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Leer y escribir

JULIO SEOANE

Cuando termine el último día del próximo diciembre terminará el siglo que se obsesionó por la lectura. Su antecedente más próximo fue Don Quijote, siglos antes, que se volvió loco por leer demasiado y, además, en silencio y en solitario. Nuestro siglo, poco solitario y menos silencioso, leyó por clases, por religiones, por ideologías. Leyó hasta la destrucción. Pero eso sí, leyó mucho porque todo, absolutamente todo, tenía una lectura y una interpretación. Al principio leyendo para el grupo, para que todos se enteraran y tuvieran una educación, y casi al final con grupos de lectura, donde el libro es lo menos importante porque lo que cuenta es relacionarse con los demás, aunque sea a través de un libro o de una interpretación.

Ahora, a punto de iniciar una nueva época, estamos cansados de leer pero todos queremos escribir. La locura del nuevo Quijote es que, además de apear el tratamiento, escribe muchos libros sobre diferentes cosas y sin que casi nadie lo lea. El negocio de las telefónicas no consiste en que estemos deseando escuchar, es que todos queremos hablar. Se acaba el siglo de las lecturas y de las interpretaciones, y comienza el tiempo de las escrituras y de las realidades múltiples. Ya no tenemos que interpretar lo que ocurre, tenemos que convivir con la pluralidad y con los acontecimientos.

Mañana, por ejemplo, en las elecciones catalanas, se va a escribir una realidad muy compleja y con muy pocas lecturas inmediatas. Los expertos dirán, el próximo lunes, que pasó esto y aquello, pero van a ocurrir demasiadas cosas al mismo tiempo para poder interpretar el futuro. Pujol escribe en varios lenguajes, escribe en catalán, en conservador, en nacionalista, escribe con el PP y con el PSOE. Maragall es más urbano y maneja idiomas, el federal y el socialista, el nacional y el internacional. Pero no están solos y, sean cual sean los resultados, tendrán que hablar con otros, negociar, de forma que el domingo será sólo una realidad entre otras muchas.

Los jóvenes también hablan y cuentan mucho en estas elecciones. Algunos escriben en tradicional, con las viejas letanías de la violencia, inquisidores que castigan los delitos contra su fe. Los viejos líderes, más actuales y en su papel, bailan y corren casi como adolescentes. Otros, menos convencionales y con acento posmoderno, declaran su condición gay, en un gesto lleno de fortaleza, valiente, decidido, enérgico. Con características como esas hemos conquistado reinos y construido imperios. Menos el violento, viejo conocido, todos son lenguajes jóvenes y tolerantes, desde la acción directa hasta los nuevos valores.

Después nos quedará todavía el impacto de las catalanas sobre el resto de realidades. Sobre el modelo de estado, que todavía tiene una sintaxis poco convincente. Pero también en la realidad valenciana, pendiente de los resultados y a la espera de academias. Una realidad la nuestra que, cuanto más se intenta aclarar y pacificar por el procedimiento de premios y castigos, más compleja se hace por momentos. Y es que todos sabemos ya leer, mejor o peor, pero al menos igual que las autoridades académicas o políticas. Ahora no hace falta que nos interpreten, llega el tiempo en que todos queremos también escribir.

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