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La entesa

Allá por el mes de julio EUPV efectuó una propuesta, dirigida a socialistas y nacionalistas, al efecto de formar una coalición electoral, al menos tripartita, destinada a concurrir frente al PP en la elección de la parte provincial del Senado, coalición a la que proponía denominar Entesa dels Valencians. La propuesta, que cuenta con el antecedente de las primeras elecciones, fue vista con simpatía por el BNV, y significativamente no fue rechazada por el PSPV. Como en cualquier otra coalición electoral el interés primario que mueve la propuesta es, asimismo, electoral: con los mismos votos si el bloque progresista comparece fragmentado la expectativa más optimista es obtener tres escaños de doce, si comparece unida la expectativa pasa a nueve escaños de doce, una prima de tal calibre no es nada desdeñable ciertamente. En puros términos de escaños la coalición permitiría a los socialistas vencer al PP y aumentar en al menos dos puestos (con posibilidades de subir a cuatro, esto es más que duplicar) su score, en tanto que EU y nacionalistas alcanzarían la representación de la que se verían privados en otro caso. Se materializaría así una propiedad del método de elección: otorga primas tan grandes al más votado que contiene un fuerte incentivo para las coaliciones: el que supone pasar del veinticinco al sesenta y cinco por ciento con los mismos votos. Por eso rigió durante la República.Pero el alcance de la propuesta va más allá. La coalición tendría al menos otras dos propiedades que la harían atractiva: de un lado permitiría visualizar la existencia de una mayoría social de progreso en la sociedad valenciana y podría propiciar una dinámica de entendimiento de los partidos de ese bloque de cara a la oposición a la hegemonía valenciana del PP y a la procura de una alternancia en el poder, autonómico y local, a tres años y pico vista; del otro podría permitir privar al PP de su actual mayoría absoluta en la Cámara Alta y privar con ello a los conservadores del control de una de las dos Cámaras del Parlamento del Estado. La "operación Entesa" aparece así como un juego "gana-gana" en el que los participantes no pueden sino ganar (en el peor de los escenarios posibles ofrecerían una alternativa de cambio creíble a nivel valenciano). Además podría abrir la puerta a formas distintas de hacer política, en la línea de la propuesta protagonizada por el señor Maragall.

Pero la Entesa tiene sus costes, problemas derivados del reparto de puestos aparte. Por de pronto supone que los coaligados tienen que asumir que la fragmentación del bloque progresista no es episódica, ni ilegítima, que ése es un bloque plural, y que debe seguir siéndolo, aunque sólo fuere porque otra cosa es impracticable, y porque una reducción de la pluralidad reduciría su audiencia. El abandono de la política de la arrogancia y la absorción, tan ligada al patriotismo de partido en el caso del PSOE, es una exigencia estructural de la Entesa, sencillamente sin ese requisito no habría coalición. A renglón seguido las partes tendrían que asumir que cualquier clase de coalición supone una limitación de su discrecionalidad, sencillamente porque supone un pacto. Como la credibilidad de la Entesa dependería en buena medida de su continuidad, las partes tendrían que hacer el sacrificio que supone el compromiso de crear y sostener un grupo parlamenterio coaligado en la Cámara, con las exigencias de rigor, entre ellas la de sostener el programa común, que necesariamente ha de ser distinto al propio de las partes. Tendría que asumir los costes de un pacto con duración en el tiempo, la limitación de la propia capacidad de acción a lo largo de la Legislatura en el área concreta que la coalición cubre.

Con todo no parece que esos costes sean muy altos, en sí mismos considerados, y aparecen aún más soportables si se comparan con los beneficios que mediante su asunción se adquieren, como acredita la experiencia. La Entesa aparece así como una opción nacional, y es esa propiedad precisamente la que la hace improbable, pues no es la racionalidad un atributo de presencia frecuente en la política de los posibles coaligados en los últimos tiempos. Mas no escapo a la perversa tentación de señalar algo que me parece obvio: si las ventajas de una coalición para el Senado parecen obvias ¿por qué no extenderla a las candidaturas al Congreso? Porque una Entesa en la elección de ambas Cámaras tendría las mismas ventajas y a ella sumaría una adicional nada desdeñable: podría fácilmente procurar el cambio del bigote por la barba en la Presidencia del Gobierno. Cosa que no parece mal, yo uso barba. Laus Doo.

Manuel Martínez Sospedra es catedrático de Derecho Constitucional de la Universidad de Valencia.

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