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El Guerruj, Ngeny y los demás

El marroquí, favorito de los 1.500 metros ante la nueva estrella keniana y la 'armada' española

Hicham el Guerruj, el último superhombre de la prueba más bella del atletismo, los 1.500 metros, fue operado de hemorroides en octubre de 1998. El 7 de julio de este año, siguiendo las normas habituales de los genios norteafricanos de los últimos años batía un nuevo récord del mundo. Esta vez era el de la milla, otra distancia mítica que supone ya dar algo más de cuatro vueltas completas a la pista de 400 metros. Como en el kilómetro y medio caben todas las tácticas, pero cuando el cansancio tras un ritmo frenético empieza a agotar piernas, pulmones y corazón sólo los elegidos pueden sacar fuerzas de flaqueza para mantenerlo e incluso aumentarlo en el sprint.El Guerruj superó la plusmarca del argelino Nurredin Morceli, el otro hombre ilustre que aún se mantiene entre los grandes y se terminó de vengar de quien había derrocado a su ídolo, Said Auita, el atleta a quien se quería parecer. Sin embargo, cuando se acercaba con el último resuello a la meta, notó el aliento de un jovencito keniano con quien no contaba. No era una de las liebres que habían lanzado la carrera y él no podía sospechar que entre la gran marea negra con sus chillones indumentarias amarillas, alguno tuviera la osadía de ganarle cuando estaba a punto de batir el récord. Era Noah Ngeny, y con 3.43.40 minutos, por los 3.43.13 de El Guerruj, sólo a 27 centésimas, superaba también la plusmarca de Morceli de 3.44.39. Quien vio la carrera puede incluso asegurar que el marroquí logró su nueva hazaña gracias a Ngeny, el mismo, curiosamente, que le había ayudado el año anterior a imponer su excepcional récord mundial de los 1.500 (3.26.00) en la misma pista de Roma. El obrero keniano se había convertido en ingeniero y aspiraba a hacer los mismos planos que su maestro.

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Sevilla, con el permiso de la armada española, Andrés Díaz, Reyes Estévez y Fermín Cacho, verá el definitivo veredicto. De momento, El Guerruj, que se retiró prácticamente un mes de la circulación de reuniones veraniegas para arreglar nuevamente sus hemorroides, volvió a dejar sentado en Zúrich, que aún es el que manda. Días antes, en el Crystal Palace de Londres, en una milla muy lejos de su récord (3.47.10) dio la sensación de que no se había recuperado y que dejaba un hueco para los otros aspirantes al triunfo en los Mundiales. Pero fue un espejismo. En los 1.500 de la pista suiza no dio opción. No se acercó a su imponente plusmarca mundial, pero ganó con la autoridad de 3.28.57 frente a los 3.30.28 de Ngeny, que sólo pudo salvar la segunda plaza, a casi dos segundos, cuando había perdido toda la batalla. Esta vez El Guerruj no sintió ni el aliento ni su sombra. Puso su cambio de ritmo en marcha desde lejos y Ngeny fue incapaz de acercarse. Sevilla, con una carrera táctica, sin liebres organizando el camino por delante, puede ser otra cosa, pero ahí también saldrá a relucir la experiencia del marroquí, aparte de su enorme final. En Atenas ya demostró sobradamente que su caída de los Juegos Olímpicos de Atlanta no tenía por qué repetirse. Además, en contra de Ngeny estará que se ha excedido al participar en tantas reuniones. Los representantes exprimen sin piedad una cantera inagotable de atletas magníficos, pero que tampoco son todos tan excepcionales para ser gastados impunemente a los 20 años como Ngeny

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