_
_
_
_
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

¿Está rolando el viento?

Rolar es un verbo intransitivo que, según la tercera acepción recogida por el diccionario de la Real Academia Española, quiere decir en la terminología de la Marina ir variando de dirección el viento. En aquellos avisos meteorológicos que transmitían las emisoras de radio para los barcos pesqueros y la navegación de cabotaje había siempre indicaciones sobre la fuerza del viento y también sobre la variabilidad de su dirección predominante, momento en que aparecía nuestro verbo utilizado en gerundio. Ahora que empieza la temporada política, siempre pautada conforme al calendario escolar, el verbo rolar parece el más adecuado para dar idea de la situación. Las triples elecciones del 13 de junio -municipales, autonómicas y al Parlamento Europeo- apuntaron algunos indicios de ese fenómeno de ir variando de dirección el viento o si se prefiere de las variaciones de voto, que se han traducido en los nuevos mapas del poder en los Ayuntamientos, en las Comunidades y en los escaños de Estrasburgo. Ahora, el siguiente emplazamiento de los catalanes ante las urnas, el próximo día 17 de octubre, permitirá comprobar si lo ocurrido en junio forma o no parte de una tendencia sostenida, capaz de acompañar los 214 días de campaña que restan hasta la consumación de la presente legislatura. Porque, según cálculos certeros esa es la distancia que nos separa del domingo 9 de abril, última fecha disponible para la convocatoria de las legislativas, que ha sido por ello la preferida del presidente Aznar para llamarnos a las urnas. La legislatura llegará así, por primera vez, hasta su agotamiento físico y al mismo tiempo el líder del PP pondrá a su cuenta otro récord notable: el de siete meses continuados de campaña electoral, un verdadero maratón que no perdonará errores de cálculo a los acelerados de la primera hora.

Más información
Jordi Pujol admite que puede perder y se compromete a ejercer de jefe de la oposición

En todo caso, algunos refieren una percepción directa según la cual la dirección del viento está rolando. Los observadores que la acusan indican cómo hasta hace unos meses el PP vivía en estado de gracia y el PSOE en estado de condenación irremediable. Todos los errores del PP se evaporaban con independencia de su calibre, sin traspasar la barrera del sonido en los medios, mientras que sus aciertos incluso los más irrelevantes quedaban magnificados y permanecían orbitando durante largo tiempo en el ambiente público. En aquellos tiempos la situación de partida del PSOE era la inversa: cualquiera de sus errores entraba en resonancia inmediata con la memoria de sus yerros anteriores y así se multiplicaba la intensidad de su eco inextinguible, pero la suerte de sus aciertos era la de disiparse sin dejar rastro.

En los días que mediaron entre la victoria electoral del 3 de marzo de 1996 por apenas 300.000 votos y el pleno del Congreso de los Diputados en el que tuvo lugar la sesión de investidura, inicio práctico de la actual legislatura, el asesor aúlico de Aznar en materias de medios de comunicación le había convencido de que su ventaja sobre los socialistas se multiplicaría ilimitadamente si se aplicaba a la aniquilación del grupo multimedia al que se dibujaba con los colores nefandos de la colaboración prestada al enemigo socialista. Ese programa máximo, promovido por quien esperaba beneficiarse de la ruina inducida de un competidor mundial, incluyó episodios que hicieron las delicias de grandes y pequeños como el de la declaración de interés nacional para el fútbol y el de los descodificadores unificados y polivalentes que como el bachillerato nos hubieran situado al frente de todas las naciones desarrolladas. Pero para cumplirlo faltó constancia. Así que primero Miguel Ángel Rodríguez salió de Moncloa rumbo a la prosperidad literaria y a la presidencia de una generosa empresa de publicidad y después el vicetodo Francisco Álvarez Cascos cedió los trastos de la Secretaría General del Partido y quedó relegado a la posición teórica de oyente en el Consejo de Ministros, a la vieja y acreditada usanza de Alfonso Guerra.

Ahora, la situación del PP, que siempre contó con la beligerancia decidida de los incondicionales, es muchísimo más desahogada y tiene a su favor un grupo multimedia más poderoso que cualquiera de sus competidores pero sin embargo está rolando el viento. Veremos si el PSOE advierte que para el que no sabe a dónde va no hay viento favorable.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_