"¿El calor? ¿Qué calor? Me encanta el calor", dice el atleta ruso
Ninguno de los tres que ocuparon el podio de los 20 kilómetros marcha era un novato ni un desconocido ni un triunfador sorpresa. Extrañamente la marcha premió a los de toda la vida, aun a costa de castigar a los valientes jóvenes, como Paquillo Fernández. Y cada uno, los tres de un país con tradición, con una historia. Fresco como una rosa, sonriente y contento. Pero este hombre, un ruso de las estepas, ¿está loco? ¿contento en este horno sevillano? ¿y qué hace con el teléfono móvil en la mano? Y no viene de dar un paseo. No. No es un orate. Es Ilia Markov. Acaba de ganar los 20 kilómetros marcha del Mundial. Un oro más para su colección, tras el de los Europeos del año pasado. Y por su teléfono móvil, que está conectado, se oyen unos gritos de alegría, que son los de su mujer. "Es que es su cumpleaños, ¿saben?". "La verdad es que lo de Budapest era hasta ahora mi mejor victoria, pero esto lo supera", dijo. "Supe que había ganado la prueba en el kilómetro 16, pero para ser sincero, ya me lo esperaba. Había venido a Sevilla a por el oro y cualquier otro metal habría supuesto una gran decepción". Seguro de sí mismo este ruso. Más bien sobrado este Markov, de 27 años, ya medalla de plata en Atlanta 96. "¿El calor? ¿Qué calor? Ningún problema. Me encanta el calor". Y es ruso.¿Quién diría entonces que del calor se quejó el medallista de plata, que, además, es ecuatoriano? "No me han gustado nada el calor ni el circuito", dijo Jefferson Pérez, medallista de plata, un tipo más humano que el ruso. Y eso que su historial es más importante. En 1996, en Atlanta, Jefferson consiguió para Ecuador el primer oro olímpico de su historia. También se convirtió, a los 22 años, en el ganador de una prueba de marcha más joven de la historia olímpica. Y llega a Sevilla, y queda segundo, y encima admite que ha sufrido. "El paso por el kilómetro 15 fue el momento clave del día. Estaba tan cansado que sólo pensaba en terminar la carrera", dijo. No he visto a mi familia mucho últimamente, pero claro, es el precio que tengo que pagar por estar aquí y conseguir esto. Me he pasado ocho meses entrenándome fuera de casa".
La escuadra mexicana, la más fuerte, la más ambiciosa, la del país en el que la marcha es casi una religión, la del político Bernardo Segura, de 29 años, bronce en Atlanta, la del veterano y laureado Daniel García, que a sus 27 años ya tenía en su haber un oro Mundial, el de Atenas 97, se quedó en casi nada, en un bronce para García. "Bueno, esta medalla quiere decir que seguiré hasta Sydney 2000", dijo García, que en su historial cuenta con la desgracia de haber sido descalificado en los dos Mundiales anteriores al de Atenas cuando estaba en posición de conseguir una medalla. Un tipo llano, como el circuito. "No, en la carrera no ha pasado nada especial", dijo, "pero tampoco he tenido que superar ningún problema. No, tampoco tengo ningún secreto a la hora de entrenarme. Sólo me concentro en mí mismo y en mis objetivos".
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