"Triunfo" desapareció porque ya no hacía falta, pero la gente necesita su recuerdo"
Pregunta. ¿La prensa es todavía el cuarto poder, señor Ezcurra?Respuesta. A principios de trasladarme a Madrid asistí a una conferencia de don Francisco de Luiz y alguien le preguntó esto mismo. Él se quedó mascullando la pregunta: "¿Prensa? ¿cuarto poder...?". Y soltó: "¡La quinta puñeta!". En aquel momento la prensa era mansa y dócil: consignas y censura previa. Ahora ya no es ni prensa, porque se ha convertido en grandes medios de comunicación. Mi punto de vista coincide con algunos tratadistas, que consideran que el mercado financiero es el poder más importante en estos momentos, y el segundo es el de los medios de comunicación. Y entiendo yo que ese segundo poder, por lo general, tiene alguna comunicación con el primero. Antes, a los grupos financieros no les interesaba invertir en prensa; ahora, sí.
P. ¿Es más difícil ser hoy independiente que en el franquismo?
R. En el franquismo, con ausencia absoluta de libertad y con un poder intimidatorio, represivo e intolerante, ser independiente consistía en no plegarse en lo posible a esa intimidación. Ahora es distinto e igualmente difícil. ¿Independiente respecto a todos o por sí mismo? El alcance del vocablo lo dificulta más aún. Ahora lo que me parece muy preocupante en la prensa es que lo verosímil está sustituyendo a la investigación. Muchos se conforman con publicar lo verosímil y renuncian a probar los hechos.
P. ¿Cómo llegó al periodismo?
R. Tenía un entorno propicio: mi padre, mi hermano..., pero las circunstancias intervinieron bastante. Terminando la carrera de Derecho empecé a hacer mis primeras críticas de cine y a hacer cosas en Radio Mediterráneo de Valencia, hasta que la fundación de Triunfo en Valencia, que entonces era una revista de cine, me llevó al ejercicio pleno del periodismo.
P. También fue guionista para Cifesa, incluso productor. ¿Tuvo que optar entre el cine y el periodismo?
R. El cine era una afición de nuestro tiempo, como el jazz. El periodismo te planteaba el problema de informar, de dirigirse a una mayoría a través de la selección entre lo que sucede y cómo había que contarlo para orientar a la opinión pública. Y lo que es realmente importante es que cuando se pretende orientar hay que asumir una enorme responsabilidad pública. Esto me decidió por el periodismo. Empecé en Radio Mediterráneo haciendo algún programa, retransmitiendo partidos del Valencia, publicando algunas críticas teatrales en Las Provincias...
P. ¿Es cierto que Teodoro Llorente le contaba chistes verdes?
R. Sí, cuando iba por las noches a la redacción, don Teodoro me decía: "Vine ací, vine ací, tu saps...?". Siempre estaba igual, aunque tengo un recuerdo entrañable.
P. Se ha dicho que Triunfo se hizo con dinero de la SER.
R. Lo escribió Basilio Gasent, que además añadió que mi padre, Fernando Vizcaíno y no sé qué otra persona con camisa azul habían copado violentamente Radio Mediterráneo. Tengo que desmentirlo, porque Radio Mediterráneo era una emisora oficial de la Delegación Provincial de Propaganda, cuyo titular era Vicente Escrivá Soriano, el de El Virgo de Visanteta, y éste se la vendió a mi padre, y yo guardo la escritura. Se trataba de una emisora de onda corta de 200 vatios, que en aquella época no llegaba a ninguna parte, y había que enchufar un artilugio al superheterodino. Entonces llegó la SER a Valencia y se unieron las dos emisoras, pero al poco tiempo me fui por unas diferencias y ahí surgió la posibilidad de hacer Triunfo.
P. ¿Cómo era el primer Triunfo, el de 1946?
R. Era muy joven y se notaba, pero hubo que trasladarlo a Madrid porque era imposible hacerlo en Valencia. Era una revista de cine, espectáculos, información taurina... Pero había que dar el salto del monocultivo a la información general. Aquí intervino una evolución en mi pensamiento, a raíz de la visita que en el año 1955 o 56 me hicieron Juan Antonio Bardem y Ricardo Muñoz Suay. Tenían una revista muy perseguida y minoritaria, Objetivo, que hasta el momento había podido ser editada gracias al apoyo de la revista Índice, pero que debido a las amenazas que había recibido el editor ya no podía hacerlo más.
P. Y lo hizo usted.
R. Y me llamó el director general de Prensa para gritarme que cómo se me había ocurrido dar cobijo a una publicación "financiada desde la rue Grenell de París". Luego supe que en esta calle estaba la Embajada de Rusia. Y la revista fue suspendida para siempre. Esto me produjo una radicalización interna en determinadas cuestiones.
P. ¿El hecho de que su padre fuese un hombre del régimen no le facilitó las cosas?
R. Al principio sí, como en la suspensión de Objetivo. Era un poco aquello de parece mentira que... cómo tú... qué dirán... Pero llega un momento en que eso se desmentía por los propios hechos. Tener familiares en altos cargos no ha impedido que en varios consejos de ministros me hayan aplicado multas muy graves para la época y la máxima sanción de la ley Fraga a la revista, que era una suspensión de cuatro meses.
P. Triunfo llegó a la madurez con la suspensión de Objetivo.
R. Sí, es el del año 62. Entonces tengo que atender a distintos frentes y pongo en práctica mi teoría: poca sustancia y mucho excipiente para ir aumentando la dosis de sustancia a costa del excipiente. El excipiente es lo formal, la batalla del quiosco. La revista se inventaba a sí misma en un ejercicio de posibilismo riguroso, noble y decente. Si se iba más allá, te la jugabas. No se podía desafiar al régimen porque de un manotazo te destrozaba. Eso, junto a unos contenidos acertados y la participación económica del grupo Movierecord, llevó a lo que a partir del año 70 se llamó el Triunfo de las luces.
P. Aunque sus socios casi le dejan en manos del Opus Dei.
R. Cuando Movierecord superó su capacidad de endeudamiento con las inversiones en los canales televisivos hispanoamericanos, en 1969, se la quedó el Banco Atlántico, que, efectivamente, estaba gestionado por miembros muy significados del Opus. Entonces empecé a buscar capital en Barcelona y Madrid, pero no hubo éxito. Pero nos la jugamos y gracias a las facilidades de la imprenta, los suministradores y los trabajadores salimos adelante.
P. Sería complicado reunir un equipo periodístico tan solvente.
R. Al principio, porque luego se fueron reuniendo ellos, puesto que lo que querían hacer sólo era posible en Triunfo. A Eduardo Haro Tecglen lo busqué en Tánger, adonde se había ido porque se había prometido no volver a escribir en un periódico español. Escuchó mis cantos de sirena y cometió la imprudencia de volver. Manuel Vázquez Montalbán había estado malviviendo y escribiendo en revistas femeninas y de decoración..., Triunfo acogía con los brazos abiertos a especímenes de este calibre.
P. Triunfo no pudo contar la muerte de Franco por una suspensión.
R. Ésa fue nuestra gran frustración. La última suspensión la he achacado a que los que rodeaban a Franco, ante su ruina física, quisieron parar la historia. Fue la época de los fusilamientos de septiembre del 75. La causa fue un artículo del psiquiatra José Aumente titulado ¿Estamos preparados para el cambio? El expediente se eternizó, pero si Franco hubiese vivido hasta enero del 76, después de cumplida la suspensión hubiesen aplicado otra por un expediente que tenían en el cajón por una entrevista de Montserrat Roig a José Andreu i Abelló. En ese caso Tiunfo hubiese muerto a manos de la ley Fraga. Pero reapareció en enero del 76 con 160.000 ejemplares de tirada.
P. Las suspensiones les empujaron a inventar Hermano Lobo.
R. Semanario de humor dentro de lo que cabe, como rezaba el subtítulo de Manolo Summers. Lo inventamos en una de las suspensiones para poder sobrevivir, según el plan de revista de Chumy Chúmez para sustituir a La Codorniz. Fui con Chumy a la Dirección General de Prensa y el director general se mondaba de la risa por sus chistes y accedió. Aquella revista tuvo un éxito tremendo, porque era un humor nuevo.
P. ¿Por qué terminó la aventura de Triunfo?
R. Alguien dijo: "Se han terminado las ideologías, lo que hay que hacer es política". Nosotros habíamos optado por las ideas, por lo que perdimos interés. Nos mantuvimos en un sendero hacia la utopía, con cierto desdén hacia las batallas políticas. La incompatibilidad de la militancia política y el ejercicio del periodismo es un tema importante. Nosotros sufrimos la escisión de La Calle a instancias de la cúpula del PCE, que la había alimentado aparentando una caza de brujas en Triunfo contra los periodistas del partido. Este asunto burdo dividió a nuestra audiencia en un momento en que proliferaron otros medios de comunicación. También pasó que nuestra firmas fueron demandadas por muchos de estos medios. Triunfo desapareció porque ya no era necesario. Con la llegada de las libertades ya no hacía falta, pero sí que ha hecho falta su recuerdo, por eso se le recuerda tanto.
P. En el momento final UCD trató de comprar la revista, ¿no?
R. Personas interpuestas. Juan Garrigues me planteó la operación y me puso una condición que me pareció inaceptable: "Suárez es intocable". Otra persona que vino fue Javier Solana, el mister Pesc de ahora. Me dijo que los socialistas eran deudores de Triunfo, que se habían formado con él y ante los peligros de subsistencia querían saber qué se podía hacer. Le dije que podían hacer muy poco, porque el peor final de Triunfo era terminar como prensa de partido, donde el redactor se convertía en funcionario. Pese a eso Solana se comprometió a buscar alguna fórmula relacionada con la suscripción, pero no se llevó nunca a cabo.
P. ¿Se puede decir que EL PAÍS es el heredero de Triunfo?
R. Culturalmente, sí. Seguro. Heredó varias de las firmas más significativas de la revista, incluso antes de desaparecer. EL PAÍS nació en 1976 y Triunfo murió definitivamente como mensual en 1982. Los responsos más elogiosos y más seriamente tratados de la desaparición de Triunfo son dos editoriales espléndidos del periódico, uno cuando pasó de semanal a mensual y otro cuando cerró. Heredó nuestras firmas, incluso las exclusivas de García Márquez o de Carlos Fuentes, a sugerencia mía.
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