fue condición para el cargo) construyendo desde la empresa que dirige un enorme complejo mediático con la finalidad casi confesa de ponerlo a disposición de las ideas políticas de su amigo y benefactor. Un instrumento de propaganda de incalculable valor, pretendida réplica del otro gran grupo español de comunicación, y cuya puesta a punto coincide con la celebración de las próximas elecciones generales. Perder de vista este pequeño detalle supone desenfocar tanto el porqué del interés político de la denuncia como la razón de las dificultades del Gobierno para resolverla con contundencia".

La pregunta que queda en el aire es ésa: ¿podrá resolver el Gobierno (es decir, el señor Aznar) con la debida contundencia, esta denuncia y los desmanes que el presidente de Telefónica está llevando a cabo? Se dice, por Madrid, que el presidente Aznar está tomando las medidas necesarias y los apoyos necesarios para que, desde dentro de la misma compañía, desde dentro de Telefónica, de sus órganos de gobierno, el señor Villalonga sea cesado antes de fin de año. Esperemos.

(Por cierto, y para finalizar. Me resulta curioso, como valenciano, esta denuncia del diputado Guardans i Cambó, nieto del político catalán Francesc Cambó, sobre el presidente de la Telefónica, Juan Villalonga, sobrino nieto del financiero y político valenciano Ignasi Villalonga, amigo de Francesc Cambó. Ignasi Villalonga fundó, en Valencia el partido Unió Valencianista que tuvo relación política con la Lliga de Cambó. Hasta tal punto que un valenciano ilustre, Joaquim Reig, brazo derecho de Ignasi Villalonga, fue diputado en el Congreso de Madrid formando parte de las listas de la Lliga por Barcelona. Quede lo dicho tan sólo como una referencia histórica).

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