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SEVILLA99 El maratón

"No os preocupéis, que las temperaturas irán bajando"

Carlos Arribas

Los maratonianos no son de papel, aunque seguro que les gustaría serlo. Al menos en una tarde-noche como la de ayer. ¿A qué temperatura arde el papel? A 451 grados Fahrenheit; ¿y un maratoniano? De 104 no pasa. De 40º centígrados. ¿Y qué calor hacía ayer en Sevilla? ¿Quién lo sabe?Un termómetro callejero, ominosamente clavado en mitad del sol, antes de cruzar el puente de la Barqueta, deja leer en caracteres digitales 65º. ¡Qué exageración! ¡Ozú, qué calor! No, hombre, ¿es que no sabe que federaciones, organizadores y técnicos han decidido, con buen criterio psicológico, ahorrarles a los atletas más sufridos el suplicio de saber con exactitud, cada unos cientos de metros, a qué temperatura se están tostando vuelta y vuelta? No lo verán ni en los termómetros de la Macarena, ni en la calle de Recaredo, ni entre los azahares de los jardines de los Alcázares, ni en el prado de San Sebastián, Plaza España, San Telmo o María Luisa. Cada uno se quedó parado, con una temperatura aleatoria. Siempre alta.

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El comunicado oficial de la federación internacional se limitaba a decir que los cielos estarían poco nubosos o despejados, sin cambios significativos en las temperaturas y con predominio de los vientos de componente oeste, flojos. De hablar de temperaturas, nada. ¿Habrá que creer a los de la delegación francesa que basándose en unos informes privados hablaban de 42º centígrados y la barbaridad de 75% de humedad? No parecía, no parecía, aunque sí, por percepción subjetiva de los atletas antes de salir a la calle a las 18.45 horas, sí que hacía más calor y más humedad que los 35º y el 35% previstos. "Pero no está tan mal", comentaba uno de los veteranos participantes, con gorrilla y gafas de sol, como un turista o como un atleta del masoquismo. "Peor fue en Atlanta hace tres años, en los Juegos. La temperatura no era muy alta, 25 o 26º, pero la humedad era elevadísima, cercana al 95%. Y eso era durísimo. El sudor se evaporaba en la piel y no refrescaba nada". Dentro del estadio, que alcanzó ambiente de caldera cerrada, la temperatura oficial a las 20.05 horas era de 29º. Y la humedad, del 47%.

A todos les han dicho que beban mucho agua. Cada cinco kilómetros una mesa les ofrece botellas y esponjas, que dan alivio psicológico. Algunos, como el surafricano Simon Mphulanyane, sufren hasta para coger el botellín. Frenen, se vuelven, se caen, y hasta les cuesta quitar el tapón. Pero siguen corriendo. Fahrenheit 104, la temperatura a la que arden los maratonianos, no se alcanzó ayer en las orillas del Guadalquivir.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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