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Duelo sobre la arena de La Cartuja

Yago Lamela, dispuesto a discutir la supremacía del cubano Iván Pedroso en el salto de longitud

Santiago Segurola

El asunto comenzó inesperadamente el pasado siete de marzo, sobre las nueve de la mañana, hora española. Había rumores del explosivo estado de Yago Lamela, un atleta de 21 años que pretendía acercarse a los 8,30 metros en longitud. Una marca desconocida en España. Marca de gran saltador, del hombre destinado a suceder a Antonio Corgos, cuyo largo reinado se había extendido desde 1980. En Moscú saltó 8,23 metros y desde entonces había permanecido intocable. Pero Corgos sabía que su récord estaba en las últimas. Durante el invierno se reunieron los principales entrenadores españoles de saltos. Había que intercambiar ideas, preparar la temporada, establecer criterios. Yago Lamela acudió con su entrenador, Juanjo Azpeitia, al Centro de Alto Rendimiento de San Cugat. Allí estaban Ramón Cid, máximo responsable de la Federación Española en el apartado de saltos, y Antonio Corgos, que se había acercado para echar un vistazo.Lamela hizo un par de saltos frente al senado de expertos. "Estupendo", dijeron todos. Pero Juanjo Azpeitia quería más. Para él, la longitud no es una cuestión puramente física. Es algo relacionado con la historia, don el respeto a los grandes atletas, con las posibilidades inexploradas de los saltadores. "Salta para él", le dijo a Yago. Él era Corgos. Como siempre, Lamela atendió a la sugerencia de su entrenador, que de alguna forma quería rendir tributo al viejo plusmarquista español. Yago saltó para Corgos. Un salto definitivo. "Estoy muerto", dijo Corgos. Sabía que su récord no llegaría al año 2000.

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En las previsiones que Azpeitia y Lamela enviaron a principio de año a la federación quedaba establecido que el objetivo era saltar 8,30m esta temporada. Con esa idea viajaron al Mundial de Pista Cubierta, en Maebashi (Japón). Pero en aquel siete de marzo quedaron destrozadas todas las previsiones. En un concurso inolvidable, Lamela mejoró su mejor marca personal en 34 centímetros, un bocado fabuloso que le transportó a otra categoría: de repente era una estrella.

Lamela saltó 8,56 metros en Maebashi. Récord de Europa, por supuesto. Pero también una amenaza de primer orden para el cubano Iván Pedroso, el jerarca de la especialidad desde las retiradas de los estadounidenses Carl Lewis y Mike Powell. Pedroso, que comenzó a acreditar su categoría con sólo 19 años, tuvo que exprimirse al máximo para superar a Lamela. En el último intento, saltó 8,60 metros, marca superlativa que demostró el carácter del cubano frente al desafío de Lamela.

El desafío ha continuado desde entonces, aunque fundamentalmente de orden psicológico. En mayo, Lámela batió el récord de Corgos; en junio volvió a saltar 8,56 metros. Pedroso supo que tenía un rival, que aquel día en Maesbashi no había sido un simple fogonazo del español. Desde ese momento, cada uno envió mensajes al otro. Lamela desde su condición de aspirante. Pedroso, convencido de que todavía es intocable. Pero con alguna duda. Durante los dos últimos años se había sentido tan cómodo al frente de los saltadores que había perdido algo de voluntad. Le faltaba el deseo para volver a acercarse a las marcas de Lewis y Powell. La irrupción de Lamela le sirvió como incentivo.

Los dos atletas se evitaron hasta el pasado día 11. En Zúrich se enfrentaron por primera vez desde Maesbashi. Para Lamela significó una noche frustrante. Quedó en cuarta posición con 8,18 metros, un salto mediocre para sus expectativas. "Después de mi primer salto (8,05) vi que Pedroso aplaudía y se frotaba las manos. Sabía que me sentía incómodo. Y él lo aprovechó". Pedroso saltó 8,39 y envió el mensaje que pretendía: soy el mejor. Pero Lamela es un atleta firme. "Ya veremos lo que pasa en Sevilla. Allí iré a muerte". Es la clase de reacción que anuncia un gran duelo en el Campeonato del Mundo. La experiencia y la calidad natural de Iván Pedroso frente a la ambición desbordante del joven Lamela (22 años cumplidos el 24 de julio). Será uno de los momentos más esperados de los Mundiales de Sevilla y también uno de los más novedosos, porque después de dos décadas de desierto, un saltador europeo se dispone a discutir la supremacía de los saltadores caribeños y estadounidenses.

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