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Control

ADOLF BELTRAN Demostró la misma "buena cabeza" y también algunos de los lapsus inexplicables de otras grandes figuras de la socialdemocracia europea. Felipe González se midió, en su larga década en el poder, con personajes de la envergadura de Willy Brandt o François Mitterrand, tanto en los buenos como en los malos momentos. Por eso su estatura política produce cierta incomodidad cuando se inclina hacia la tarea, un poco cutre, de explicar relaciones públicas a medio centenar de cuadros socialistas valencianos. Vino la semana pasada a impartir un cursillo de mercadotecnia en un partido que, antes de ponerse a "vender" nada, necesita perentoriamente recuperar el sentido de la realidad y hasta de la decencia. Supongo que se dio cuenta de que es inútil aplicar la técnica de la tormenta de ideas a un colectivo del que, en los últimos tiempos, es sistemáticamente proscrito cualquier atisbo de reflexión política. De ahí que decidiera centrarse en la tormenta. Evitó explícitamente apoyar a Ciprià Ciscar, aunque le prodigó piropos; reunió en una mesa a todos los jefes de tribu del PSPV, pero esquivó la imagen de un conciliábulo. A su marcha, dejó a todas las familias repitiendo, como los hare krishna, la letanía de una lista única que acabe con la imagen de división. Si Ciscar opta finalmente a la secretaría general o mantiene a Antoni Asunción en su papel de hombre de paja dependerá de la aritmética de los apoyos. No sé si Lerma sabe lo que se juega a la desesperada, ni si los renovadores son conscientes de la baza que el secretario de Organización del PSOE, con la inestimable ayuda de González, les ganó la semana pasada al conseguir que acepten el reparto de cuotas. Diluida en la conspiración interna cualquier discrepancia política razonable, liquidado el "desviacionismo" hacia territorios más abiertos que inspirara en su día Joan Romero, lo lógico sería que subiera ya al puente de mando quien realmente vuelve a controlar la nave.

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