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CICLISMO Vuelta a España

Vandenbroucke personificó la diferencia de clases y de clase

La joven estrella del ciclismo belga suma su primera victoria en la ronda española

Luis Gómez

Jon Odriozola llevó con gran entereza la situación, digno en su condición de gregario. Viajaba hacia la meta escapado junto al belga Frank Vandenbroucke, un corredor cinco años más joven, guapo, brillante en su palmarés, lo que se dice una estrella en ciernes del ciclismo mundial. Un jefe de filas: no tiene que ir a por agua, trabaja para sí mismo. Odriozola viajaba en balde, porque nadie daba un duro por sus posibilidades de victoria. No había recursos técnicos, tácticos o de cualquier otra índole que no fuera el puro azar, disponibles para él: la derrota era irremediable. De todo punto. Sucedió lo que estaba escrito: ganó el joven, brillante y guapo corredor belga. La bastó un golpe de pedal, fue suficiente con que enseñara sus intenciones de ganar. Pero Odriozola no mostró disgusto por ello; no hubo pesar ni decepción de su parte. Es más, proclamó su satisfacción por el trabajo bien hecho. Trabajo para el equipo, que es lo suyo.En esa escapada estaban representadas las dos categorías del pelotón ciclista, la de los señores y la de los domésticos, pero sin apariencia de lucha de clases. Odriozola no estaba dispuesto a rebelarse, no pensaba en provocar, en subvertir el orden natural del ciclismo desde tiempo inmemorial. ¡Qué fácil es decirlo! Odriozola tenía un trabajo pendiente y no pasaba por liarse la manta a la cabeza. Colaboró con el señor Vandenbroucke lo que buenamente pudo, consciente de que la escapada era buena para el equipo Banesto (de nuevo la clasificación por equipos a estas alturas de la vida). Con menos fuerzas en las piernas y menos recursos disponibles aceptó el reto de hacerle compañía y le escoltó hasta la meta. Odriozola es un hombre austero, de los que sufren en silencio, acostumbrado a trabajar para otros. Y Odriozola es duro, tanto como para haber empezado el pasado Tour con una costilla rota y llegar hasta París con derecho a recibir la medalla correpondiente. Odriozola no ha ganado una sola etapa en su carrera profesional.

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Vandenbroucke, más de 40. No crean que estuvo ayer cerca de conseguirlo el corredor español. Estaba muy lejos. Nadie trató de consolarle en su equipo. Todo lo contrario, mereció la felicitación general. Días antes había trabajado para la victoria de Zülle; en su cuenta particular, está haciendo una buena Vuelta. Vandenbroucke suma así su primera etapa en la Vuelta a España, victoria que parecía cantada desde el momento en el que se escapó junto a otros 11 corredores recién iniciada la etapa. El grupo lo formaban gente de diversos orígenes inscritos en varios equipos, pero de entre ellos sólo Vandenbroucke tenía un reconocimiento indiscutible. No era un peligro para el líder (estaba situado a algo más de media hora de Ullrich), porque afina en esta Vuelta su preparación para el Mundial, pero deseaba no marcharse de vacío de la carrera, so pena de que su equipo siga perdiendo unidades (al Cofidis le quedan tres corredores en activo). Así que eligió día y hora y jugó con la etapa con una facilidad que hace honor a su prestigio. Primero colaboró, luego reguló en medio del grupo, más tarde dijo que se iba...y se marchó.

No le importó quedarse con la compañía de Odriozola en la seguridad de que la etapa dependía únicamente de sus fuerzas. Lo demostró con creces porque obtuvo una renta de casi cinco minutos sobre sus ex compañeros de escapada. En un empujón de casi 40 kilómetros obtuvo tan jugosa renta: no era cuestión de hablar de diferencia de clases sino de diferencia de clase.

Vandenbroucke puso la única nota de color a una etapa digna para el olvido, una de esas jornadas que sólo obran a beneficio de inventario. En ese sentido, la Vuelta tiene fortuna este año: no es lo mismo una victoria de Vandenbroucke, de Ekimov, de Zülle, en acciones de escapadas con permiso de la autoridad, que de otros cuyo nombre no es necesario mencionar. Vandenbroucke en el podio de vencedores da lustre a la carrera: rubio, guapo, brillante en su palmarés, cuidadoso con su aspecto, coqueto en la elección de sus gafas de sol. Vandenbroucke queda bien. Detrás suyo no hubo nada que objetar, nada que debatir. El pelotón se mantuvo en cerrada formación camino de Teruel por una carretera incómoda por sus irregularidades, la típica jornada que mostró el abismo que existe entre la teoría y la práctica. Sobre el papel, se hablaba de un terreno propicio a las emboscadas, a la lucha por infiltrar corredores y maniobrar a larga distancia. En la realidad, los ciclistas acusan el paso de los kilómetros y el efecto de los cambios de tiempo y no están para hacer ciclismo de salón. Moverse no se movió nadie, porque todos saben lo que queda por delante. El pelotón parece más entregado a matizar las posiciones ya conquistadas que a soñar despierto. Son días propicios para gente con otros intereses más discretos. O bien para un corredor con clase con algún apetito. Caso de Vandenbroucke.

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