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Ciudad

Félix de Azúa

Una imagen cada vez más frecuente nos permite asistir al espectáculo de la inversión. La vi por vez primera en Cataluña el día en que un centenar de asaltantes atacaron a los policías que protegían las puertas del Ayuntamiento de Girona. Se repitió cuando otro grupo más numeroso trató de tomar la comisaría de Via Laietana. Su última versión tuvo lugar hace una semana: casi mil agresores destrozaron el barrio de Sants. En los tres casos citados (hay muchos más), los atacantes van encapuchados, arrojan piedras, basura, explosivos, cócteles mólotov y toda suerte de objetos contra unos policías al tiempo que llaman "fascistas" y "asesinos" a los agredidos. Es notable la hierática actitud de los policías, protegidos tras sus escudos y simulando no ser hombres sino símbolos puros. Frente a ellos, la actividad de quienes gritan "asesinos" y "fascistas" produce una impresión de vitalidad desbocada. Una vez concluidos los ataques, el periodismo habitual califica a los agresores de "jóvenes", "radicales" o "antifascistas", con algún matiz como "okupas", "skins" o "marginales". Hay un claro desconcierto semántico en las fuentes de información, las cuales no saben cómo definir a un agresor que grita haber sido agredido por su víctima. La inversión de imagen, genialmente trabajada en tierra vasca, va extendiéndose por todo el país.¿Quiénes son los dueños de esa energía explosiva, sin más finalidad que su puro desahogo? Indudablemente, ciudadanos excluidos de la ciudad que ocupan por la fuerza espacios urbanos como vía de acceso a una propiedad que no se pueden permitir. La ideología es secundaria y puede variar en minutos, lo primero es la exclusión y la rabia. El alivio de la energía rabiosa toma luego cualquier rumbo, en forma micro cada fin de semana a las puertas de la discoteca, en forma macro a la salida del fútbol o en los asaltos "antifascistas". Los excluidos quieren existir, aunque sea durante los minutos del telediario, y en este sentido, tienen toda la razón cuando gritan "asesinos" y "fascistas" porque, en efecto, están muertos, suprimidos de la sociedad controlada por los responsables de la misma.

Pero sólo existirán realmente cuando, tras superar los símbolos, identifiquen a los verdaderos fascistas que los mantienen muertos, y vayan a por ellos.

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Sobre la firma

Félix de Azúa
Nació en Barcelona en 1944. Doctor en Filosofía y catedrático de Estética, es colaborador habitual del diario El País. Escritor experto en todos los géneros, su obra se caracteriza por un notable sentido del humor y una profunda capacidad de análisis. En junio de 2015, fue elegido miembro de la Real Academia Española para ocupar el sillón "H".

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