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TERROR EN TIMOR

La crisis de Timor no deja huella en Asia

El conflicto en la ex colonia portuguesa no ha perjudiciado a la incipiente recuperación económica de la región

¿Corre el riesgo la guerra civil en Timor Oriental de segar, por un efecto de contagio psicológico, las jóvenes raíces de la recuperación económica en Asia? Hasta ahora, el terror en Indonesia ha tenido escaso impacto en las bolsas y las monedas de la región, que, pese a haberse debilitado, no se han hundido. Mientras que el poder central en Yakarta siga en pie y consiga evitar una balcanización del archipiélago, los proveedores de fondos no parecen dispuestos a retirarse.Lo que les retiene es la certeza, subrayada en el informe que hoy publica el Banco Asiático para el Desarrollo (BAD), de que "las perspectivas de la región han cambiado de forma brutal, al pasar de una recesión prolongada a una rápida recuperación".

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Desde el comienzo del año y, sobre todo, desde el segundo semestre, todos los países de Asia, ayer golpeados por la recesión, han restablecido el crecimiento. Tras Corea del Sur, que alcanzó en el segundo trimestre un crecimiento de hasta un 9,8%, Taiwan, Singapur, Filipinas y Tailandia también se han recuperado, seguidos por Malaisia e incluso por Hong Kong, que parecía no querer salir del círculo deflación-recesión.

En todas partes parece haberse desencadenado una tendencia positiva: reequilibrio de la balanza de pagos corrientes, recuperación de las reservas en divisas, vuelta de los capitales extranjeros y alzas espectaculares de las bolsas de la región que han permitido a los bancos centrales locales bajar sus tipos de interés a unos niveles inferiores a los de antes de la crisis, una política presupuestaria de reactivación que ha provocado una leve recuperación de la demanda interior y de los intercambios interregionales, etcétera.

Además, los economistas del BAD prevén para 1999 y para el año 2000 un crecimiento anual del 5,5% del PIB asiático, sin contar a Japón.

Sin embargo, esta nueva mirada sobre Asia, impregnada de un optimismo voluntarista, parece pasar por alto los puntos débiles de esta recuperación: sin mencionar siquiera los esfuerzos de reformas sin terminar, no se puede olvidar que lo que se denomina "recuperación" se deriva en gran parte de un efecto óptico debido a la confianza recobrada. En primer lugar, el hundimiento de sus exportaciones y de su producción fue tal en el año 1998 que la más mínima estabilización tiene aires de recuperación. Es lo que los economistas han venido a llamar "el efecto de base".

No obstante, hasta la fecha, aparte del auge de las exportaciones electrónicas de Corea del Sur, de Taiwan, de Malaisia y de Singapur, vinculado al efecto 2000, las exportaciones de los productos industriales que no son de alta tecnología no se han recuperado realmente.

Dado que la producción de estos países (China aparte) cayó en un 25% durante la crisis, necesitarán seis años, a razón de un crecimiento anual del 5%, para volver a alcanzar la producción de 1996. Así pues, aún está muy lejos.

En segundo lugar, la reactivación de la demanda, tanto en Corea del Sur como en Malaisia, se debe ante todo al reabastecimiento de unas economías que, a falta de créditos, vivieron durante muchos meses de sus reservas.

En tercer lugar, la vuelta de numerosos compradores a los almacenes y, en especial, a las tiendas de productos de lujo, en Corea del Sur, Malaisia, Singapur y Hong Kong, ha seguido de forma mecánica a la recuperación de la Bolsa.

¿Cuánto tiempo durará este "efecto de riqueza", acentuado por un deseo de recuperar el terreno tras dos años de vacas flacas, cuando las bolsas han dejado de subir y el empleo todavía no se ha reactivado? ¿Bastará la fuerza de las anticipaciones en Asia para hacerla durar? ¿Y quién se pondrá a invertir cuando no son pocas las empresas que han cerrado y subsisten importantes excedentes de producción en Corea del Sur o en Tailandia?

Dicho claramente, nada indica que la verdadera demanda interna, que se alimenta con creación de riqueza y de empleo y capaz de iniciar un crecimiento duradero, haya tomado ya el relevo.

Ahora más que nunca, Asia, que sigue sin conseguir consumir lo que produce, depende de Estados Unidos y, en menor medida, de Japón; de sus capitales, de sus empresas y más aún de sus mercados. Si Wall Street, que avanza dando tumbos, tropieza llevándose consigo el poder del consumidor estadounidense, o si la recuperación en Japón, que se apoya con gran esfuerzo en un enorme déficit presupuestario, se agota, Asia verá muy pronto cómo se reabren sus recientes cicatrices.

La violencia en Timor Oriental nos ha recordado que Asia ha vuelto a ser una zona donde se han multiplicado los riesgos políticos. Esto es lo que convierte su dependencia del extranjero en un talón de Aquiles especialmente frágil, dado que se ha demostrado que la confianza puede tornarse en desconfianza con gran rapidez.

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