Málaga acoge el primer congreso mundial sobre Shakespeare y el cine Se cumplen 100 años de la primera adaptación de una obra suya
Ni Scott Fitzgerald, ni Truman Capote, ni Dalton Trumbo, ni Rafael Azcona. El mejor guionista cinematográfico de todos los tiempos murió casi 300 años antes que los hermanos Lumiére inventaran el cinematógrafo. El que Shakespeare in love acaparase siete oscars en la última edición de los premios de Hollywood no fue una casualidad. Los más afamados shakespearólogos del momento no dudan en un afirmación que hace años hubiese sido anatema entre los sesudos academicistas: "Si Shakespeare hubiese nacido en nuestra época sería guionista de cine". Muchos de estos especialistas, hasta 200 de 20 países, están reunidos hasta el viernes en Benalmádena (Málaga) bajo organización del departamento de Filología Inglesa de la Universidad de Málaga (UMA) en el primer congreso que se celebra sobre las relaciones entre el poeta de Strafford-On-Avon y el cine, Shakespeare on screen: the centenary conference (Shakespeare en la pantalla: el congreso del centenario). El centenario se refiere al tiempo que hace que por primera vez una obra de Shakespeare se llevó al celuloide. Fue en 1899. Una grabación promocional que una compañía británica hacía de la obra Rey Juan para el teatro y de la que se conserva un minuto donde el protagonista agoniza, y que fue proyectada ayer durante el congreso. Adaptaciones mudas En la época del cine mudo se adaptaron muchas veces sus piezas teatrales. Así lo explicará Kenneth Rothwell, profesor emérito de la Universidad de Vermont (EEUU) y máxima autoridad mundial en las relaciones entre Shakespeare y el cine, el viernes en la clausura del congreso. En los 30 años de cine silente se hicieron más de 400 películas sobre Shakespeare, la mayoría perdidas. "Un dato para los que creen que la relación entre Shakespeare y el cine es cosa de hace pocos años; en tiempos del cine mudo se llegaban a hacer hasta 15 ó 20 películas al año basadas en él", recuerda el profesor de Literatura Inglesa de la UMA José Ramón Díaz, coordinador del congreso. Díaz, que defiende el beneficio que estas adaptaciones han tenido a la hora de llevar a los alumnos a los textos originales, recuerda cuál ha sido la obra más adaptada: Hamlet, seguida Romeo y Julieta. De Hamlet se han hecho adaptaciones tan peregrinas como un western titulado Johnny Hamlet donde el protagonista era un vaquero que dudaba al disparar su Colt, o las escenas donde Arnold Schwarzenegger en El último gran héroe juega con calaveras que resultan ser granadas. En el caso de Romeo y Julieta, no hay que irse a Zeffirelli ni recordar cómo las adolescentes gemían con Leonardo di Caprio. La más famosa adaptación fue un musical donde tras la eterna trama de enamorados se hablaba de las difíciles relaciones entre hispanos y wasp en Nueva York: West Side Story. Tampoco será la primera ni la última vez que Shakespeare acaba siendo excusa para un musical: Kiss me kate era una adaptación de Las alegres comadres de Windsor. Y precisamente ayer, durante la conferencia inaugural que ofreció Russell Jackson, asesor literario de las películas de Kenneth Branagh y de la oscarizada Shakespeare in love, se emitieron en primicia cinco minutos de la próxima adaptación que Branagh hace de Shakespeare, Trabajos de amor perdidos. Fred Astaire En la escena, ambientada como un musical de los años treinta, Branagh convierte su personaje en un trasunto de Fred Astaire. Las sorpresas no acabaron ahí. Jackson proyectó también el final que nunca se emitió de Shakespeare in love. En éste, Gwyneth Paltrow al arribar a la isla pregunta: "¿Dónde he llegado?". "A América", le responden, en una humorada, una especie de bucle temporal donde se explicaría la fascinación de los americanos por un autor británico: Julieta ya los visitó hace siglos. De hecho, la mayoría de los congresistas es estadounidense. ¿Pero por qué se utiliza tanto a un autor con casi 400 años de tierra encima en un arte tan moderno? Díaz y los congresistas consensúan la respuesta: "Shakespeare escribe historias que atraen; su carpintería teatral es perfecta y avanzada; recursos que él explotaba como los cambios de escena o las escenas simultáneas, son muy utilizados por el cine. Y sin incidir en que muchas historias que se filman son un insulto a la inteligencia, Shakespeare tiene la virtud de la universalidad: lo entienden en Inglaterra, en Rusia o Japón". Y debe ser cierta esta última aseveración porque los profesores eligen una película de Akira Kurosawa como la mejor adaptación del espíritu shakespeariano al cine, Trono de Sangre. Curiosamente, en ella no había una sola palabra escrita por Shakespeare. Ya lo decía Peter Brook: "si quitamos las palabras aún queda Shakespeare". ¿Y un ranking? Díaz está dispuesto. Los mejores actores: Lawrence Olivier, Branagh, Judy Bench, Emma Thompson. La mejor adaptación, además de Kurosawa, Las campanadas a medianoche de Orson Welles, El sueño de una noche de verano de Max Reinhardt. "Antes hablarle a un profesor de universidad de cine para explicar a Shakespeare era de mal gusto: hoy el cine puede ser una magnífica herramienta docente", recuerda Díaz.
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