El último viaje de Mariano
Iberia cancela el regreso de un exiliado de 82 años con cáncer terminal que quiere morir en España
Mariano Camarero tiene 82 años, un pasado de luchador antifranquista, 50 años de exilio a las espaldas y un cáncer terminal. Y además, ha topado con Iberia. La compañía aérea se negó a trasladarle desde Perú para que pueda morir en su Valladolid natal por temor a que fallezca en pleno vuelo. Los billetes de Mariano y el médico que debía acompañarle fueron cancelados desde Madrid cuando ya todo estaba preparado para el viaje.Fuentes de la compañía explicaron ayer que los propios servicios médicos de la aerolínea fueron los que denegaron los billetes al viajero, "precisamente por encontrase en estado muy grave".
La familia de Mariano sostiene que el enfermo cumplimentó en Lima todos los trámites exigidos para realizar el que será sin duda su último viaje. Según explicó una sobrina de Mariano a la cadena SER, el octogenario sindicalista presentó "hasta tres informes sanitarios realizados por dos hospitales de Lima". "Asimismo le exigieron que le acompañase hasta Madrid un médico de nacionalidad peruana y que cumplimentara la hoja de información médica que la compañía aérea exige para estos casos", señala. La familia Camarero, que "por una cuestión de humanidad" pide a Iberia que autorice el retorno de Mariano, "no entiende cómo primero autorizan en Lima el viaje y posteriormente se deniega el embarque".
Según ha explicado Iberia, en un primer certificado solicitado por la compañía en cumplimiento de las normas internacionales se indicaba que Mariano sólo podía viajar en camilla y con oxígeno. Cuando los familiares se enteraron de que tenían que asumir el gasto de esas atenciones, solicitaron un nuevo certificado, en el que ya no se recomendaban los cuidados especiales, según la compañía de bandera. Ante la contradicción de ambos informes se solicitó un diagnóstico del enfermo, que fue remitido a los servicios centrales médicos de la línea aérea, que finalmente recomendó que no se trasladara al octogenario ante el riesgo de que muriera en el avión.
Mariano Camarero padece un cáncer de próstata con metástasis en el pulmón que obligó a su ingreso, el pasado 9 de octubre, en la Clínica Italiana, un hospital privado de la capital del Perú. Su familia tenía el pasado día 14 todo preparado para recibirle en España, incluida una ambulancia para que Mariano, que cobra una pensión del Gobierno español, fuera trasladado hasta Valladolid.
Días antes de embarcar, los billetes fueron cancelados. La compañía Iberia, según la familia, después de negarles el cierre de los billetes de embarque para el vuelo Lima-Madrid les comunicó desde las oficinas en la capital de España la anulación de los pasajes y les devolvió su importe.
Sin embargo, la familia opina que el departamento de información al cliente de Iberia les ha dado una explicación "poco convincente" para la cancelación de los billetes. Según ese departamento, el motivo de la anulación está en que los servicios médicos de Iberia no consiguieron contactar con el director de la Clínica Italiana, el doctor Álvarez Carmona, para constatar el estado de salud y el riesgo de fallecimiento del pasajero durante el vuelo. Las normas de aviación internacional ordenan que cualquier aparato en vuelo regular que sufre el fallecimiento de uno de sus pasajeros debe abandonar su ruta y aterrizar en el aeropuerto más cercano.
La batalla del regreso será la última que deba librar Mariano, al que le sobra experiencia de lucha. Con 19 años fue detenido junto con otros compañeros de la UGT en la Casa del Pueblo de Valladolid tras el levantamiento militar de 1936. Salvó el pellejo tras recibir un tiro en la cabeza en una cuneta a manos de los fascistas, pero no se libró de una condena de 30 años en el penal de Burgos. Tras cinco años de cárcel y dos de mili obligatoria en Canarias decidió buscar en otros países la libertad perdida. Su medio siglo de exilio ha transcurrido entre Brasil y Perú.
Ahora quiere volver por un corto tiempo que será para siempre. Le espera su hermana mayor, Catalina, de 84 años, que se desespera ante la demora de su regreso. No entiende cómo "todavía quedan personas que por defender sus ideas tuvieran que marcharse muy lejos y ahora no puedan retornar por trabas burocráticas".
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