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Un gesto significativo

IMANOL ZUBERO Unas indefinidas aunque, como suele ocurrir en estos casos, generalmente bien informadas fuentes gubernamentales, han tocado a la puerta de una agencia de confianza para comunicar que el Gobierno español prepara un "gesto significativo" en materia de presos. Según parece, tal gesto se concretaría en alguna forma de "suavizar" la situación de alrededor de cien presos de ETA mediante la aplicación de beneficios penitenciarios como el tercer grado o incluso la libertad condicional. También se habla de acercar a algunos de ellos a prisiones próximas al País Vasco. Mala idea anunciar este tipo de cosas. Mala idea, porque al hacerlo se están generando unas expectativas sobre las que el anunciante carece totalmente de control. Un gesto, o es significativo o no es un gesto: puede ser un espasmo o un tic. Pero el problema de los gestos estriba, precisamente, en su significatividad: la significatividad de un gesto, como ocurre con casi todas las mejores cosas de la vida, es cosa de dos (o más). El significado no depende sólo ni fundamentalmente de la intención de quien realiza el gesto, sino de quien lo percibe. Es verdad que hay casos extraordinarios, como el de mi amiga Carmen, capaz de representar fielmente, ayudada sólo de gestos, la película Centauros del desierto. Pero, como digo, es un caso extraordinario (si creen que es fácil, prueben a hacerlo). En general, el significado de las situaciones, hechos y acontecimientos, depende de la interpretación que hacemos de los mismos, interpretación que puede o no coincidir con la intención de quien realiza el acto en cuestión. Un gesto es significativo cuando la intención del agente coincide con las expectativas de quien lo percibe. Por eso, la pregunta fundamental es: ¿puede un gesto del Gobierno en política penitenciaria como el que se está anunciando ser realmente significativo? No estoy pensando en quienes sólo quieren que los presos salgan de inmediato a la calle con honores político-militares en reconocimiento de sus servicios prestados a la nación (y esto, para empezar). Estoy pensando en una amplia mayoría social que desde hace ya varios años viene expresando, por todas las vías democráticas posibles, una clara voluntad de que la situación de los presos y presas por delitos de terrorismo deje de ser utilizada como objeto de mercadeo político y se aborde definitivamente desde coordenadas jurídicas. Sí, ya sé que también en cuestiones penitenciarias hay un margen para la intervención política, pero ¿cuánta intervención política puede soportar un ámbito tan sensible, en el que están en juego la libertad y la dignidad de las personas? ¿Les corresponden o no tales beneficios a esos presos? Si los cambios previstos en la situación penitenciaria de ese centenar de presos son consecuencia de su evolución individual, según lo previsto por la ley, el Gobierno no estará haciendo otra cosa que asumir la legalidad vigente. Pretender apuntárselo como un tanto es como lo de incluir el eclipse de sol en el programa de fiestas: una bilbainada (aunque se haga en San Sebastián) si se hace con humor; una fantasmada si se hace en serio. Pero si tales beneficios les son aplicables según la legislación, ¿cómo es posible que su concesión esté condicionada? Pues se trata, según la filtración de marras, de un gesto condicionado. Sólo se producirá si los interlocutores del Gobierno obtienen en un próximo encuentro con ETA garantías de que hay voluntad de superar definitivamente la violencia. El Gobierno sigue sin hacer lo que debe hacer, al margen de la violencia, alimentando así la vieja vinculación entre violencia y política y sus consecuencias perversas: a) hay cosas que podemos y debemos hacer, pero no las haremos reservándolas como elemento de negociación; b) hay cosas que no podemos ni debemos hacer, pero podríamos hacerlas si cesa la violencia. Nada nuevo bajo este sol de agosto. Al menos, nada significativamente nuevo.

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