La violencia callejera de los incontrolados amenaza aún la paz
No todo es idílico. Detrás del optimismo que ayer estalló en muchos hogares -tras la aceptación de los términos concretos para la paz en Irlanda del Norte-, detrás de las esperanzas de un arreglo, yacían anoche dudas bien fundadas: las intenciones de los jefes de los partidos políticos son una cosa; las realidades en las calles de las ciudades, los pueblos y el campo del Ulster son otras. Numerosos grupos de incontrolados amenazan aún el proceso de paz.
Hace tan sólo dos días, un informe sobre educación infantil revelaba que, a los dos años de edad, los niños de Irlanda del Norte son conscientes del abismo que separa a protestantes y católicos a su alrededor y del odio sectario que ruge en cada esquina de sus barrios.Mientras Gerry Adams, el líder republicano del Sinn Fein, y David Trimble, la máxima figura del protestantismo probritánico, anunciaban casi un milagro para poner fin al último capítulo de una guerra antigua, sangrienta y complicada, una banda de enmascarados emboscaron a un joven de 17 años y le destrozaron las rodillas a balazos en el área de Shore Road, en Belfast.
Shore Road es una zona controlada por milicianos protestantes. Atacantes y atacado son, según la policía, miembros de "una organización lealista". Era otro castigo callejero, similar a las palizas y la destrucción de rodillas a balazos que los extremistas republicanos aplican a sus propios seguidores. Es parte del viejo y vengativo caos de Belfast.
Lo que preocupa al máximo a los políticos del partido de Trimble y a los del Sinn Fein, unidos en una promesa pacifista que puede o no funcionar, era el silencio de las bandas disidentes, los incontrolables y los desesperados. Los resentidos y los pistoleros que quedarían en el paro en caso de una situación de paz.
En el caso de los republicanos, los más peligrosos enemigos de la nueva situación son los aproximadamente 600 ultras de dos organizaciones que ni el implacable rigor del IRA ha conseguido domar: el IRA Auténtico, autor de la masacre de Omagh en agosto del año pasado; y el IRA Continuidad, otro elemento en la lucha armada que desconfía de los propósitos de los jefes tradicionales. Ambos han expresado su repudio al Acuerdo de Viernes Santo, y creen que a balazos y asesinatos van a cambiar la ecuación política en Irlanda del Norte.
Igualmente violentos, en el campo protestante, están los disidentes de una variedad de milicianos enmascarados que adoptan nombres de sus mártires. Ahí están las llamadas Fuerzas Voluntarias del Ulster, las Fuerzas de Orange y las Fuerzas de Shankill Road.
Lo que une a ambas fuerzas clandestinas es la afición a apretar el gatillo, a lanzar cócteles mólotov, a emplear una ignorada política de limpieza étnica y a aterrorizar al vecino.
Son esas facciones las que podrían destruir el proyecto de paz avivando el fuego del odio y competir en la atroz carrera de funerales.
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