Coger

Leo, sobrecogida (utilizo el verbo coger en su acepción del castellano peninsular, pues en el sentido con que se usa en algunos países latinoamericanos, no estoy sobrecogida en absoluto), que los jóvenes españoles sólo hacen el amor 66 veces al año, cuando el promedio mundial es de 98 oportunidades anuales (que tampoco es como para lanzar cohetes, con franqueza: se lo dice alguien que fue sobrecogida en porcentajes mucho más generosos durante la loca juventud).Reconozcan que ambas cifras, amén de bajas, resultan infames para la división, y mucho más frustrantes: por semana, viene a salir a 1 polvo punto 26 para los chavales de casa, y 1 polvo punto 88 para los ajenos o foráneos. En tiempo real, calculando que invirtieran en cada gesta diez minutos (poniéndonos en mucho, pues sabemos cuán fogosa es la juventud: antes lo compensaban con la incomparable capacidad de recuperación y la frecuencia con que le daban al asunto), llegaríamos a la conclusión de que, en un lozano año de vida juvenil, España dedicó 10 horas al asunto, contra las poco más de 16 que invirtió la muchachada mundial.

Tal noticia se produce el mismo día en que me lanzo como un perro a husmear la farola con que el conde Lequio nos alumbra desde ahora en una página web de Internet que, por lo visto, no tiene mejores ideas para iluminar a la parroquia. Confieso que lo hago con la secreta esperanza de que el virtuoso instrumentista se marque un solo en tres dimensiones, pero mi chasco es grande cuando compruebo que es un cursi que se dedica a escribir comentarios irrelevantes sobre la moda, la Pasarela Cibeles y la belleza de las modelos. Cierto tipo de gentes no debería utilizar el lenguaje articulado. Es más, creo que Lequio estaría mejor ejerciendo de mimo enhiesto de Álvarez del Manzano en el Retiro.

En medio de este ambientazo sexual, me llama mi ginecólogo para decirme que me toca revisión y que ya tiene a punto y convenientemente entibiado el desatascador reglamentario. Iré. No por amor, sino por nostalgia.