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Gloria

NEGRITASMálaga ocupa un lugar de privilegio en el planeta. Antonio Banderas ha anunciado que Crazy in Alabama, su primera película como director, se verá en el Teatro Cervantes el lunes que viene. Estreno mundial, que quede claro: mundial y en Málaga. Será una función benéfica, no sólo porque la recaudación va a la Fundación Casa del Actor y al Hogar Nuestra Señora de los Ángeles, sino porque evitará que a la alcaldesa Celia Villalobos le dé una apoplejía. Porque han pasado ya dos ediciones del Festival de Cine Español sin que las obligaciones de Banderas le hayan permitido asistir y posar sonriente con la alcaldesa. Y tanta ausencia ha tocado el alma sensible de Villalobos, que cada vez cantó la llegada del actor-director con entusiasmo efervescente, y cada vez quedó desairada por problemas de rodaje y exigencias del guión. Ahora sí: viene Banderas, viene Melanie Griffith, viene la actriz Antonia San Juan a presentar la gala, vienen famosos. La alcaldesa ya puede respirar y desempolvar su kit de lentejuelas. Más argumentos a favor de la posición estratégica de Málaga en la Tierra: en estos días ha sido origen de dos grandes expediciones rumbo al Lejano Oriente. La primera, la de los montañeros andaluces que coronarán el Everest en marzo del año 2000. Málaga-Zurich-Viena-Katmandú, ese fue su itinerario. En el momento de la partida, el jefe de la expedición, Manuel González, vestía una camiseta que decía orgullosamente "Mi pueblo, San Pedro de Alcántara". Le daba ánimos, y falta le harán, porque se enfrenta a largos preparativos, a peligros sin nombre, y a dormir en una tienda de campaña colgada del revés, a 7.000 metros y 35 grados bajo cero. En el mismo sitio en el que Edmund Hillary tuvo que poner sus botas a la plancha antes de poder calzárselas el día que alcanzó el techo del mundo. Y todo este sufrimiento, y un presupuesto de 40 millones, para llegar a la cumbre, coger aire, hacerse una foto, dar una vuelta y bajar corriendo. Son los minutos de gloria a los que, dicen, todos tenemos derecho. Fines más prosaicos mueven a los otros expedicionarios. Una veintena de empresarios de Málaga, dispuestos a conquistar los mercados de China. A Ramón Jiménez, director gerente de Alsur, sólo le preocupa una cosa: como los chinos comen con palillos, difícilmente podrán llevarse a la boca las habas antequeranas, tan resbalosas. "Eso nos pasó en Japón", dice contrito. Pero luego se ilumina: "los pimientos del Piquillo se venden muy bien". MARÍA HERNÁNDEZ MARTÍ

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