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Paul McCartney se convierte en el clásico más popular

El ex 'beatle' estrena el álbum 'Working classical', que incluye tres temas orquestales

Isabel Ferrer

Apenas unos días después de la aparición de Run devil run, su más reciente disco de rock, el cantante británico Paul McCartney ha presentado en su tierra Working classical, su tercera incursión en la música clásica después de The Liverpool oratorio (1991) y Standing stone (1997). El álbum, que incluye tres piezas orquestales, es también un emotivo homenaje a su malograda esposa, Linda, fallecida a causa de un cáncer el pasado mes de abril.

El álbum, además de las tres piezas orquestales, incluye una serie de arreglos para cuerda de varias de las canciones de amor escritas durante su matrimonio. Estrenado la noche del pasado sábado en el Philarmonic Hall de Liverpool, Working classical no es un título cualquiera. McCartney ha estado siempre muy orgulloso de sus orígenes proletarios y esta vez ha mezclado el trabajo (work, en inglés) invertido en componer, con la noción de la clase trabajadora (class) de la que proviene.El hecho de que las tres principales composiciones: A leaf, Spiral y Tuesday sean orquestales, le permitió apropiarse también del resto de la palabra, classical. El resultado trata de condensar, en dos sencillas voces, sus raíces e inquietudes musicales más recientes.

Filigranas semánticas aparte, el disco es, sobre todo, una declaración póstuma de amor de Paul a Linda. Una muestra de la intensidad de su unión, que él recrea con ayuda del cuarteto de cuerda estadounidense Loma Mar en títulos como My love, The lovely Linda o Maybe I"m amaced, escritos en los felices años setenta. La enfermedad que desbarató la relación llega más adelante con Somedays, una melodía emocionante, triste y a la vez serena.

Entusiasmo

McCartney, que acudió el sábado a Liverpool para delirio de sus admiradores, evitó hacer declaraciones. Sentado con su familia en el patio de butacas, correspondió agradecido al entusiasmo desbordante de sus paisanos. Los gritos de "¡Paul, Paul!" resonaron por todas partes. Uno de los asistentes se permitió incluso una confianza bien recibida. "¿Qué tal estás, Paul?", le preguntó desde el fondo de la sala. Silencioso en el estreno, el cantante había reconocido antes que el disco le ha unido más que nunca a su desaparecida esposa. "Al elegir la música para los funerales de Londres y Nueva York, pensé que a Linda le habría gustado escuchar estas canciones escritas para ella con unos arreglos de cuerda".

El conjunto Loma Mar Quartet interpretó 11 de estas melodías en la presentación del sábado y las ha grabado también para el disco de la casa EMI. Las tres composiciones orquestales corrieron a cargo de la London Symphony Orchestra, dirigida por Andrea Quinn, una de las más jóvenes maestras del Reino Unido. Concebidas como suites para combinar de diversas formas la misma tonalidad, la primera de ellas, A leaf, fue escrita después de The Liverpool oratorio. Incluye un solo de piano y notas de clarinetes, violonchelo y trompetas con sordina. Un fondo de vals abre y cierra esta entrega. En Spiral, el solo es de flauta, instrumento que se impone con suavidad a las cuerdas. La inspiración para la última obra, Tuesday, surgió de un cuento infantil del mismo título. Absorbido por las aventuras de sus ranitas protagonistas, ocurridas en un martes, McCartney compuso la banda sonora de la serie de animación para que la que fue adaptado el texto.

Músicos

Como ya sucediera con The Liverpool oratorio y Standing stone, el ex beatle ha colaborado con algunos de sus músicos de cabecera. Una vez escritas las melodías, Lawrence Foster, actual director musical de la Orquesta Sinfónica de Barcelona, le ayudó a estructurarlas. Richard Rodney Bennett y Jonathan Tunick llegaron después para dar forma a la orquestación. McCartney colabora en todo el proceso y ha recordado que temas legendarios como Yesterday y Eleanor Rigby ya coqueteaban con formaciones clásicas de cuerda. En Working classicals se ha apoyado en las personas que califica de "expertos" , sin asomo alguno de pedantería.

Una vez concluido el sábado el concierto, el cantante subió al escenario, dio las gracias a público y músicos y aceptó con donaire abundantes ramos de flores. Para regocijo general, una rendida admiradora le regaló un bolso que él enarboló como un trofeo. Otras seguidoras igualmente entregadas prefirieron llenar sus vestidos de broches con el nombre y el rostro del ídolo. Para todas hubo una sonrisa. McCartney saludó por última vez y desapareció cargado de rosas.

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