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SEVILLA99 La jornada de ayer

El expreso de Waco arrolla en Sevilla

"Acostarme pensando que estoy solo en la cima, que he sido el primero de la historia en conseguir algo, es lo mejor", dice el plusmarquista

Carlos Arribas

"¿Johnson? Impresionante. Le he visto correr a cuatro o cinco metros de mí. Ha pasado a mi lado y ha sido... "Yago Lamela se queda sin palabras. Acaba el saltador asturiano de marcarse 8,15 metros para acabar con su suplicio de la clasificación, estaba recolectando aplausos y justo en ese momento el expreso de Waco (Texas) decidió detenerse al lado de La Cartuja de Sevilla. "Un duelo de titanes", anunciaba justo Lamela que se produciría mañana entre él e Iván Pedroso en la final del salto de longitud. Suena bonito, pero la mejor película acababa de pasar por la pista de Sevilla. Fue muy corta, duró sólo 43,18s, pero qué intensidad. Qué velocidad de acción. Seguro que en ninguna del Oeste ha salido un pistolero así. Tan rápido como las 4,21 zancadas por minuto que Michael Johnson imprimió a sus extremidades inferiores durante la vuelta a la pista, los dos estadios hercúleos. Récord del mundo. El más esperado y deseado. 11 años más tarde que los 43,39s de Harry Reynolds, el proscrito por sus problemas con el control antidopaje. "Y este nuevo récord durará otros 11 años", dice George Williams, uno de los técnicos del equipo norteamericano. "Este récord le estaba esperando a Michael, y si no lo ha batido antes, más joven, es porque le sobraba energía, siempre lo dejaba para el día siguiente, pensaba que su pozo de fuerzas era inagotable. Y no lo batía, pero ahora siente que su energía se acaba. Y ha sentido aquí que estaba en la forma perfecta. Y ha oído en su interior una voz que le decía ahora u olvídate".Eran los 400 metros. Una de las distancias legendarias del atletismo. La única casilla que tenía en blanco Michael Johnson, de 32 años, de Waco (Texas), enamorado de Sevilla. También de su calor. De sus 30 grados de anoche a las 20.45. De su 29% de humedad. "Más calor hace en Dallas, donde vivo", dice, con su voz de barítono, entonada y afinada. Y se ríe. Está en su punto. "Me criticaban antes de esto porque me veían por aquí, por la zona mixta, alegre y relajado. Decían, mirad Michael, ya pasa de todo, no se toma en serio el atletismo. No es como Maurice Green, que está serio y concentrado. Ése sí que corre. De hecho, Michael le tiene miedo. No se atreve a enfrentarse con él. Por eso no se ha apuntado aquí a los 200 metros". Lo dice de un tirón Michael Johnson. Hablando tan deprisa casi como el molinete de sus piernas en la última recta. Y tan claro como su estilo económico, perfectamente adaptado a su morfología. A su técnica perfecta. "Corre como sentado sobre las piernas, que son relativamente cortas para su 1,86 de altura. No levanta las rodillas y no gasta energía a lo tonto", dice su entrenador, Clyde Hart, un veterano blanco que se abraza a su Michael y no lo suelta.

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Cuando Johnson habla de la carrera luego, en la sala de prensa, lo hace como un asesino profesional. Su verbo favorito es ejecutar. En todos sus sentidos. Tiene razón: ha ejecutado una carrera, ha ejecutado un récord. "Para batir un récord hacen falta que se produzcan juntas muchas circunstancias", dice. "Tienen que darse unas condiciones perfectas en la pista, y yo tengo que estar en buena forma, y tengo que estar motivado. Y todo eso lo tenía aquí. Con un plus, además, el público, que ha estado maravilloso. Me he divertido mucho, sí. Me lo he pasado muy bien aquí. Y todavía no me voy. Me queda el relevo del domingo. Los 4x400. Así he ejecutado perfectamente la carrera. He ejecutado bien las órdenes tácticas". Al público, a Dios y a la posteridad dedicó Johnson, el primer hombre que bajó simultáneamente de los 20s en los 200 metros y de los 44s en los 400, el primer plusmarquista mundial simultáneo de ambas pruebas, ahora llamadas de velocidad larga. El Tommie Smith del siglo XXI. Al público, con la vuelta al ruedo recolectando aplausos. En lugar de las barras y estrellas de su bandera, un papel grande con unos números (43.18) y un texto (world record). A Dios, con su habitual acuclillarse tras cruzar la línea, apoyar la mano izquierda en el suelo y llevarse la derecha a la parte superior de las narices: oración. A la posteridad, corriendo rápidamente hacia el marcador electrónico de a pie de pista para retratarse al lado se su tiempo. Pero esta última tarea se tomó su tiempo. El reloj había marcado 43.19, y fue inmediatamente borrado. En blanco permaneció el marcador sus buenos dos minutos, hasta que finalmente apareció registrado: "New WR 43.18". "Es la primera vez que he corrido sabiendo que si no pasaba nada raro ejecutaría un récord. Era la primera vez que lo tenía en la cabeza antes de empezar", dice. Hasta hace nada, los 400 metros eran como los 100 y los 200: no había lugar para pensar, para ejecutar una táctica. Se trataba sin más de llegar a la extenuación lo más velozmente posible durante 400 metros. Ahora estamos en otros tiempos. "Con Clyde Hart, mi entrenador, ya tenía pensado lo que había que hacer. Y eso he hecho. En las series de clasificación hice lo mismo: 10,9s en los 100 primeros metros y 21,0 en el paso por los 200. Luego, sabiendo que me había clasificado, me dejaba llevar. En la carrera del récord, después de pasar por 21s los primeros 200 se trataba de buscar mis límites, de no asustarme y confiar en mí mismo".

Michael Johnson, campeón olímpico dos veces, campeón mundial otras cinco ocasiones, prefiere los récords a los títulos. Como lo tiene todo... podría añadirse. "Pero sí, prefiero batir un récord. Acostarme pensando que estoy solo en la cima, que he sido el primero de la historia en conseguir algo, es lo mejor. Me colma". Hace tres años, en 1996, Michael Johnson batió otro récord histórico, los 19,72s que en los 200 metros había logrado el italiano Pietro Mennea en 1979 aprovechando la altura de Ciudad de México. Un récord de 17 años. "Pero aunque sólo fuera un récord de 11 años ha sido mucho más difícil el récord de 400 metros", explica. "La vuelta al estadio es una carrera mucho más complicada de ejecutar. Hacen falta muchos años para dar lo mejor de uno mismo. Es una carrera especial: acaba siempre convirtiéndose en un duelo conmigo mismo, entre yo y mi capacidad de acabar deprisa. Quizás aquí en Sevilla haya conseguido el último objetivo de mi vida".

De México le había llegado a Johnson un recuerdo. No precisamente Pietro Mennea, que bien retirado está desde hace años, sino un tal Alejandro Cárdenas, Álex para los amigos. Hace tres días, Johnson compartió con él serie y hasta lo dejó ganar, quizás admirado por el pañuelo con la bandera mexicana que lucía Cárdenas, lo que le daba un aire inusitado de kamikaze. Se dieron la mano después y el norteamericano pensó que sólo le volvería a ver en la semifinal, pero persevera que persevera Álex siguió acercándosele. Y llegó a la final. Y subió al podio. La primera medalla en la historia del atletismo mexicano en una prueba que no es de fondo. Todavía bajo los efectos euforizantes de las sustancias llamadas velocidad y bronce, Cárdenas se exaltaba. "Michael Johnson es humano, muy bueno pero humano. A ese señor le puedo recortar la distancia, vaya si puedo. Tengo 25 años. Bueno la verdad es que apenas he tenido tiempo de verlo de cerca. He aguantado algo hasta los 200 metros. Luego él ha cambiado como sólo él sabe hacerlo y cuando me he querido dar cuenta estaba siete metros por delante de mí, cruzando la línea", proclamó Álex... Sí, hace calor, pero he corrido con la bandera mexicana en la frente, que me ha protegido". Él y el segundo, el brasileño Sanderlei Claro Parrela, han compartido el honor de compartir el podio con el Johnson más pleno de su carrera y la deshonra obligada de ser el segundo y el tercero que más lejos han llegado del primero en una final olímpica o mundial de 400: a 1,09s el brasileño; a 1,13s el mexicano.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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