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De confianza

FÉLIX BAYÓN Si Charles Darwin levantara la cabeza, se llevaría un buen disgusto al comprobar hasta qué punto las diputaciones andaluzas quieren llevarle la contraria. Al ser los diputados elegidos por sus partidos y no por los electores, las diputaciones se han terminado convirtiendo en un refugio para los que dejan de ser concejales tras sufrir reveses en las urnas. Así se produce un curioso efecto de selección negativa que asombraría a Darwin: en las diputaciones acaban haciéndose un hueco quienes fracasan electoralmente y no tienen otro oficio que el de saber buscarse la vida dentro del aparato de su partido. Lo cierto es que una institución pensada para atender a los pueblos pequeños termina volcando buena parte de su presupuesto en alimentar a políticos con mala estrella. Tras el 13-J, nada más llegar a la presidencia de la Diputación malagueña, el PSOE dijo que no iba a mermar el número de cargos de confianza que antes había tenido el PP. Se argumentó que este personal era necesario, porque la plantilla de la Diputación es escasa y, por lo visto, sus actuales responsables prefieren colocar políticos que convocar oposiciones para conseguir el número de técnicos necesario. Realmente, es un buen método para crear empleo: la experiencia demuestra que los políticos, a su vez, terminan contratando asesores técnicos que les saquen de dudas y les cubran las espaldas. Gracias a las informaciones periodísticas sobre estos asuntos, he sabido que en la Diputación malagueña existe un gabinete dedicado a gestionar el 0,7% del presupuesto dedicado a la ayuda a países del Tercer Mundo. Teniendo en cuenta que el 0,7% del presupuesto de la Diputación malagueña viene a ser unos 160 millones de pesetas, sería curioso conocer cuántas de estas pesetas se van en sueldos y gastos de los miembros de ese gabinete y de los funcionarios que les ayudan. A ojo, no sería demasiado calcular entre una cuarta y una quinta parte. (Siento no poder precisarlo, pero la Diputación malagueña se niega a dar este dato). Si es así, ya no estaríamos hablando de un 0,7%, sino más bien de un 0,5%. O quizá, para ser más precisos, en vez de hablar del 0,7% para ayuda al Tercer Mundo, deberíamos de hablar del 0,7% para ayuda al Tercer Mundo y a Javier García Núñez, que así se llama el exconcejal de IU de Málaga que dirige ahora ese gabinete. Desde luego no parece un prodigio de gestión. La verdad es que esto más que a un pacto se parece al reparto de un botín. Es todo un misterio el número total de cargos de confianza que existen en la Diputación. Deben de ser tantos que en tres semanas el departamento de prensa ha sido incapaz de dar una respuesta a la sencilla pregunta de cuántos son. Quizá es que aún están contándolos. Si no hay demasiada eficacia, al menos no faltan simpáticas ocurrencias: la nueva cúpula del PSOE malagueño ha mostrado su fino sentido del humor al poner frente al departamento de personal a la diputada Isabel García Marcos, suspendida con dos años de empleo por asistir a su trabajo en el SAS sólo tres o cuatro veces en año y medio. El PSOE malagueño pasa por una etapa de renovación bastante interesante, pero aún le queda camino. Su idea de lo que debe ser el compromiso político está todavía más cerca de la de los Bermúdez de Ceuta que de la de Pablo Iglesias.

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