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El Alavés gana y pone en solfa el sistema de Cúper en el Valencia

Corría el minuto 84 y Cúper cayó postrado de rodillas al lado de su banquillo. Así continuó varios minutos. Esa era la imagen de un Valencia hundido después de tres derrotas consecutivas en Liga que habían sucedido a una borrachera de éxitos en el final de la pasada campaña y en el inicio de ésta. Pero esto es lo que hay ahora: un equipo confuso y acobardado, perdido y amargado en el esquema de Cúper. Al Alavés le costó darse cuenta del estado precario de su rival, pero lo hizo finalmente, entre otras cosas porque por allí apareció Julio Salinas, que tiene cierto olfato para estas cosas. Esperó hasta el último tramo el conjunto de Mané para darse el festín que, de otro lado, pudo haberse dado mucho antes. De haberlo sabido. Es éste, Mané, un técnico modesto pero listo, con una gran trayectoria ya a sus espaldas y la de ayer será sin duda una de sus mejores experiencias. Se la merecía.

Por momentos, hubo un enemigo número uno en Mestalla y ése fue el balón de fútbol. El Valencia lo maltrató descaradamente mientras el Alavés actuó también sin piedad con el esférico, que ni siquiera encontró esta vez con la alianza del campo, en muy mal estado. Habían puesto, en fin, precio a su cabeza, con enemigos por todas partes. También el árbitro, López Nieto, que cortaba por lo sano en cuando asomaba una jugada bien elaborada.

Cúper había introducido una serie de cambio para darle más bazas ofensivas al equipo y lo que consiguió fue confundirlo todavía más. Meterlo en un lío tremendo. Ni Gerard, ni Kily aportaron gran cosa. El Valencia seguía como en citas anteriores: deshilachado. A este equipo no le entra el sistema de Cúper ni con calzador.

Y mucho menos ahora, que el grupo camina acongojado. El Valencia jugó la primera parte con una gran cobardía, como si el Alavés fuera el Bayern de Múnich, uno de sus rivales en la Copa de Europa. El discurso de Cúper pareció disuadir a sus hombres en el descanso, pues tras la reanudación dejaron éstos de ensañarse con el balón al tiempo que se desprendían de temores varios. Todo fue un espejismo. Y el Alavés acabó aprovechando el desconcierto local.

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