_
_
_
_

La huida de Porfirio Abel

Un fugado de las atrocidades vuelve a Dili tras vagar con su familia por las sierras de Timor

ENVIADO ESPECIALEl buenazo de Porfirio Abel está convencido de que la Virgen María Auxiliadora, de la que es fiel devoto, salvó milagrosamente a su familia de la muerte a manos de las milicias y el Ejército indonesios. El 3 de septiembre, 24 horas antes del anuncio de los resultados del referéndum y del inicio de las atrocidades, Porfirio Abel, su mujer y sus cuatro hijos, la mayor de 12 años, estaban refugiados en el centro salesiano Don Bosco, en las afueras de Dili. "Estamos desesperados", comentaba entonces a este periódico el técnico de Obras Públicas, de 38 años, miembro de una conocida familia independentista de Timor Oriental.

Las milicias proindonesias habían amenazado con asaltar el centro religioso en busca de los separatistas. Allí se encontraban cerca de 4.000 personas, entre ellas la madre adoptiva del jefe de la milicia proindonesia Aitarak, Eurico Guterres. El superior del centro, el padre filipino Rolando Fernandes, estaba exhausto por la tensión y las noches en vela. Horas después, los periodistas tuvimos que abandonar Timor y los paramilitares, con el apoyo del Ejército, sembraron el terror durante más de quince días.

Nada más regresar a Dili, fui al centro religioso. Estaba destruido. Pero encontré a Porfirio días después, todavía atemorizado. Acababa de llegar del centro de refugiados en Dare, junto a las montañas que se alzan tras la capital. Por azares de la fortuna, su casa no había sido incendiada. Sólo saqueada. El relato de su cautiverio es un ejemplo más del sufrimiento de miles de timorenses en estos días.

"El padre Rolando", dice, "llamó a Eurico Guterres para pedirle clemencia. El jefe de Aitarak llegó en la tarde del día 3. El padre reunió a todos los refugiados, y Eurico Guterres nos prometió que los milicianos no asaltarían Don Bosco. Nos dijo que estaba trabajando para todos los timorenses y que respetaba el resultado del referéndum". Fue a visitar a su madre adoptiva, María da Costa, de 72 años, la mujer que le había criado hasta que se casó. El jefe de los paramilitares de Dili dijo que no había podido visitarla porque estaba muy ocupado. Le contó que salía para Yakarta al día siguiente y prometió que regresaría inmediatamente para evitar desmanes.

"Le esperamos hasta el día 5, pero no volvió. Esa tarde recibimos el ultimátum de las milicias. Ya estábamos allí cerca de 10.000 refugiados".

A la siete de la mañana llegó un grupo de paramilitares armados. El padre Rolando les suplicó que le llevaran a él pero que dejaran tranquila a la gente. Los milicianos le replicaron que regresarían en unas horas para trasladar a los refugiados hacia los campos de Atambua y Kupang, en el área occidental de la isla.

Conocer lo que pasa fuera, es entender lo que pasará dentro, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Porfirio y su familia no tenían tiempo que perder: "Pensé que si iba a la policía me matarían, porque toda mi familia es independentista y bien conocida en Dili. Decidí salir con mi coche hacia el centro religioso de Taibessi, a cinco kilómetros al sur de Dili. Llevé a mi mujer y a mis hijos. Estábamos aterrorizados. Vi a las milicias trasladar a gente hacia los cuarteles del Ejército y la policía. Pasamos más de diez controles militares y pararon a todos los coches menos el mío. Aún no puedo creerlo. Sentí que María Auxiliadora nos ayudó". Llegaron hasta el centro de Taibessi, dirigido por el padre Karim, que sería asesinado después.

Allí pasaron la noche, pero las milicias irrumpieron de madrugada. Tuvieron que salir en tres coches, escoltados por dos jesuitas y un salesiano. "A un kilómetro", explica, "vimos un control del Ejército. De lejos, entendí por sus gestos que nos pedían tabaco. No tenía cigarrillos y les ofrecí un millón de rupias (unas 20.000 pesetas). No las aceptaron, pero nos dejaron pasar. Así conseguimos llegar a las montañas de Dare".

Porfirio Abel dejó a su familia y regresó al día siguiente hacia Taibessi para buscar comida. "Los soldados estaban robando en la casa de los jesuitas. Las puertas estaban reventadas.

El padre Karim apuntó con el dedo índice a la frente de uno de los oficiales y le espetó: "Os dije que no entráseis en la casa de Dios". Poco después nos topamos con las milicias y le dijeron que eran soldados los autores de los saqueos". El padre Karim le acompañó hasta el palacio del gobernador, en el centro de Dili, y regresó a Taibessi. "Aquella noche", relata Porfirio, "los militares entraron en la casa de los jesuitas. El padre Karim salió con una linterna para ver lo que ocurría. Desde la oscuridad, le gritaron en bahasa : "¡Matikan lampu!" . Y dispararon un tiro al aire. El jesuita no hizo caso de las amenazas. Le advirtieron de nuevo. A la tercera, le dispararon en el pecho. Murió desangrado".

Porfirio y su familia sobrevivieron en las montañas de Dare. "Teníamos agua de los manantiales", dice, "y conseguimos en el campo mandioca y maíz. Nosotros pudimos resistir, pero muchos bebés murieron. Por la noche hacía mucho frío y no teníamos casi nada con que cobijarnos. Además temíamos cualquier ataque de las milicias o el Ejército. Afortunadamente no llegaron a las montañas".

La fortuna volvió a reunirnos junto al hotel Turismo, donde se concentró un grupo de tropas australianas y algunos periodistas. Acompañamos a Porfirio a su casa, que estaba completamente saqueada. Al salir, nos dijo: "En las montañas, la gente no llora por sus casas; sólo quiere que Indonesia salga de Timor Oriental".

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_