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FÚTBOL Octava jornada de Liga

El Rayo asume el papel de líder

El conjunto madrileño apela a la suerte para vencer al Alavés

El Rayo ya es líder. Ya lo fue y probablemente lo volverá a ser. En Vitoria, jugó su primer partido malo, desordenado, con ese aire asustadizo de los equipos que enseñan enseguida su humildad y sin embargo, ganó. Es la prueba que todo lider que se precie (coyuntural o duradero) tiene que pasar. Es algo así como la prueba de ser capaz de vencerse a sí mismo, de sacar en el marcador más rendimiento que en el campo. Y lo hizo. Se sobrepuso a su flaqueza defensiva, se entregó absolutamente a su guardameta Keller, interiorizó la superioridad del Alavés sin derrumbarse (hasta seis ocasiones, casi a bocajarro, malgastó el equipo vitoriano en la primera mitad) y mantuvo los ojos abiertos para advertir la debilidad de su rival y echársele al cuello.Fue un partido de manual, pero con algunas páginas rotas. El Alavés derrumbó el mito del Rayo durante 45 minutos. El conjunto de Juande Ramos ofreció en ese período un mannual completo de desastre defensivo. No sólo era una cuestión táctica, sino sobre todo de actitud. El Rayo se tiró de salida tan descaradamente atrás que metió a su línea defensiva junto al jersey de su portero. Entre ellos y sus centrocampistas se creó un solar por el que transitó el Alavés con tanta soltura como desacierto final. El triangulo Contra-Astudillo-Kodro pudo haber bajado al Rayo de su nube en inumerables ocasiones. Lo evitó Keller sobre todo en dos disparos a bocajarro de Contra y Javi Moreno y la incapacidad del Alavés para frecuentar el gol. En su plantilla abundan los delanteros, pero carece de goleadores.

ALAVÉS 0

RAYO VALLECANO 1Alavés: Martín Herrera; Contra, Eggen, Téllez, Torres Mestre; Astudillo, Desio (Julio Salinas, m. 60), Pablo, Magno; Javi Moreno y Kodro (Josete, m. 71). Rayo Vallecano: Keller; Estibariz, Clotet, Hernández, Alcazar; Poschner; Ferrón (Amaya, m. 63), Cembranos (Helder, m. 90), Canabal (Pablo Sanz, m. 45), Llorens; Bolo. Goles: 0-1. M. 82. Balón en profundidad de Estibariz sobre Cembranos, cuyo centro lo toca el guardameta Herrera, pero Bolo cabecea en plancha en la boca de gol. Árbitro: Andradas Asurmendi. Amonestó a Estibariz, Eggen, Bolo, Contra, Llorens y Magno Unos 13.000 espectadores en Mendizorroza.

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Vivió el Rayo un tiempo en el alambre, agarrado a su impecable capacidad para defenderse del juego aéreo y confiado a la ineficiencia de su rival, como si ya hubiera aprendido la primera lección de un líder: los fallos del rival revitalizan al equipo.

Por momentos parecía que el Alavés no podía ganar y que el Rayo se conformaba con no perder, como si se tratara de un líder que asumiera su papel decorativo, contento con compartir la hornacina de la Liga con un insigne como el Barcelona. En 45 minutos había sobrevivido a seis disparos y sólo había respondido con uno de Luis Cembranos que engrandeció la figura del guardameta Martín Herrera. El Rayo era, por momentos, un cierto desastre sin estructura defensiva, sin capacidad de respuesta; un equipo de esos que dejan a un delantero en el desierto y esperan que les traiga agua.

Pero el Rayo es algo más. En el descanso hizo otra lectura. Sin dar un paso hacia adelante (retiró a Canabal y se fortaleció con Pablo Sanz) esperó que el Alavés agotará su depósito, se juntó un poco más (siempre atrás) y decidió ponerle a Bolo un explorador que le ayudara en la búsqueda. Cuando Luis Cembranos encontró el balón, se decidió a liberarse de posiciones estrictas y campeó a sus anchas, su equipo dio la impresión de poderse llevar el partido. En pocos minutos, demostró que atesora más peligrosidad que el Alavés. Y entonces creció.

Fue un ejercicio más científico que futbolístico. El Rayo no podía con el Alavés y decidió esperar a que se agotase, como si de pronto se le hubiera revelado algo así como la suerte del campeón. El gol llegó en el momento oportuno: al final y con el Alavés hundido físicamente y demasiado alterado en su fisonomía. Fue un ejercicio de precisión en el pase de Estibariz, de colocación en el desarrollo de Cembranos y de ambición en el remate de Bolo. Fue su único argumento, pero le valió la pena. En un partido previsto al principio de la temporada como un duelo singular, al Alavés le queda el consuelo de que perdió contra el líder y no ha sido el único.

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