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SEVILLA99 20 kilómetros marcha

¿Es esto el infierno?

"Yo queria por lo menos obtener diploma, pero, en fin, no me ha salido nada bien. Y el primer decepcionado soy yo", dice Paquillo

Carlos Arribas

Cuando los marchistas terminan el suplicio (más de una hora andando a 15 por hora bajo el abrasador sol, sobre el ardiente asfalto, masoquistas: esperando en cualquier momento la amonestación descalificadora, sufriendo todos menos los tres primeros), se meten por una puerta grande, a pocos metros de la meta, recorren un laberinto atestado de periodistas, cuentan sus impresiones a los preguntones y llegan al fondo, donde en unos cestos como de colada están sus ropas de paseo, los niquis y pantalones que se habían quitado para vestirse de faena. Así hacen casi todos, pero no Francisco Fernández, Paquillo para el imaginario popular, el héroe de una tierra dura, la de Guadix (Granada), el hombre más derrotado que se pueda uno nunca encontrar. Cubierto por una toalla blanca, doblado por la cintura sobre una enorme papelera, sudando sudores fríos, Paquillo echa la pota, tose y llora. El final más triste para el día más duro. No es esto lo que esperaba, no, él que soñaba con una vuelta triunfal a la pista de Sevilla, a ser posible envuelto en una bandera española, y no en una toalla, como un enfermo. "Pero aquí no se acaba el mundo", dice como para creérselo, porque su cara dice lo contrario. Medio mundo animándole, medio Guadix en Sevilla, y él, su héroe, sólo es 15º. Y todo el mundo hablaba de medalla, como si fuera lo más fácil del mundo.Mikel Odriozola, el otro español que compitió en los 20 kilómetros marcha (terminó 18º) se acerca y le anima. Hasta le dice que ha quedado noveno. Y Paquillo, triste como nadie, se lo cree. Pero tampoco le vale. "Yo quería por lo menos obtener diploma, pero en fin, no me ha salido nada bien. Y el primer decepcionado soy yo", dice como si alguien le fuera a pedir cuentas, así, como acabó. Y así como sufrió. "Ha sido un calvario, ha sido lo más duro de mi vida".

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Más gráfico todavía: "Como yo digo, siempre la cago en el kilómetro 15 o 16. Iba muy bien, allí con los primeros, con los mexicanos y con los rusos, y como siempre, como en la Copa del Mundo, dan el tirón los buenos y yo me voy abajo. Iba perfecto, de verdad", repite como si alguien no fuera a creerle. "Pero me ha dado un bajón de todo, de cuerpo y de alma".

Y la gente todavía le agobia. Preguntas y más preguntas. Y por qué no está arriba, y qué van a decir en su pueblo, y qué le va a decir a la gente de su pueblo que se ha venido a Sevilla. "¿Y qué quieren que diga?, pues que lo siento por ellos, pero que he hecho lo que he podido. ¿Y qué más? Pues que han estado en el podio los que tenían que estar, los que no han fallado. ¿Más? Pues que otra vez será, que no se acaba el mundo". Y que se lo crea él mismo. Tiene 22 años. Tendrá 23 en los Juegos de Sydney 2000, y 24 en los Mundiales de Edmonton (Canadá), y 27 en los siguientes Juegos, y así hasta el 2017, o hasta que quiera.

Y también es joven, aunque no tanto, Mikel Odriozola, el donostiarra de 26 años que terminó 18º. A él no se le había pedido la luna, como a Paquillo, aunque a él le habría gustado capturarla. Pero capturó el infierno. "Muy mal, muy mal, muy mal, lo he pasado fatal". Qué fuerte. "Y el calor. Nunca había corrido con este calor. Y el ritmo fortísimo. Y qué dos kilómetros, entre el 11 y el 12. Pensé que no lo superaba, pero poco a poco me he ido recuperando y hasta he terminado fuerte. Suficiente para estar contento. Cuarto en los Europeos de Budapest, y ahora esto. Ha sido una experiencia única".

Odriozola espera a Paquillo. Espera a que se vista y se va con él. A animarle. A decirle que el mundo no se ha acabado, que no, aunque crea que está en el infierno.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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