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Abel Antón alarga su leyenda

El soriano revalida su titulo mundial y suma el tercer oro español consecutivo en el maratón, tras una carrera excepcional

Abel Antón alcanzó el cielo del atletismo y aumentó su leyenda. Quienes le criticaron hace dos años por aprovecharse del trabajo de Martín Fiz en Atenas, en lo que fue sólo un ejercicio espléndido de carrera táctica, ayer encontraron la contestación de que un gran atleta lo es en cualquier momento. Hizo una demostración de calidad arriesgando y atacando en el momento oportuno para ganar su segundo título mundial, algo que no ha logrado nadie en la historia de las máximas competiciones. Nadie en los Mundiales, y sólo en los Juegos Olímpicos el alemán oriental Waldemar Cierpinski, en Montreal 76 y Moscú 80, y, sobre todo, una de las mayores leyendas de la historia en la prueba más legendaria, el etíope Abebe Bikila, en Roma 60 y Tokio 64.Abel ya está entre los más grandes. Un soriano humilde y persona excepcional que el 24 de octubre cumplirá los 37 años escribió ayer la historia más brillante. Hizo un alarde de inteligencia y sangre fría, en un día no tan caluroso como se temía. No sólo resistió todos los ritmos y los tirones, como es su costumbre, sino que tomó la gran decisión de atacar desde muy lejos, cuando aún quedaban casi cinco kilómetros para la meta, porque se había escapado el peligroso japonés Noboyuki Sato. Su capacidad para el sprint la aplicó esta vez por adelantado, mucho antes de la llegada, en dos ataques tremendos para despegar al keniano Simon Biwott y al italiano Vincenzo Modica, las últimas molestias antes de irse por Sato y cazarle. El japonés intentó seguirle, pero era imposible. Antón era ya imparable, aupado por un público enfervorecido. Nada más entrar en el estadio para la vuelta final, ya empezó a saludar. Primero con un brazo y luego abriendo los dos como en un gran abrazo. En la recta final, lanzando besos. Con su gran ventaja podía saborear aún más el triunfo. La emoción fue inmensa. La apuesta de intereses había salido bien. La carrera se desarrolló bajo menos calor que días anteriores y con un mar de gente. Era de lo que se trataba, de que fuese una fiesta y Antón puso la guinda. La hora era peligrosa para los atletas, pero magnífica para los espectadores.

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Las tácticas personales se pusieron pronto de manifiesto. Los dos españoles que por su manera de correr podía preverse que iban a tratar de estar en cabeza más tiempo para endurecer el ritmo, se dejaron ver inmediatamente. Pero luego fallarían. Fabián Roncero, que abandonaría con problemas musculares, se colocó entre los cinco primeros nada más sonar el pistoletazo de salida a la altura de la mitad de la recta de 100 metros. A los 250, al entrar en la recta de 200, Martín Fiz terminó de remontar posiciones y pasó por fuera a encabezar el gran pelotón de 83 maratonianos. Quiso evidenciar que estaba fuerte y que venía a intentar tomarse la revancha de su dolorosa derrota ante Antón en Atenas. Al vitoriano, campeón del mundo anterior en Gotemburgo 95, sólo le valen ya los triunfos en su año de despedida y por eso le supo a poco el octavo puesto, que le dio una plaza para los Juegos Olímpicos de Sidney.

En los primeros kilómetros, lo mismo que sucedió en Atenas y suele pasar en maratones con título en juego, comenzaron las salidas de atletas teóricamente sin posibilidades. El marroquí El Mustafá Damaui fue el primer espontáneo, junto a Swazilandés Luke Magongo. Pasaron los primeros 5 kilómetros en 17.03 minutos y 17.06, respectivamente. Después, Damaui se fue solo en cabeza, y del pelotón, sorprendentemente, salió Simon Biwott, el único keniano participante, de los muchos que podían aspirar a ganar pero que prefieren los jugosos premios de los maratones clásicos más pagados.

Con Biwott saltó uno de los japoneses, Nobuyuki Sato, otro magnífico especialista por debajo de 2.09 (2.08.48). Pasada la media hora de carrera, antes de los 10 kilómetros, aparecieron los italianos, Daniele Caimmi, Roberto Barbi, Vinzenzo Modica, Giovanni Ruggiero y, sobre todo, Danilo Goffi, el más peligroso. Con un estilo de correr como los españoles, astuto y táctico, encabezaron el pelotón junto a Fiz. Damaui pasó en 32.30 los 10.000 metros, lo que confirmó que se había producido una aceleración muy grande en los segundos 5.000, que se cubrieron en 15.26.

La táctica española de controlar comenzó inmediatamente. A Damaui, que llevaba algo más de medio minuto de ventaja, se le dejó todavía, pero Francisco Javier Cortés saltó a por Biwott y Sato, que iban sólo seis segundos por delante. Era uno de sus cometidos. Ayudar a limpiar el camino de escapados. Y lo logró fácilmente.

Los italianos Goffi y Caimmi siguieron haciendo el trabajo de selección y antes de los 15 kilómetros se fueron con Biwott y otro marroquí Abdelfattah Aitzori, en busca de Damaui. Éste pasó en 48.01 (15.33 en los últimos 5.000 metros, casi como el tramo anterior), con una ventaja de 40 segundos ya sobre el grupo perseguidor nuevamente compacto, y de 27 hombres. Fiz, en uno de los estirones, se quedó cortado y debió esforzarse para volver a la cabeza. Pero todos los españoles seguían ahí y con el surafricano Gert Thys, el gran enemigo, agazapado también en la cola.

Damaui, con un estilo extraño, cansino, pasó los 20 kilómetros con un minuto de ventaja y Thys decidió atacar. Biwott salió por él y tiró del resto. Era un hombre demasiado peligroso. El cálculo era aún correcto de los seis españoles, pero por poco tiempo. Lo mejor era seguir en fila y que se gastaran otros. Todavía quedaba más de medio maratón (21,097 kilómetros) y por ese límite, Damaui ya sacó sólo 40 segundos a Thys y 50 al grupo. La ventaja, efectivamente, empezó a reducirse. Pero el ritmo ya no era tan fácil de seguir. Lo grave fue que la fila se rompió y empezaron a descolgarse españoles. Roncero y Peña los primeros. Fiz, detrás. Tras Thys se quedaron sólo cinco hombres en un primer momento: Biwott, otro surafricano Fika, Sato, y los italianos Modica y Caimmi. Tras ellos, Alejandro Gómez, excelente, tiraba de Abel Antón y de Cortés. La batalla era ya decisiva, y mucho antes de los 35 kilómetros previstos. Damaui tenía los minutos contados y cuando fue cazado, como Thys, saltó el japonés Sato, que había hecho hasta el momento una carrera excepcional. Detrás se quedó un grupo de nueve hombres, con peligrosa mayoría italiana y el solitario Antón. Sato se despegó 24 segundos y a falta de poco màs de cinco kilómetros la ventaja podía ser irreversible.

Pero la carrera de Antón volvió a ser espléndida. Demostró que puede resistir ritmos elevados, como los de Fiz en Atenas, o los tirones y ritmos de cualquiera. Por ejemplo, el último del italiano Modica, que en busca de Sato descolgó a sus compatriotas Caimmi y Goffi. Del grupo de cabeza sólo resistían ya a Modica, Biwott, Thys, el sorprendente portugués Novo y Antón.

Antes de las dos horas, se descolgaron Thys y Novo, y Antón, que se dio cuenta de que no quedaba tiempo para cazar a Sato, atacó; descolgó primero a Biwott y después, en el avituallamiento, en otro típico ataque de sprinter, a Modica. Y se fue por Sato. Fue un sprint larguísimo. Pero ya podía y puede con todo.

Antes del kilómetro 40, a las 2.02 horas, cazó al japonés, que se quedó con él, pero sólo unos minutos. Antón ya no estaba para concesiones después de demostrar que tiene agallas para atacar cuando es necesario. España perdió la Copa del Mundo por equipos, pero ganó lo mejor, el título individual.

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