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LA CRÓNICA En otro planeta GUILLEM MARTÍNEZ

Un planeta con tomate. Hola, soy yo, y les debería estar saludando desde el incomparable marco del hotel Princesa Sofía, donde hace 20 minutos que ha empezado a llegar el personal para ver la performance Premio Planeta 99. Pero les saludo desde un avión, en el que protagonizo una metáfora del futuro -en el futuro también llegaremos tarde a todas partes, pero en platillo volante-. Mientras llego, y ya que no puedo hablarles de lo que veo en el Planeta, les hablo de lo que veo en el avión. El puente aéreo está lleno de tipos raros. Somos curritos. Vamos o venimos del tajo, pero hacia Madrid o hacia Barcelona. De hecho, somos air-curritos, como los de la primera parte de Alien. Lo que nos diferencia de los curritos de Alien es que para ellos trabajar en el espacio se la dejaba fría, mientras que aquí volar es un atributo. Y eso nos imprime una cara rara, de persona con más atributos que tribulaciones. La cara más convocada, por ejemplo, tira más hacia el bicho alien que hacia la sargento Ripley. Y hacemos cosas raras. Por ejemplo, en el puente aéreo todo quisque pide a la azafata zumo de tomate, algo que se escucha pedir muy poco allá abajo en la tierra. En la tierra, el atributo zumo-de-tomate pues será otro. De todo ello se desprende que todo lo que existe en la tierra, existe en un avión. Por ejemplo, en un avión existe también el Premio Planeta. Un amigote me explicó -con la condición de no explicarlo hasta el año siguiente- lo que le pasó el año pasado unos días antes de fallar el Planeta 98. Iba en un avión. A su lado, una peluquera más contenta que una anchoa. Se presentó. Hola, que soy peluquera. El colega se presentó. Pues yo periodista. Pues debes conocer a muchos famosos. Pues a veces. Pues yo también. Por ejemplo, a Carmen Posadas, a quien peino. Somos muy amigas. La semana que viene me ha invitado a cenar en Barcelona, en lo del Planeta ese. Que se lo dan. Como dice un personaje de Saint-Exupéry, "sólo desde el aire se observa la Tierra en su nitidez. A veces, incluso, no la ves y sólo vuelas". Y bebes zumo de tomate.Planeta Tierra. Aterrizo en algo parecido a la Tierra y que se llama Barcelona. Taxi a toda leche hacia el Princesa Sofía. Las calles están llenas de carteles de Pujol. Se ríe tanto que parece que sea él quien esté colocado y no sus hijos. Check-Point-Charlie de azafatas, que me dejan pasar al comedor, donde ya van por el segundo. Inka Martí, una mujer bellísima, despacha a un pollo de Salamanca que hay a su vera y me sienta a su lado. El pollo intercambia su sitio sin rechistar -meditación: hay abusos que sólo se pueden hacer con gorra de plato o con minifalda; los caminos de la violencia son inextricables-. Bueno, pues ceno con Inka, que me habla de la vida, que como ya sabrán es rarísima y sencilla y complicada. E Inka, encantadora. Mientras, se suceden las rondas eliminatorias. Todo el mundo sabe ya quién ganará. Todos los periodistas ya han cerrado su página al respecto. Pero esto de las eliminatorias confiere cierto componente American Gladiators al asunto. Finalmente, se da el triunfo a las dos personas que han superado las eliminatorias virtuales. En el momento de proclamar los campeones, los fotógrafos, que ya les han dado un tute antes de la cena, pues les vuelven a dar otro. La señorita que hace de speaker crea en ese preciso momento una metáfora inquietante de la situación: "Como cada año, los medios de comunicación impiden ver a los premiados".

El efecto zumo-de-tomate. Y nos vamos arreando a la conferencia de prensa. El Premio Planeta es algo importante. Cincuenta kilos son importantes, un zumo de tomate en el puente aéreo -sale a 16.000 pesetas el chupito-, pues también. La diferencia es que el Planeta es quizá la mejor meditación que existe sobre la literatura y sus alrededores en nuestra cultura, una cultura de país pobre venido a rico, sin pasado, sin su sensibilidad solucionada, sin mecanismos para defenderse o meditar sobre el camelo. Una sociedad que, tal vez por todo eso, pone cara de póquer y toma zumo de tomate cuando le hablan de cultura. El Premio Planeta es algo importante por sí solo. Por sí solo ofrece un par de libros que se venden como polos, independientemente de su calidad, que a veces ha sido alta. Tal vez podría vivir por sí solo, sin su parafernalia de un Barça-Madrid años cuarenta, cuando se sabía quién iba a ganar. Cuando todo acaba, me voy con un colega y nos pelamos un Boody-Mary, que es como un zumo de tomate, pero meditado.

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