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¿La tregua de ETA busca "otra cosa"?

Federico García Lorca acierta cuando adivina que "la rosa no buscaba la rosa/ buscaba otra cosa". Lo mismo, en cierto sentido, decimos de la tregua, después de un año. Apoyándose sobre la justicia, buscando la paz, busca otra cosa; busca algo cuantitativa y cualitativamente más y distinto. La tregua es un fenómeno social ambivalente, positivo, complejo, laberíntico, que necesita un hilo de Ariadna hacia la salida "debida". Hacia "otra cosa".Algún jurista ha llegado al extremo contrario: califica la tregua como un delito de amenazas. Se basa en el texto de los artículos 169, 170 y 171 del Código Penal español y de sus correspondientes, casi idénticos, en los códigos de muchos países. Coincidirán con este jurista quienes admitan como interpretación legal válida la exclusivamente literal; pero muchos discrepamos y rechazamos su opinión porque exigimos siempre, como criterio hermenéutico indispensable, tener en cuenta el paradigmático precepto del artículo 3.1 del Código Civil, el precepto cuasi-constitucional, en atinada formulación del fallecido magistrado del Tribunal Constitucional Enrique Ruiz Vadillo. Este artículo 3.1 pide a los jueces inexorablemente tener presente "la realidad social del tiempo en que han de ser aplicadas" las normas legales.

Actualmente, si cumplimos esta exigencia epistemológica, si tomamos en consideración la realidad social hodierna, hemos de concluir que no cabe ubicar la tregua en artículo alguno del código punitivo. Es un paso adelante, pero necesita otro horizonte. Deseamos vivir un proceso de paz más y distinto que el mero cese indefinido de la violencia "dura". Necesitamos reparar a las víctimas y resocializar a los victimarios. Buscamos lo que Saint-Exupéry denomina "apprivoiser". Lo que Heidegger y Welzel formulan como Sein, Gesinnung, ese talante humano anímico del apego personal. Anhelamos saborear el partenariado. Programamos un "futuro", un "eón", que nos brinde el sentir y gustar una paz interna que procreará inmediatamente la externa. Y que la supera.

Estamos inmersos en un proceso comunitario que aporta beneficios en el ámbito de la convivencia ciudadana, de lo carcelario, de la dogmática penal, de la organización judicial, de la política criminal general y de la victimológica. Conviene dedicar las líneas siguientes a iluminar estos campos tan emblemáticos, estos hilos de Ariadna que nos guían hacia la "otra cosa" de García Lorca.

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Durante este año de tregua se han conseguido varias mejoras públicas y privadas irreversibles, y amplia esperanza de superar definitivamente la violencia en su forma máxima. No ha habido asesinatos, ni secuestros, algunas personas se han atrevido a hablar y/o escribir sin miedo en privado y en público. Se han formado grupos y/o asociaciones de ciudadanos que han manifestado sus inquietudes y sus justas expectativas en el campo de los derechos humanos. Merecen citarse, por ejemplo, las declaraciones de las víctimas del terrorismo en el País Vasco.

Dentro del kafkiano castillo prisional cabe destacar positivamente la excarcelación, desde el comienzo de la tregua, de 180 presos de ETA. También las mejoras en cuanto a la libertad condicional de algunos todavía internos, así como la progresión de otros al segundo o tercer grado de tratamiento, y el acercamiento de ciento y pico a establecimientos próximos a sus familias. Sobre esto han aparecido una docena de páginas en el diario La Ley, los días 3 y 6 de septiembre. Prueban, con argumentos científicos, doctrinales y jurisprudenciales, de derecho comparado, que ninguna legislación española o extranjera concede a los condenados privados de libertad un derecho subjetivo a ser trasladados a un centro penitenciario cerca de su familia. Menos aún, si se trata de delincuentes por convicción. Lo manifiesta, con las leyes en la mano, el prestigioso jurista Raúl Zaffaroni, en su último libro de derecho penal publicado en São Paulo, al enumerar detalladamente todo el elenco de los derechos humanos individuales del preso.

Afortunadamente, muchas personas del mundo judicial en el País Vasco se sienten ahora menos o nada amenazadas. Por ello, este año se han incorporado a las instituciones vascas más jueces jóvenes, recién salidos de la Escuela Judicial del Consejo General del Poder Jucidial, con sede en Barcelona. Sin embargo, y a pesar de que el encomiable sistema de becas para la preparación a oposiciones de jueces en el País Vasco supera al de otras comunidades autónomas, todavía quedan varias -demasiadas- plazas sin cubrir: en Álava (Vitoria 2, Amurrio 1); en Guipúzcoa (Azpeitioa 1, Eibar 1, Irún 1, Tolosa 1, Bergara 1); y en Vizcaya (Durango 3, Guecho 5, Guernica 3, Balmaseda 1).

Respecto a la política criminal en general sobra decir que, al disminuir el volumen de la criminalidad más grave, podrá disminuir correlativamente el nivel de los "amargos" controles fomales: preventivos, policiales, represivos y penintenciarios. También podrá, por fortuna, aumentar la capacidad de la nueva e innovadora "justicia reparadora" que, en lugar de castigar y de buscar chivos expiatorios, se vuelca en indemnizaciones y atenciones repersonalizadoras a las víctimas y en medidas resocializadoras a los victimarios.

Paralelamente está avanzando la política criminal concreta que reconoce los elementales derechos morales, sociales, psicológicos, médicos, económicos, etcétera, de las víctimas del terrorismo (con justas diferencias de las víctimas de delitos violentos). Asimismo, la tregua ha contribuido a que todos los grupos parlamentarios hayan pactado la próxima Ley Orgánica de Solidaridad con las Víctimas, que se augura entre en vigor inmediatamente.

Dentro de lo jurídico penal merece recordarse la ley, de 9 de junio de este año 1999, que modifica el artículo 57 del Código Penal para facultar a los jueces la imposición, durante el tiempo que ellos señalen, que no excederá de cinco años, a los delincuentes (también a los privados de libertad) de varias prohiciones. Por ejemplo, la de aproximación a las víctimas directas e indirectas. La de comunicarse con las mismas, la de volver al lugar en que haya cometido el delito o a aquel en que ellas residan.

Como conclusión, por lo aquí brevemente indicado y por otros muchos motivos, tenemos cada día más esperanza de que ETA dejará pronto definitivamente las armas y de que muchas personas e instituciones políticas, académicas, culturales, religiosas, privadas y públicas, en el País Vasco y en el resto de España, nos compremeteremos a programar y procrear inteligentemente "otra cosa" muy distinta que el cese del terrorismo, una convivencia agápica. Sin ella, nuestra existencia carece de sentido, de significado. Con ella, podemos sentir, gustar y disfrutar el misterio fontal que todos llevamos dentro. "Otra cosa".

Antonio Beristain, S. J., es director del Instituto Vasco de Criminología.

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