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No a "El canvi" MIQUEL BARCELÓ

El jurado de los Premios Nacionales de Cultura correspondientes a 1999 decidió, el pasado 6 de septiembre, otorgar el de Artes Plásticas al pintor Miquel Barceló (Felanitx, 1957) y el de Literatura a Jordi Pere Cerdà (Saillagousse, Francia, 1920). Lo que no se recoge en las noticias de prensa es que el finalista del premio de Literatura fue Miquel Bauçà (Felanitx, 1940), cuyo libro El canvi se había publicado en 1998. Por ocho votos a siete, el premio se concedió al señor Jordi Pere Cerdà, un estimable escritor. La ajustada votación señala inequívocamente hasta qué punto el libro y quizá el conjunto de la obra de Miquel Bauçà fue considerado. Ignoro quién pudiera ser el finalista, si lo hubo, del premio de Artes Plásticas y si el resultado de la votación fue menos ceñido. La exposición Miquel Barceló 1987-1997, presentada en el Macba entre abril y junio del año pasado, quizá puede ser descrita como un trueno seguido de cien relámpagos. Lo curioso, en mi opinión, y merecedor de ser reseñado es que ocho miembros del jurado decidieron que había una obra mejor que El canvi e incluso, si ello fue en verdad considerado, que el conjunto de la escritura de Miquel Bauçà. Quizá sea conveniente, para no incurrir en una necia discusión valorativa, decir que la obra de Miquel Bauçà era menos premiable, como así realmente fue, que la del otro escritor. También debe ser descartado que ocho miembros del jurado juzgaran improcedente premiar al mismo tiempo a dos personas de Felanitx. Y tampoco es nada seguro que estos ocho jurados se percataran de los parecidos procedimientos que ambas personas utilizan para descomponer, como prismas severos, la única vida que hay, por lo menos en Felanitx, y que resulta ser la cotidiana. Uno descompone y recompone los elementos simples del terror y el otro aísla y pinta cómo sucede la generación de la materia y cómo se disipa. Ninguno de los dos, afortunadamente, tiene sentimientos. Premiar a uno era premiar al otro, pero no era ahorrarse un premio. Quizá, sin embargo, estos ocho miembros tuvieron razón en negarle el premio a El canvi. ¿Puede premiarse la narración del horror hecha en los términos de una guía eficiente de un parque natural aparentemente urbano y situado en el Eixample? ¿Pueden ocho hombres buenos premiar la descripción del país de los prodigios vista desde un único ojo redondo y cruel de alguien que se supone que es un monstruo, una pesadilla de dolor? No, por supuesto que no. Los ocho votos son, así, los de la congruencia. En el país de Convergència i Unió no caben ni Una bella història ni El vellard ni, claro, El canvi. Quizá deba ser así y la escritura de Miquel Bauçà no quepa, al fin, en ningún canon de una nación de orden. El que ha sido probablemente el último gesto de selección cultural de la actual Generalitat ha consistido en no premiar al más públicamente débil de las dos personas que, con obstinación, atentan contra el reino del espíritu. Entiéndase. En su frío diccionario de horrores, en la larga entrada de Catalanitat, La, el imperturbado autor comenta: "Adquireixo objectes nostrats no tant perquè els necessiti, sinó per la curiositat de saber per on petarà. Arriba un moment que peta i apareix exultant llur catalanitat" (El canvi, Empúries, 1998, p. 87). Pruébenlo, funciona.

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