"Todavía no me lo creo, es como una victoria"
Pocas veces se había visto a Crivillé tan exultante. Los más viejos del lugar recordaban cuando ganó su primera carrera del Mundial. Tenía 18 años y ocurrió en Phillip Island. Pero aquella distante alegría fue algo diferente. La de ayer tuvo tintes de liberación y sabor de acercamiento al título. "Todavía no me lo creo", reconoció después de abrazarse con su novia, Anna, con sus mecánicos, de recibir más felicitaciones que nunca y de atender con una sonrisa de oreja a oreja a los medios de comunicación, a los aficionados en busca de autógrafo y a cualquiera que tuviera delante."Ha sido una de las mejores carreras de mi vida", continuó el piloto de Seva. "Terminar quinto cuando el viernes pensaba que no podría correr es como una victoria. Sabía que tenía que puntuar a cualquier precio. Había que resistir el dolor, controlar la fuerza y medir la sensibilidad, que no es fácil, en especial al frenar. La mano me dolía mucho, pero podía seguir el ritmo de los que iban delante". Crivillé tuvo esta vez la suerte de cara. La elección de neumáticos le favoreció y perjudicó a Roberts. "Para asegurar el resultado he salido con un neumático muy duro, y ha sido la elección más correcta", explicó, "aunque al principio este tipo de gomas resbala mucho y es más difícil de controlar, pero con éste he podido terminar la carrera".
"Cuando he visto que Roberts no podía ir deprisa y que le pasaba, hubiera querido saltar de alegría", añadió. "Primero no sabía si era él o su compañero. Estas cosas son las que permiten comprobar lo impredecibles que son las carreras. Cualquier cosa puede pasar en cualquier momento y un día te sonríe la fortuna y otro día te da la espalda. Por eso, aunque el título está más cerca, hay que seguir peleando hasta el final. En estas últimas carreras voy a correr con cabeza".
Crivillé no quiso comentar la actuación de su compañero Sete Gibernau, que intentó adelantarle incluso en la última vuelta. Nuevamente quedó claro que en Repsol Honda no hay órdenes de equipo. Por eso, Tadayuki Okada, el otro piloto de la escudería, es ahora el enemigo que se debe batir. Aunque puede que la lucha no se prolongue más allá de la próxima carrera, el domingo en Suráfrica. Crivillé viajará allí el miércoles, después de pasar dos días en Zimbabue, invitado por Riders for Health, la organización benéfica con la que colaboran los pilotos del Mundial.
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