Maragall proclama que ya es hora de que Cataluña exprese su pluralismo
La etapa de reafirmación nacional que han significado los casi 20 años de gobiernos de Jordi Pujol se ha agotado ya y debe dar paso a otra en la que Cataluña exprese su diversidad interna, territorial y social. Es la propuesta que Pasqual Maragall, candidato socialista a la presidencia de la Generalitat, expuso ayer ante un auditorio de marcado matiz nacionalista, en la Universitat Catalana d"Estiu (UCE), que se celebra en la localidad de Prada de Conflent, en los Pirineos franceses.
"Basta ya de prevenciones y paternalismo, construyamos el sueño catalán", dijo. Y añadió: "Que estén tranquilos, el catalán ni desaparece ni desaparecerá". Maragall no tuvo inconveniente en atribuir a Pujol y a su antecesor Josep Tarradellas -en contraste con la habitual contraposición socialista de ambos políticos- el mérito, dijo, de que hoy los catalanes puedan responder a la pregunta "¿qué somos?" con un categórico "somos catalanes". Pero persistir ahora en este punto, afirmó, sería hacer como los niños que insisten enfáticamente en el "yo, yo, yo" y se niegan a crecer. Tras esa fase de autoafirmación, explicable después de décadas de negación de su existencia como tal, a Cataluña le ha llegado ya, a juicio de Maragall, el momento de "reconciliarse con su pluralidad". Cataluña es diversa, tiene muchos acentos, territorios muy diferenciados con necesidades específicas a las que es imperioso hacer frente. Plantearlas es abrir lo que Maragall denomina "el debate catalán", algo a lo que se niegan Pujol y CiU tras el recurso "escapista" de la "discusión sobre España y la insensibilidad de Madrid". Hablar sobre las perspectivas de uno de estos territorios, el Pirineo, que Maragall propone institucionalizar precisamente para que pueda expresarse como tal, era el objetivo de la conferencia de ayer. Antes de referirse a ello, sin embargo, el candidato socialista explicó las diferencias que su enfoque tiene con el de Pujol y CiU. La discrepancia de Maragall con los planteamientos formulados por los partidos nacionalistas en la Declaración de Barcelona proceden, dijo, no de lo que indica la declaración, sino del juicio negativo que hace sobre los logros de la etapa constitucional y estatutaria y de la consiguiente propuesta de "cambiar, puesto que todo ha ido mal". Ello lleva a plantear una reforma de la Constitución en clave de enfrentamiento. Su posición es justamente la contraria. Estos 20 años, que han permitido la etapa más larga de democracia y autonomía en todo el siglo, son lo que permite perseguir ahora los objetivos no alcanzados todavía. "Si partimos de la desconfianza y la pura reclamación, estropearíamos las posibilidades de crecimiento interno de la autonomía catalana", dijo, limitadas por "la excesiva obsesión por el enemigo exterior que ha convertido el Parlament en el ágora de los agravios respecto a Madrid y no en motor del debate catalán que debe ser". Maragall habló en un escenario paradójico. La mesa desde la que dictó su conferencia estaba adornada con una gran bandera independentista. Pero estuvo acompañado por el presidente del Consejo General del Departamento de los Pirineos Orientales, Christian Bourquin, y el de la UCE, Miquel Porter. Los 200 asistentes le escucharon en un atento y respetuoso silencio, culminado en una cortés ovación. Aunque su discurso fue de neto carácter catalanista, no fue nada complaciente con los independentistas. Europa no aceptará la desmembracón de sus Estados, afirmó. Y en línea con lo proclamado en otros discursos, incluyó el idioma castellano como uno de los grandes activos de los catalanes. A la hora de formular sus propuestas sobre el Pirineo, Maragall partió de la premisa de que debe hacer un esfuerzo de unión, por encima de valles y fronteras, para formular sus propias propuestas. Después, instó a aprovechar el apoyo de la Unión Europea a los programas regionales transfronterizos, por una parte, y "la formidable baza" que supone la existencia de un Estado pirenaico, Andorra. Luego, citó el Eje Pirenaico, el aeropuerto de La Seu d"Urgell, las telecomunicaciones y la inserción de las universidades como objetivos e instrumentos de desarrollo.
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