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SAGRADAS PALABRAS

Palabras sagradas de "libertad" y "elección". Hubo tiempos en los que su significado era patrimonio sólo de algunos. Entre muchos se hizo posible que se inscribiesen en los textos legales con los que se regulan las relaciones entre los miembros de una sociedad y así su contenido pasó a ser propiedad inviolable de todos y cada uno de ellos. Por eso, si alguien las invoca, el discurso del que forman parte se convierte en sagrado y nadie ha de osar contradecirlo, pues de hacerlo, será acusado de sacrílego de la democracia. En vísperas de las elecciones, Zaplana había pedido que ninguno de los suyos se pusiese nervioso, pues "no dudéis de que habrá para todos". Obtuvo mayoría absoluta y algunos de los suyos, obviamente, le pidieron lo suyo: que su libre elección de llevar a sus hijos, a sus hijas, a unos colegios en los que se realiza una selección para ingresar y estar en ellos, -¡pues no faltaba más!-, fuese sufragada con dinero público. El gobierno popularista de Zaplana atendió su demanda, atención que no hace que la enseñanza en esos centros sea gratuita, los padres pagan mucho dinero por muchos conceptos, pero que incrementa los beneficios. Es legítima la decisión política, aunque la actuación de algunos de esos centros no sea legal, ya se verá en los tribunales de justicia. Si legítima es la decisión, tan legítima o más es la crítica. Pero quienes han criticado la voluntad política de dar dinero público a colegios selectivos y segregadores han sido acusados de liberticidas. Quienes, prelatura apostólica incluida, nunca nada hicieron por la libertad de los pueblos, de los hombres, llaman liberticidas a quienes sufrieron persecución por conseguirla y se lo llaman por el hecho de que estos les señalan con el dedo de la denuncia de prebendas. Pero es más, desde el responsable de la prelatura apostólica del Opus Dei hasta Tarancón saben, pero lo callan, que nadie está pidiendo que quien quiera no pueda matricular a sus hijos en esos colegios que practican la selección más brutal. Lo que también saben es que sí se cuestiona que esa elección, libre, sea pagada con dinero público. Uno siempre ha defendido la libertad de acción, sobre todo aquella orientada a la obtención de un bien, siempre que no quebrante derechos de terceros. Si yo tuviese que discutir de esta materia con el presidente de la Generalitat utilizaría la ironía. Nada sería más aberrante que alguien nos impusiese quién ha de ser nuestro amante, nuestra amante, pero ciertamente si uno eligiese a una, a uno, que no fuese la propia no sería bonito que la pagásemos con un trabajo, por ejemplo, de RTVV, o que pidiésemos al gobierno de turno que nos la financiase. Hay elecciones, libremente hechas, que deben ser sufragadas con dinero propio. Si uno quiere que su hija, su hijo, vaya a un colegio sólo con los suyos, es muy libre de hacerlo, nadie está diciendo que no lo pueda hacer, pero que no pida que se lo paguemos entre todos. Sus impuestos, los míos, están para hacer posible la igualdad, porque todos somos iguales, mal que les pese. Pues bien, ¡oh quincalleros de la palabra!, de esto se está hablando, no de la libertad de elección. Nadie la cuestiona. Libertad de elección que, por cierto, una vez concertados esos centros selectivos ciertamente cercenan sus titulares, pues cuando alguno que no es de los suyos -práctica religiosa, dinero, clase- acude a matricular a sus hijos, o le demuestran que ha equivocado la elección o le muestran los gastos complementarios a los que ha de hacer frente que le rompen la libre elección en su consciencia. Eso, cuando no han hecho la selección en Educación Infantil, etapa educativa en la que tienen las manos totalmente libres. Si no fuese así, los propietarios, directores espirituales o materiales de esos centros, deberán mostrar a la sociedad: que el alumnado matriculado en sus centros tiene más o menos los mismos problemas que el matriculado en cualquier centro público de su entorno; que el dinero que pagan los padres por cualquiera de los conceptos que se puedan utilizar es el mismo que pagan los padres de los centros públicos; que los ingresos habidos en ningún caso son mayores que los gastos, y que si hubiese superávit, éste pertenece a quienes en el centro estudian y no es derivado a ninguna casa madre. Si no lo hacen, y no lo harán, estarán reconociendo que en esos colegios concertados, sólo algunos, se selecciona al alumnado por razones de sexo, de creencia o de poder económico y que son sociedades con ánimo de lucro. Es posible que esta reflexión crítica no quite ningún voto al PP que sustenta el gobierno Zaplana que ha realizado esta felonía. Es seguro que no va a inquietar la conciencia de quienes, prelatura apostólica, su fe egoista alimenta su verdad y ésta es absoluta. Es muy probable que sigan diciendo, publicando, que se está contra la libre elección de centro docente o en contra de la enseñanza privada concertada. ¡Cómo se va a estar en contra de aquellos colegios concertados que atienden población marginada, que se esfuerzan, sin recursos complementarios, en integrar a quienes son distintos! Sí que se está contra quienes con dinero de todos segregan, clasifican y seleccionan. ¿Por qué callarlo?

Luis García Trapiello pertenece a la Federació d"Ensenyament de CC OO-PV.

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