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SEVILLA99 El maratón

Fiz: "Antón es el mejor del mundo"

Carlos Arribas

Abel Antón tiene 37 años y es de Soria. Le falta un año para igualar a Carlos Lopes, el maratoniano de Portugal que ganó el oro en los Juegos de Los Ángeles 84 con 38 años. En Sydney, dentro de un año, dentro de nada, podrá producirse el empate. Antón, el soriano más resistente, será también el gran favorito. Dos oros mundiales en el bolsillo de su pantalón. El primero del mundo que consigue tamaña hazaña. "Sí, soy histórico", dice Antón, a quien todos estamos obligados. "Pero triplete no habrá. No podré ganar tres Mundiales. Me retiraré después de Sydney, pase lo que pase". Rozando el siglo XXI un atleta de una especialidad propia del siglo XIX, de cuando el deporte sólo podía ser épica.Maratón, 42,195 kilómetros, carrera de veteranos. Ganas de sufrir. Javier Cortés, de Badalona, tiene 28 años. Joven para la prueba. Sufre más. Ha corrido más despacio pero ha estado más tiempo luchando contra su impotencia. Ha llegado casi 20 minutos más tarde que Antón. Ha llegado el 50º. Ahora, mientras Martín Fiz, el segundo español, octavo en la final, cuenta sus experiencias, Cortés mira hacia el suelo. Se mueve a cámara lenta. Sentado en un banco, intenta desnudarse. Una voluntaria lo ve tan desvalido mirando como le tiemblan los dedos a la hora de soltarse los cordones de la zapatilla que se acerca a ayudarle. Cortés, amablemente, la rechaza. Sigue solo. Todo un año trabajando, entrenándose, luchando para llegar al equipo nacional, para acabar así... Y, sin embargo, piensa en más competiciones. Es joven, es bueno, es Javier Cortés.

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Martín es Fiz. El hombre que ganó hace cinco años un oro europeo en Helsinki (luego ganó en los Mundiales del Gotemburgo95) , el vitoriano que abrió la vía, que popularizó la disciplina de los más de 40 kilómetros, de las más de dos horas, de los 20 kilómetros por hora, de los tres minutos por kilómetro. Fiz habla, silencio. "Abel Antón es el mejor y el más inteligente del mundo", dice el vitoriano. "Cuando a mitad del maratón vio que yo pasaba por dificultades se fue hacia delante a por la victoria". Fiz ha terminado octavo. Motivos tendría para andar triste. Pero, no. "Lo he pasado muy mal entre el kilómetro 20 y el 30, pero me sentí mucho mejor desde el 35 y fui remontando". Terminó eufórico. Hacia arriba. "Estoy ilusionado, estoy satisfecho, estoy contento con el octavo puesto. Ya estoy clasificado para el maratón de Sydney".

¿El calor de Sevilla? Un mito. Un tigre de papel. "Mucho peor lo pasé en Atlanta", dice Fiz. "Aquél sí que fue el maratón más duro de mi vida". "¿El calor?", pregunta luego Antón. "Al final un poco, porque ya no recuperaba. Se me acumuló el calor corporal en los últimos cinco kilómetros, pero no ha sido para tanto". No, el protagonista ha sido otro.

Dicen las cuentas de la policía municipal sevillana que 100.000 personas aplaudieron a los corredores por las calles. Pero ni comparación tiene el ánimo que pudieran transmitir con el de las más de 50.000 gargantas que rugieron rítmicas y emocionadas en el estadio cuando Antón cruzó la puerta de maratón. ¿Con qué más se puede soñar? ¿Qué mejor final para una pesadilla que ser ensordecido por un atronador mugido de miles de gargantas emocionadas? "Nunca en mi vida me había recibido tanto griterío". Antón aún está emocionado. "En Atenas, por motivos de seguridad, ya que era el estadio histórico, había mucha menos gente, y encima eran griegos. Pero esto ha sido apoteósico de verdad. Y además iba yo solo. Y ya sabía que iba a ganar". ¿Qué más se puede pedir a la vida? "Ha sido un lujo, un verdadero lujo, después de todo el esfuerzo que se hace día a día, tras todo lo que se sacrifica en el campo. Pero todo lo compensa esto. Todo lo compensa ver cómo se entrega la gente a uno".

Antón está cansado, pero está lúcido. Por su cabeza aún dan vueltas los momentos clave de la carrera. Revividos desde la victoria, son momentos de placer. Felicidad. Facilidad. "He corrido muy bien todo el rato", dice de las 2h 13m 36s que invirtió en los 42,195 kilómetros. Habla como un ciclista: pelotón, fugados, cortes, demarrajes y llegada en solitario. Todo eso: "He entrado con facilidad en los cortes, y cuando se fueron el italiano y el surafricano salí a por ellos, porque eran muy peligrosos. Luego superé al italiano y me fui a por el japonés, que ya estaba solo el primero. Pensé que le pasaría enseguida, porque le he cogido rápido, pero seguramente habría estado guardando fuelle para cuando le alcanzara, y se ha pegado a mí como una lapa. Así que cuando lo vi, decidí bajar un poco el ritmo para recuperar y poco después ya di el tirón definitivo. Así lo he hecho y así lo descolgué".

Poco después de Antón entró en el estadio un italiano. Fue una llegada vaticana. Feliz, el segundo clasificado, Vincenzo Modica, levantó los brazos, cruzó apenas la línea y se arrodilló. "Iba en el grupo con Antón y el keniano Biwott", explicó. "Hablé con el español y como los dos vimos en dificultades al africano decidimos tirar un poco fuerte. Nos fuimos juntos, pero en la siguiente mesa de agua, Antón pasó de frenar para coger la botella, pero yo sí que la cogí. Pensé que la distancia que me sacó en ese momento no sería muy importante, pero sí. Así que ya me conformé con la plata". Antón, mientras, termina de hablar y bebe, bebe sin parar toda el agua que se ha ahorrado, quizás la clave definitiva de su victoria.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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