Momentos
VICENT FRANCH En una semana parecen haberse despejado varias incógnitas cuyos desenlaces se juzgan calamitosos, o sorprendentes, o simplemente extraordinarios a la luz de su contundencia, pero se olvida que las verdaderas razones de estos lodos están en viejos hechos. Y así, el eterno rumor de la siempre inminente explosión de las diferencias de estrategia económica en el seno de la empresa editora de Las Provincias acabó por cumplirse; la reiterada y sugerida pero nunca sentenciada incapacidad de la nomenklatura valenciana del PSOE para entenderse entre ellos explotó a la luz pública en un acto litúrgico previsto precisamente para conjurar ese riesgo; y, finalmente, la muerte previa de UV repetida hasta el hastío por amigos, enemigos, analistas y víctimas dio lugar a un congreso donde la división sólo supuso un alivio para los que se van. Se cumplieron, pues, y de verdad, los vaticinios/deseos tantas veces aireados por unos y otros, y en los tres casos se dejó tras de sí un camino sin gloria sembrado de cadáveres políticos. Pero ni lo del diario decano fue el resultado de críticas internas o clamores públicos contra la línea dura de Beemoth mediático que le imprimió su hasta hace poco directora, ni lo del PSOE la confrontación lógica o legítima de proyectos contradictorios, ni lo de UV la rectificación lúcida de sus burradas en la postrera hora del tránsito. Ocurrieron hechos que sin duda tendrán trascendencia en la política de los próximos años, y, a pesar de las apariencias, ninguno de estos episodios va a remediar -a mi modesto entender- los daños perpetrados. Porque María Consuelo, mi antigua directora de aquellos breves años en que LP brilló como diario consciente del cambio histórico, replegada rápidamente hacia lo que la derecha local le pedía cuando el PSOE arrasó en las urnas, sólo fue el mero brazo periodístico, un instrumento de una dimisión social y política hacia lo propio de buena parte de la burguesía valenciana y de sus deudos burócratas y no la inventora de nada exótico. Su contribución está viva, y las consecuencias de ella perduran en el descrédito identitario que vivimos y arrastramos. El daño se consumó. Ella ya no les es necesaria. Pero cayó por otras razones, digamos que de empresa. En el caso del PSOE, nada hay que no pudiera saberse desde que perdió aquí en el 93 las generales, y poco después las autonómicas valencianas: Un partido que nació con el aluvión de gente de todo pelaje a cuestas y que logró cómodamente el poder casi al día siguiente de salir a la luz, después de tantos años de gobierno, volvió a la ensalada ideológica virtual del principio, ahora con la carga obsesiva de buscar acomodo a sus ya irreductiblemente profesionalizados cuadros políticos. ¿Cómo había de discutir ahora de ideas, si renunció a principios de los ochenta a las pocas que había ensayado? Discutió sólo de puestos, de puestos fijos y de mando. Y ahí no hubo nada. Ni lo habrá. Quienes en la base de esas siglas quieran contribuir a la política del futuro harán bien en buscarse la vida en otra parte. Y lo digo como analista, y como ciudadano. Y con pena, con mucha pena. Y lo de UV, pues nada, que acabó la pesadilla. Nos habrían decepcionado si se dejaban ganar por la sensatez. Ocurrió lo inevitable, también. ¿Duda alguien de las victorias aplastantes del PP? Vicent.Franch@uv.es
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