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La problemática nacionalista española

Si bien admito algunas de las reiteradas afirmaciones de Fernando Savater sobre la problemática nacionalista española, como su oposición a la violencia de sesgo chovinista y su valentía al oponerse a la misma en su País Vasco natal, no comparto algunas de sus manifestaciones sobre este tema tan recurrente en sus artículos en el diario EL PAÍS. El aspecto fundamental de mi discrepancia se encuentra en que, a mi juicio, la persona verdaderamente no nacionalista o cosmopolita acepta y respeta las diversas culturas, lenguas o tradiciones con las que le ha tocado vivir, no decantándose exageradamente por una en detrimento de la otra. Sin embargo, casi siempre censura a los diversos nacionalismos españoles periféricos, sin criticar ni analizar suficientemente que éstos han surgido, en gran parte, como reacción contra el nacionalismo españolista y excluyente de la época franquista; el cual, por cierto, sigue siendo practicado por innumerables españoles. Así pues, expongo a continuación diversos aspectos de este problema con la ilusión de que puedan esclarecer este conflicto que perturba la buena convivencia cívica entre los españoles: 1- Fernando Savater nos quiere hacer ver que la lengua que cualquier ciudadano utiliza entra en el reino de su libre elección, como si la lengua perteneciese más al ámbito de la libertad individual que al patrimonio colectivo de un pueblo o una cultura. Desde luego, disiento de ese parecer, pues las ideas políticas y religiosas sí pertenecen al ámbito privado de la libertad individual, no sucede lo mismo con la lengua. Por ejemplo, si en mi pueblo natal de Castilla se habla castellano, yo debo dirigirme cuando me encuentre en aquel lugar en la lengua que allí se habla y me han enseñado. Pretender conversar en mi pueblo en francés, catalán, gallego, vasco; portugués, ruso, inglés, etc., no entraría en el terreno de mi libertad sino en el del libertinaje y la locura. Si, por la causa que fuera, después he vivido casi toda mi vida en Alicante (también en Cocentaina, Palma de Mallorca, Alcalá de Xivert, San Vicente, etc), me figuro que igualmente es ético que respete la lengua autóctona del lugar donde mis padres buenamente se establecieron. Que yo utilice más el castellano es del todo natural por tratarse de mi lengua materna; sin embargo, creo que el castellano y el valenciano (dialecto del catalán) pertenecen a pueblos y culturas desde hace siglos y aquí no debería de entrar en juego las preferencias individuales sino, más bien, el reconocimiento y respeto por las realidades culturales donde se resida; puesto que las lenguas, como el patrimonio artístico y natural, son realidades objetivas que merecen la debida protección y pertenecen menos a la esfera de lo privado o de las creencias en general. 2- Me figuro que una persona éticamente madura no contrapone el español y el catalán, el español y el euskera, etc., sino que si vive en una zona bilingüe, si es verdaderamente cosmopolita, tratará de sumar y no de restar; es decir, se mostrará feliz enriqueciéndose con las dos lenguas, y no querrá la marginación o desaparición de la que a él no le interese por la razón que fuere, normalmente por la comodidad de no esforzarse en aprenderla. No obstante, reconozco lo dificultoso de actuar lingüísticamente con equidad, pues lo normal -por algo somos animales culturales, pero animales al fin y al cabo- consiste en que si tu lengua materna es la dominante (el castellano), te aproveches de la situación y vivas como si no existiese la lengua dominada (gallego, catalán o vasco). Lo cual resulta muy fácil de llevar a la práctica por el hecho de que todos los españoles conocemos el castellano o español. 3- En España se suele calificar despectivamente de nacionalista casi exclusivamente a los periféricos (gallegos, vascos, catalanes, etc.) sin que muchos nos molestemos en considerar que esos españoles, en casi todos los casos, no serían nacionalistas si hubiesen nacido, valga el ejemplo, en Valladolid, donde en su ciudad, su escuela, etc., se respetaría, sin duda, su cultura y lengua castellanas. Recuerdo que, un catalán de Convergència i Unió, me dijo algo muy significativo: "Yo quisiera no ser nacionalista, pero las circunstancias me lo han puesto difícil: en la escuela no me han enseñado mi lengua, muchos del resto de España desprecian la sardana y todo lo catalán y parece el deporte nacional aborrecer a Cataluña y a los catalanes, cuando nosotros aportamos más que otros a la riqueza de España y a su deseable europeización". 4- El aspecto que más conflictos ha creado alrededor de la problemática nacionalista, quitando la violencia terrorista -pese a que casi ningún intelectual suele mencionar-, es que como con anterioridad a la instauración de la democracia el catalán, gallego y vasco no gozaban de ningún reconocimiento oficial o institucional, miles de españoles monolingües o castellanohablantes se revelan contra el hecho de que en la actualidad dé puntos al funcionario de las autonomías bilingües que acredite su conocimiento, se exija su dominio lingüístico o se obligue a reciclarse a los funcionarios docentes, etc. Sin embargo, si la Constitución española y los estatutos de autonomía democráticos amparan y protegen esas lenguas españolas, ¿a qué se debe esa fuerte oposición? ¿Tal vez el nacionalismo españolista es excluyente lingüísticamente y sólo reconoce el castellano? 5- Fernando Savater suele advertir contra el derecho de autodeterminación por excluyente, si se lleva a cabo: una parte de un pueblo se autodetermina y persigue, expulsa o elimina a la otra parte. No obstante, no siempre ocurre de esa forma, ni ha sucedido en Eslovaquia, la República Checa, Lituania, etc. Y es bastante improbable que, si hipotéticamente un líder autonómico español alcanzase la independencia de su territorio, marginase o reprimiese el uso del castellano o expulsase al resto de los españoles de su reciente nación. No creo que Fernando Savater sospeche sinceramente tal hipotética barbarie, por ejemplo, de Jordi Pujol. A mi parecer, la solución ideal de los problemas que acarrean los distintos nacionalismos que se practican en España se encontraría en que fuera ganando fuerza el cosmopolitismo en nuestro país; pero eso sí, un tipo de cosmopolita auténtico que respete la/s lengua/s y la/s cultura/s del territorio donde se viva; puesto que el auténtico individuo no nacionalista no admite, de ningún modo, que unas personas, lenguas o culturas sean superiores a las otras, sino que acostumbra a adaptarse en el medio donde resida sin crear conflictos lingüísticos ni avivar la llama de ningún tipo de chovinismo.

Raimundo Montero es profesor de Filosofía.

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