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Tribuna:DÍA A DÍA
Tribuna
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Cae la nieve

El padre, despertado por el silencio profundo de la blanca noche, proporcionaba el amanecer más feliz de la infancia con un amable y pletórico susurro: "Xiquillos, alseu-se, que està nevant!". Levantarse, abrigarse, asomarse eran una sola y misma acción. Un hondo placer, aquella limpia placidez al romper un alba de flor de cerezo: nada se movía, ni el frío, ahora calmo, únicamente los copos danzaban contentos, meciéndose en el aire; todo reposaba sobre las montañas, los campos, las calles y los tejados ahora encalados de gozosa candidez. Bocabadats y con las pupilas de par en par, escuchábamos la callada novedad jubilosa de las volves novelles.Los rostros también iluminados de los mayores traslucían, no obstante, inquietud: y, si la luz eléctrica se cortaba, si el aceite se acababa, si la leña se agotaba, si la harina escaseaba, los días sin levadura, si las teuladas y sus cañizos no soportaban el peso... Un mundo de injusticia, pero sin demasido espacio para el consumo compulsivo ni la empedernida acumulación. Se gastaba energía de manera sostenible, no se recalentaba la atmósfera y las nieves nos visitaban de Tots-Sants a la Candelera: "Per Sant Martí, la neu al pi; per Sant Andreu, per tot arreu".

Morella suele proporcionar cada año la felicidad de la primera nieve. Y, desde el aljibe remoto de nuestra cultura, asciende la alegría. Siempre ha sido bien recibida por creerla un don divino que revitaliza la tierra y anuncia nacimientos; la virginal Blancanieves al poseerla el mercurio del príncipe encantado genera multiplicaciones herméticas, según la alquimia; según el pueblo, al nevar discurría una fiesta nupcial en el cielo, que desprendía plumas de oca de etéreos colchones; así, los dioses purifican el aire y fertilizan la tierra, fuente de prosperidad, motivo de gozo.

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