La goleada más aburrida
El Atlético despacha al Ankaragucu en un partido insoportable que fue un homenaje a Molina
Nadie ni nada en el Calderón. La gente se escapa, huye despavorida. Y todo porque se aburre, porque no aguanta al Atlético, un equipo insoportable. Que no transmite ni en las goleadas, que no arranca aplausos ni siquiera ante el Ankaragucu, una banda se mire por donde se mire.Ganó al Atlético, lo que es noticia en esta temporada, y dejó resuelta la eliminatoria, que está incluso bien, pero su imagen volvió a ser deplorable. Sigue el drama. Ranieri volvió a meter al equipo en una coctelera. Rediseñó la alineación, con Molina en la portería y Aguilera en el carril derecho, y cambió de sistema. Dos veces además, una composición de salida (3-4-1-2) y otra tras el descanso (4-4-2 sin rombo, casi 4-2-4). Total, cuatro partidos y cinco dibujos distintos. Así se escribe la era Ranieri, a revolución diaria. Y visto lo visto, el italiano debe probar nuevas combinaciones. Porque tampoco funcionó el Atlético ayer. Todo lo que ocurrió se debió más al rival que a las propias prestaciones rojiblancas.
ATLÉTICO 3 ANKARAGUCU 0
Atlético: Molina; Gaspar (Paunovic, m.46), Gamarra, Chamot; Aguilera, Bejbl (Solari, m.46), Baraja, Capdevila; Valerón; Hasselbaink (Pablo García, m.84) y Correa. Ankaragucu: Ozkan; Kutlu, Özlem, Sarman; Mbele Koung (Yildiran, m.65); Hatipoglu, Sezer, Baidoo, Baris (Aksancak, m.63), Mikalele; y Keles (Oum Ndeki, m.69). Goles: 1-0. M.42. Capdevila saca una falta desde la derecha, muy cerrada, y Gamarra cabecea a la red. 2-0. M.45. Aguilera contragolpea con velocidad, recorre cincuenta metros y toca en vertical para Hasselbaink, que bate a Ozkan por debajo de las piernas. 3-0. M.57. Solari profundiza para Hasselbaink, que llega hasta el fondo y centra atrás. Paunovic empuja a gol. Árbitro: Dardenne (Alemania). Tarjeta amarilla a Kutlu, Capdevila y Sezer. 4.000 espectadores en el Vicente Calderón. Ida de la primera eliminatoria de la Copa de la UEFA. Los jugadores del Ankaragucu pasearon una pancarta con el lema "Gracias por su solidaridad". A los nueve minutos, el partido se interrumpió y se guardaron unos segundos de silencio por los muertos en los terremotos de Turquía.
Sólo se gustó el Atlético cuando el partido estaba completamente roto, cuando ya no valía. Con el 3-0 ya en marcador y el tal Ankaragucu completamente descolocado, con cinco tipos juntos en un rincón del campo y otros cinco en la otra punta; luego, ocho en un lado y dos en el opuesto, en estado de caos. Cuando ya los turcos, o los turcos y los extrajeros del equipo turco, ni le ponían ganas y andaban más pendientes del reloj que de otra cosa. Entonces sí se vio un poco de Paunovic, otro poco de Solari, otro de Valerón...
Pero antes, durante los 42 minutos que precedieron al gol de Gamarra, no sucedió nada. El Atlético se atascó en un fango que no existía, se metía en líos simplemente por su propia impotencia. Porque el Ankaragucu no disimuló sus descomunales carencias. Bastaba decirles ¡uh! al oído y los turcos lo dejaban todo: mandaban la pelota al otro barrio y se volvían hacia atrás. No llegaron hasta Molina en todo el primer tiempo. Sólo Ozkan, su portero, se hizo notar con media docena de buenas intervenciones. Lo demás fue un poco de esfuerzo, unos cuantos marcajes al hombre que contribuyeron a revolver todavía más la escena, y cientos de pases al contrario, balones perdidos y movimientos mal hechos. Una ruina este equipo turco, un rival de pacotilla.
El Atlético dominó, pero sin ninguna conexión ni sentido. Los rojiblancos abusaban de la conducción y se dejaban llevar muy poco por el toque de primera, una suerte que sin duda habría abierto al rival de par en par. Pero no. Se retenía mucho la pelota, se jugaba excesivamente lento y hasta escaseaban las ocasiones.
Goles entre bostezos
Hasta que en una falta junto al área, Capdevila cerró mucho el balón y Gamarra lo empujó cómodamente a la red. El Ankaragucu se derrumbó para siempre. Más cuando instantes después Aguilera corrió todo el campo y metió un pase inteligente para que Hasselbaink marcara su primer gol oficial como jugador del Atlético. 2-0, pero el Calderón seguía bostezando.
Ranieri retiró a Bejbl -horrorosa su primera parte- y a Gaspar tras el descanso y sacó a Solari y Paunovic, que le dieron otro color al Atlético. No tienen derecho a sacar pecho, pero al menos ambos supieron hurgar en los pasillos que les concedía un rival desorganizado y vulnerable. También se movían los rojiblancos con otro dibujo (4-4-2), lo que le permitió aprovechar las bandas desde más arriba.
Tras el 3-0, el Atlético decidió esmerarse. Intentó agradar a la sufrida hinchada -a la escasa que acudió ayer al Manzanares-, y lo consiguió, pero por el camino insospechado. Puso tanto empeño en atacar que se abrió por atrás y le dejó espacios al Ankaragucu para que corriera contragolpes, para que se acercara a Molina, el nuevo ídolo local. Algo ha logrado Ranieri con su idea de arrebatarle caprichosamente la titularidad al guardameta del Atlético, o los que tomaron la decisión por él: engrandecer la figura de Molina, convertirlo en el nuevo Futre, el nuevo López, el nuevo Simeone, el nuevo rey del Calderón. No había casi nadie en las gradas, pero el nombre del portero retumbó. Cada saque de puerta, cada balón que agarraba por alto, cada sencilla parada que hacía, el público lo respondía con una estruendosa ovación. No era su actuación para vítores, pero sí su situación. El seguidor del Atlético quiere a Molina, le considera injustamente tratado y por eso le ha construido un hueco en su particular santoral.
Así que a falta de fútbol y diversión, en la goleada más aburrida de la historia, a la espera de que Kiko reaparezca y trate de resucitar a este equipo -es la última esperanza del colchonerismo que agoniza-, el público, entre bostezo y bostezo, le dedicó un homenaje a Molina. Su nuevo Cid Campeador.
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