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Reportaje:

Una fila con mucho orden

los aficionados a la ópera pasa una mala noche haciendo cola para conseguir un buen abono

Todo el que se presentaba ayer en las taquillas del Teatro Real recibía la misma advertencia: "No vale llegar, apuntarse en la lista y marcharse. Hay que estar aquí, al pie del cañón. Y para abandonar la cola, hay que organizar turnos". Conseguir un abono para la temporada de ópera en el Teatro Real exige disciplina, hay que someterse a las normas. Exige también un buen sacrificio, porque para ir a la ópera de forma segura hay que pasar una noche del año a la intemperie en la plaza de Oriente. Así lo hicieron varias personas ayer, porque hoy, a las diez de la mañana, se ponen a la venta los 2.017 abonos para esta temporada. Los primeros de la cola llegaron con más de 24 horas de antelación. Pasadas las diez de la mañana de ayer se decidió empezar a apuntar el orden de llegada en un papel. A las cuatro de la tarde había 18 nombres en la lista. Y como los que pelean por un abono para la ópera saben bien que en cualquier momento aparece algún listo que se salta el orden, se ha impuesto otro requisito: es necesario además apuntarse en una lista paralela que tienen los miembros de seguridad del propio teatro. "El año pasado llegaron los reventas y rompieron la lista. No queremos que esto vuelva a suceder", decía ayer uno de los aficionados a este arte. Hoy pagarán de 100.000 a 200.000 pesetas en la compra de un abono.

El segundo puesto de la lista lo había conseguido Eduardo Pérez, un jovencísimo aficionado de 13 años que además era el encargado de la custodia del importante papel. Eduardo, estudiante de cuarto de piano y también de canto, se pagará el abono con su propio dinero, aunque a él tan sólo le costará 6.500 pesetas ir a la ópera porque se beneficia de los precios para estudiantes. "La programación de este año está bien, pero era mejor la del año pasado porque había más títulos conocidos", afirmó muy serio sentado en una silla de plástico. Él y su acompañante, un analista de sistemas, habían llegado de lo más preparados. Además de la sillita, contaban con una mochila llena de comida. "Lo mejor para conseguir un buen abono es pasar una mala noche", comentaron los dos amigos.

Para protegerse de los caraduras, de los que se cuelan o de los que llegan, se apuntan y se van, existe otra regla en la cola de la ópera: cada cuatro o cinco horas se pasa lista. "A las cuatro de la tarde estamos en familia", dijo otro de los de la fila. "Pero cuando empiece a llegar gente hay que pasar lista cada cinco horas. No puede ser que unos se vayan y otros estén aquí todo el rato", remarcó uno de los más activos en la organización de la fila para las entradas de ópera.

Entre los primeros de la lista estaban ayer también dos jóvenes de 24 años y aspecto moderno: gafas oscuras de montura fina y metálica, enormes zapatones deportivos, camiseta ceñida y vaqueros: nada más alejado del prototipo de público de ópera. Uno de ellos trabaja en una discoteca y el otro estudia formación profesional. El de la discoteca llegó dispuesto a pagar 200.000 pesetas para presenciar ocho óperas (las de abono) sentado en butaca en día de estreno. Los precios son más baratos para las otras funciones: desde 132.000 pesetas el más caro hasta 16.000 el de la zona tristemente famosa porque en ella apenas se ve ni se oye.

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