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Tribuna:LA CRISIS DEL PSPV-PSOE
Tribuna
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¿Qué se debate en el socialismo valenciano?

Es un tópico periclitado hace ya tiempo que la Comunidad Valenciana, nombre oficial que se adoptó al aprobarse el Estatuto en vez del de País Valenciano, reivindicado por la izquierda frente al de Reino de Valencia defendido por la derecha, sea una sociedad de pequeños agricultores y comerciantes. Perduran, no obstante, otras imágenes distorsionadas configuradas en los últimos decenios como una sociedad rica, bullanguera, "fenicia" y sin grandes problemas, que salta de vez en cuando a la opinión pública por polémicas, que se antojan absurdas, sobre los orígenes de la lengua.En la Comunidad Valenciana predomina el sector servicios (un 60% del PIB), la industria (un 25%), la construcción (el 11%, es la zona de España con mayor índice de segunda vivienda), y la agricultura apenas supone un 4% y está más cerca de la agroindustria que de la recolección tradicional. Está, por tanto, en la media española, con un crecimiento sostenido en los últimos veinte años y con una gran capacidad de exportación, sobre todo de cerámica, muebles, juguetes o zapatos, entre otros, junto a productos agrícolas. Es el lugar de España que tiene más pequeños empresarios y trabajadores autónomos, casi un tercio de su población activa, lo que genera un gran dinamismo económico. Existe, además, un gran porcentaje de trabajadores, a tiempo parcial o completo, empleados en la economía sumergida, concepto que introdujo en España el geógrafo J.M. Bernabé, de la Universidad de Valencia. Pero sigue habiendo sustantivas deficiencias por cubrir en el sector de las comunicaciones, transporte y estructura financiera.

Una de las características de esta sociedad es la apertura a cualquier ciudadano del resto de España, tal vez como en Madrid, salvadas las diferencias. Nadie que se haya instalado en ella tiene la sensación de ser un extraño. ¿Imaginan un presidente de otra Comunidad, por ejemplo Cataluña, Euskadi o incluso Galicia, que haya nacido en Cartagena? Y a pesar de ello existe una lengua propia, y una identidad como pueblo que no genera masivamente un movimiento nacionalista, de derechas o de izquierdas, como se ha demostrado en todas las elecciones desde 1977. La mayoría de los valencianos yuxtaponen la pertenencia a una sociedad peculiar y con rasgos propios, con la identificación con España, variable que no han tenido en cuenta la mayoría de quienes estudian los nacionalismos.

La burguesía industrial, agraria o comercial valenciana tuvo cierta influencia en la política española en el siglo XIX, como ha estudiado J. A. Piqueras, al tiempo que arraigaba toda clase de ideologías y organizaciones: anarquistas, anarconsindicalistas de la CNT, sindicatos católicos, republicanos de todo tipo, conservadores, liberales, democristianos, carlistas, comunistas y socialistas, cuyas primeras agrupaciones surgieron en Valencia y Xàtiva en 1886 y 1887 junto a la UGT.

Creció también, sobre todo en la ciudad de Valencia, un republicanismo peculiar creado por Blasco Ibáñez y Rodrigo Soriano y refundado poco antes de la II República en el Partido de Unión Republicana Autonomista, que fue hegemónico en la provincia de Valencia junto al socialismo. Existió incluso un proyecto de Estatuto al calor de la Constitución de 1931 que no cuajó porque la cohesión entre las tres provincias era débil y se había ido diluyendo desde el siglo XVIII.

En los años 60 surgió un movimiento minoritario de izquierda nacionalista vinculado principalmente a la Universidad, y cuya referencia fundamental fue el libro de Joan Fuster Nosaltres els Valencians. Se estimularon investigaciones desde la geografía, la historia y la economía sobre los avatares del País Valenciano como pueblo, con un paradigma que partía de que la burguesía valenciana no había sabido asumir su papel de construcción nacional como en otras zonas de España, ni tampoco lo habían hecho movimientos populares como el blasquismo y el socialismo. En el fondo subyacía la idea de que la historia debería haber ido por un determinado camino. No conozco otra comunidad, salvo la catalana, donde se haya publicado tanto sobre ella misma, con el estímulo de instituciones como Alfons el Magnànim o Gil Albert.

La reivindicación de un Estatuto con las máximas competencias fue hegemonizada por la izquierda, que asumió las tesis universitarias, lo que provocó el nacimiento de un movimiento populista, alentado por la derecha, que se concretó en Unión Valenciana. Pero las diferentes elecciones fueron poniendo a cada uno en su sitio, con una derecha que tardó en reconstruirse después de la debacle de la UCD.

Mientras, el PSOE capitalizaba su tradición histórica, con fuertes tensiones internas, acogiendo a muy diversos sectores progresistas y de izquierdas, junto a socialistas del PSP o con planteamientos nacionalistas que consiguieron añadir a las siglas PSOE las de PSPV (Partit Socialista del Pais Valencià). Fueron universitarios, influidos por las tesis nacionalistas, los que posteriormente ocuparían la mayor parte de los cargos más destacados del poder ejecutivo, mientras que la militancia tradicional tenía una menor cualificación profesional.

Con el triunfo en las municipales en 1979 y las de la Generalitat en 1983 el socialismo copará casi la totalidad de las instituciones y el partido se convirtió en un apéndice del poder institucional donde todo el mundo tenía cabida. Lerma, un desconocido, con 31 años, se convirtió en el primer presidente tras aprobarse el Estatuto. Pero el crédito que durante tres legislaturas se le había dado al PSOE empezó a declinar en 1991 y lo hizo definitivamente en 1995, cuando se perdió la Generalitat y otro desconocido como Zaplana, que había ganado la alcaldía de Benidorm con el apoyo de una tránsfuga socialista, se fue consolidando como líder del PP con el apoyo de UV.

¿Qué había ocurrido entretanto en el PSPV-PSOE? Cundió el desconcierto tras doce años de haber mantenido un gran poder, con lo que conlleva de utilización de la política como mercado de trabajo de gente cuya edad oscilaba entre los 30 y los 45 años. Lerma intentó controlar férreamente el partido y ganó en los sucesivos congresos. Consiguió superar la oposición interna pero dando la imagen de un partido integrado donde todos tenían su espacio (Ciscar, que contó siempre con importantes apoyos en la militancia, fue vicesecretario), aunque en la realidad cualquier oposición era extinguida (recuérdese al alcalde Pérez Casado).

Asunción decidió hacer carrera por sí mismo en Madrid de la mano de Múgica, hasta llegar al Ministerio del Interior, pero nunca perdonó que lo dejaran solo cuando asumió la responsabilidad de la huida de Roldán. Sus declaraciones a los medios de comunicación fueron interpretadas como un ataque a González que ayudaban a la configuración mediática del PP contra el líder del PSOE.

Apartado del gobierno valenciano, Císcar resistió como diputado a partir de 1989, trabando sus relaciones y ejerciendo como vicesecretario hasta que en 1994, en el 33º congreso, se convirtió en el secretario de organización del PSOE con el respaldo de los principales líderes, incluido Lerma. Perdidas las elecciones, Lerma abandonó las Cortes Valencianas y fue nombrado ministro el mismo día que tomaba posesión Zaplana, al tiempo que otros diputados autonómicos dimitieron.

Dejó el partido en manos del vicesecretario general, Juan Romero, que había sustituido a Císcar en 1994. De ser un hombre fiel a Lerma, durante 18 años, éste consideraba que le mantendría el partido bajo su liderazgo. Romero, en uno de sus habituales cambios, comenzó a despegarse de él. Con Asunción e Izquierda Socialista configuró el "movimiento para el cambio".

Interpretaban que si los socialistas habían perdido era por su escasa influencia en Madrid -recuérdese la polémica por el trazado de la autovía Madrid-Valencia-. Creían necesario reconstruir un partido sin dependencias de Madrid, parecido al PSC catalán, sin advertir que en Cataluña el PSOE no había tenido nunca una fuerza importante y fue González quien incorporó a los socialistas catalanes a un proyecto común. En Valencia la tradición era distinta, con una vinculación estrecha al PSOE desde el XIX.

En la Comunidad Valenciana se estaba evidenciando la crisis de la socialdemocracia, que ya se había reflejado en la ejecutiva federal en 1993. ¿Cuál era el sujeto a representar en una sociedad en la que el PSOE había sido clave para su modernización? Aseguradas las prestaciones sociales de un Estado de bienestar que llegó con retraso, ¿qué papel le quedaba al PSOE, cuando la mayor parte de la gente se considera de clase media y más en la Comunidad Valenciana? Éste es el verdadero dilema y no el de las familias que se pelean por más o menos poder, sin por ello descartar el factor humano.

Lerma significaba la representación de los sectores tradicionales del partido y el perdedor de las elecciones de 1995. Romero, Asunción y después Plá estaban por una dinámica nacionalista que debía replantear las relaciones con la ejecutiva federal. Císcar, que fue el promotor de la Ley de Uso y Enseñanza del Valenciano, del IVAM, del Consejo de Cultura, y otras instituciones que cambiaron el panorama cultural valenciano dándole una dimensión más universal (sirva de ejemplo la revista Debats de aquella época), junto a fuertes inversiones en la escuela pública, entendía que había que expandir el socialismo desde los talleres a otros núcleos sociales y ampliar al sujeto representado por el socialismo tradicional pero dentro de esa yuxtaposición entre identidad propia y vinculación a un estado, nación o como se quiera decir, que se llama España.

La lucha del socialismo valenciano no es tribal ni generacional (Azaña comenzó su carrera política alrededor de los 50 años), eso es pura anécdota de unas corrientes y estrategias que siguen sin formularse con claridad. Porque si no podríamos exclamar: ¡qué raros estos valencianos, que son los más aficionados a la colombicultura y tienen la única federación deportiva española no ubicada en Madrid!

Javier Paniagua es diputado por Valencia y profesor titular de Historia Social en la UNED.

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