Diálogo según Aznar
AL MISMO tiempo que el Gobierno justifica con argumentos infantiles la negativa de Aznar a recibir a Chaves difunde nuevos artefactos destinados a glosar su gran capacidad de diálogo. El sectarismo del PP eleva su agresividad "sin complejos" -según palabras de los responsables de la cosa- a medida que se acercan las elecciones. A este paso, nos esperan cinco meses a temperatura de ebullición. Es cierto que los socialistas no fueron mancos en ese terreno, pero los vídeos y cuñas radiofónicas que ha preparado el PP nada tienen que envidiar al del famoso doberman. Con la agravante de que la campaña oficial queda aún muy lejos. Pero lo más ofensivo es la broma de mal gusto de decir que no se trata de atacar a nadie, sino de "informar", de "describir" la realidad. Definitivamente, el PP inventó el tecnicolor después del largo túnel socialista en blanco y negro.Es un paso más en el camino señalado con la negativa de Aznar a recibir al presidente de una comunidad con más de siete millones de habitantes, que tiene derecho a que el titular del Gobierno responda a sus peticiones de entrevista. Incluso al margen de que su interlocutor pueda buscar un beneficio electoral. Esto último es bastante probable. Desde 1996, las comunidades gobernadas por el PSOE han desempeñado un papel central en su estrategia; sobre todo, Andalucía, que es su principal granero de votos. No es casual que la iniciativa de las pensiones partiera de allí ni que Chaves encabezara la resistencia al nuevo sistema de financiación autonómica. La imagen buscada es la de que los socialistas hacen ceder a la derecha y defienden como nadie los intereses de las comunidades que gobiernan frente al poder central. La decisión de hacer coincidir las elecciones andaluzas con las generales busca seguramente un efecto de arrastre, dando por supuesto que Chaves repetirá su triunfo de 1996, cuando le sacó medio millón de votos a la candidatura encabezada por Javier Arenas.
Pero todo esto forma parte de la política. ¿Acaso no busca lo mismo Pujol en sus frecuentes viajes a La Moncloa? ¿Discrimina Aznar, en razón de su color político, a los presidentes de las comunidades autónomas? Éstos son, en nuestro ordenamiento constitucional, el máximo representante del Estado en su respectivo territorio y, por tanto, su interlocutor institucional es el jefe del Gobierno. Que la respuesta a Chaves venga del secretario general del PP, en el sentido de que sería absurdo convocarle para que "vaya a La Moncloa a insultar", es un agravio añadido. Tampoco estuvo muy afortunado Almunia con su ocurrencia de que el Gobierno prefiere hablar con ETA que con Chaves, ni Rodríguez Ibarra al pedir la mediación del Rey, pero cerrarse en banda durante una legislatura a recibir a presidentes de la oposición refleja todo un talante de diálogo, debidamente subrayado por un portavoz que se está revelando experto en sarcasmos. Casi siempre para enmascarar la futilidad de sus argumentos. Día a día, el Gobierno supera la senda trazada por el memorable Miguel Ángel Rodríguez, que el mismo día que Aznar recibía a Almunia se encargó de decir a los periodistas que el dirigente socialista sólo quería "hacerse la foto" para "reafirmar su liderazgo y demostrar que da la talla". Ahora ni siquiera se da oportunidad para la foto.
Todo suena algo ridículo, pero sobre todo resulta insólita esa pretensión de que las relaciones del presidente con las comunidades autónomas puedan estar supeditadas a criterios de conveniencia del partido en el Gobierno. El mes pasado, el PP hizo saber que no era partidario de convocar, como le exigía la oposición, el debate anual en el Senado sobre el estado de las autonomías, que tampoco celebró el año anterior. El argumento es que hay que cambiar antes el formato del debate para que deje de ser un foro para cuestionar la política autonómica del Gobierno. Es lógico que en víspera de elecciones, y cuando está en el aire la futura política de alianzas del PP, al Gobierno no le convenga que le pidan explicaciones sobre la dinámica de agravios comparativos desatada por las concesiones a sus socios nacionalistas o sobre el poder adquirido por ciertos partidos localistas aliados del PP.
Pero que algo no le venga bien al Gobierno no es un argumento suficiente para rechazarlo. ¿Dónde quedan las promesas de "situar al Parlamento en el centro de la vida política"? ¿Y dónde la voluntad de diálogo proclamada a gritos por esos horrorosos pasquines radiofónicos y vídeos "sin complejos" contra los socialistas? Los sindicatos se han indignado con toda razón. Arenas y Ana Mato estaban ayer tan contentos de lo abiertos y dialogantes que son.
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