El golf español no deja de sonreír
Las victorias de Jiménez y Olazábal dan a su equipo el primer triunfo en el mundial oficioso por equipos
Más abrazos, más saltos, más alegría. El golf español sigue de fiesta. El Old Course de Saint Andrews, uno de los campos míticos de este deporte, contempló ayer su imparable ascensión. La Copa Dunhill, el considerado campeonato del mundo por equipos, ya está en las vitrinas españolas.Sin la pasión y la agonía de la jornada del sábado, también por una vez sin los puntos mágicos de Sergio García, España se exhibió: por la mañana se deshizo de Suráfrica en las semifinales (2-1), y por la tarde, en la final, de Australia (2-1). Empujado en esta ocasión por las victorias de Txema Olazábal y Miguel Ángel Jiménez, España conquistó la Copa Dunhill por primera vez en los 15 años de vida del torneo, tan sólo un año después de haberse tenido que conformar con la segunda plaza.
Como el sábado ante Irlanda, le tocó a Miguel Ángel Jiménez el acto final. Pero ayer llegó a él cargado de relajación, con un colchón de dos puntos de ventaja cuando arrancó en el último hoyo, sin la situación desesperada que se le presentó en la víspera. Y de nuevo con el aliento de sus compañeros a la espalda, el golfista español no falló. Finalmente Jiménez no vino a la Dunhill sólo a pasear mientras sus compañeros ganaban los puntos. Decididamente no: un buen trozo de este título, por su seguridad en las dos jornadas finales, es suyo.
También de Txema Olazábal, el que más victorias le ha dado al equipo español. Sólo perdió el sábado ante el irlandés McGinley. Lo demás lo ha contado por victorias. Ha sido el que mejor se ha adaptado a las condiciones meteorológicas, el que mejor ha dominado el viento. Y el triunfo es también, claro, de Sergio García. Ayer perdió sus dos compromisos, pero su sonrisa permanente, sus saltos, la expresividad con la que reacciona a sus golpes y a los de sus compañeros, su mística, siguió como munición impagable.
Sergio García, pese a sus 19 años, pese a que sólo lleva seis meses como profesional, ya colecciona títulos (Abierto de Irlanda, Masters Alemán y, ahora, la Copa Dunhill) y momentos inolvidables. También los dibujó en Saint Andrews: su dominio del enrevesado hoyo 17, su habilidad para superar sus desniveles con un golpe maestro que ha repetido en todas las jornadas del torneo, también ayer; el larguísimo putt con el que forzó el desempate en su duelo de la final con el australiano Parry... Perdió sus dos compromisos -tanto con Parry como con Els, que lo hizo todo bien, que fue el único jugador capaz de bajar del par en semifinales en un día muy dificultado por el fuerte viento-, pero disfrutó como siempre y lo vivió todo con la intensidad de costumbre: por la mañana, cuando ya se olía que no estaba dentro de un buen día, ya se le vio con los manos en cruz y la mirada hacia el cielo gritando algo así como "Dios, échame una mano", justo tras dejar una bola a escasos centímetros del hoyo. Por la tarde, sus saltos eufóricos volvieron a llenar la escena.
Muy serenos, muy en veteranos, Olazábal y Jiménez supieron compensar los tropiezos de su compañero talismán. Por la mañana ganaron respectivamente a los surafricanos Retief Goosen (75-76) y David Frost (73-77), con lo que de paso vengaron la derrota en la final del año pasado. Y por la tarde, ante Australia, que se plantó en la final tras derrotar a Suecia, también acudieron al rescate de Sergio, al que se le escapó a última hora un partido loco: tras un comienzo titubeante con dos bogeys y un birdie, arañó poco a poco cuatro birdies, el último en el hoyo dieciocho, empató en el último suspiro la contienda. Otra vez su manía de convertir en un juego de niños los imposibles. Y, sin embargo, después de un formidable último golpe salvador, perdió el desempate.
Pero estaban por ahí, lo dicho, Olazábal y Jiménez, atentos para llevarse el trofeo a casa. El día, metido en viento -más por la mañana-, estaba para llenarse de bogeys: era casi más importante no fallar que hacer birdies.Ése fue el camino que escogieron Olazábal y Jiménez. Fallaron poco: un birdie y un bogey para Olazábal (72 golpes), y dos bogeys y un birdie para Jiménez (73).
Sus rivales, Stephen Leaney, del guipuzcoano, y Peter O"Malley, del malagueño, se agobiaron en exceso desde el principio. Leaney, en el tramo del hoyo cuatro al ocho perdió cinco golpes, se rindió a la vista de la efectividad de Olazábal y acabó con 78 golpes. Un paseo.
Ligeramente más duro lo tuvo Jiménez, cuya principal habilidad fue la de saber administrar los errores con los que O"Malley le obsequió de salida -dos bogeys consecutivos de inicio y otros tantos más hasta el hoyo ocho-. La reacción del australiano, su entereza pese a la crudeza del resultado, no hizo temblar a Jiménez. Conservó su ventaja, supo llegar al definitivo hoyo 18 con dos golpes de red. No estaba dispuesto a perder.
Sergio se apartó en la última jornada. Dejó que Olazábal y Jiménez cubrieran su cuota de vanidad y también salieran en la foto. Ese retrato de felicidad que alumbra hoy el golf español.
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