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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Asombro

Últimamente, cuando circulo con el coche, sea en ciudad o en carretera, constato cada vez con mayor asombro cómo día a día es más difícil ser conductor y salir ileso del intento.De un tiempo a esta parte, con la proliferación de mensajeros, repartidores de pizza, adolescentes motorizados, autistas ante los semáforos, aprendices de Àlex Crivillé y moteros en general, que toman la calle como circuito de velocidad, se queda uno perplejo al ver las incontables maniobras peligrosas -por no hablar de la legalidad- que se hacen con total impunidad por sus autores, e incluso me atrevo a decir, con la complacencia de los guardias municipales de tráfico. Son maniobras que, por habituales, están acabando por resultar normales.

Ya sé que los moteros no acusan a los conductores de no respetarles, ya sé que dicen que lo que pasa realmente es que tenemos envidia por no tener su movilidad. Todo esto me parecería muy bien si ellos no me obligasen a mí a preocuparme por su vida y, de paso, por no arruinar mi futuro. Afirmo que administran mi miedo a matarles. Nos obligan a no acelerar o tocar el freno, cuando súbitamente pasan en diagonal entre mi coche y el del carril vecino, habiendo apenas un metro de espacio entre ambos. En general, no respetan jamás lo que se llama "zona de incertidumbre", espacio que tanto reclaman ellos a los coches en los adelantamientos. Hoy día ya no basta con que circule por mi carril: estoy obligado a ir centrado en él milimétricamente, ya que si por cualquier motivo mi coche va un poco a la izquierda al tiempo que el del carril del lado izquierdo se escora a la derecha, aunque ambos estemos dentro de nuestro carril, corremos el riesgo de ser mirados como asesinos cuando seamos adelantados por esa moto que avanza sin tregua y a toda velocidad por la misma raya.

Por si todo esto fuera poco, si me encuentro circulando por una vía de doble sentido, está claro que ir por el carril de la izquierda es como jugar a los bolos, pero sin querer tumbarlos. Veo atónito una y otra vez cómo se dirigen a mí por mi propio carril y en dirección prohibida, teniendo finalmente que variar mi dirección para con un hábil dribling evitar empotrarme contra ellos. Nuevamente, juegan con mi miedo. Cuando les veo por el retrovisor, pienso que lo mejor es dejarles pasar, quitártelos de encima, darles paso con la intermitencia. Cuando no haces esto, corres el riesgo de decidir un adelantamiento a la vista de una moto que permanece durante cierto tiempo detrás, pero que de forma inverosímil ya está al lado de tu puerta cuando giras el volante para hacer la maniobra. No les entra en la cabeza que no se puede reaccionar a su velocidad; a veces, no les entra en la cabeza ni el casco.-

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