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Jornal de agosto

Navegantes de tierra adentro

El monitor Fernando Vega dedica los veranos a enseñar los trucos de la vela sobre tabla en el embalse de El Atazar

"Abre la vela, que llevas el viento justo hacia donde apunta la proa". Estas palabras, en boca del monitor Fernando Vega, de 40 años, rompen la monotonía de secano que rodea el pantano de El Atazar, a la altura de Cervera de Buitrago (96 habitantes en invierno y cuatro veces más en verano). Porque allí, en medio del secarral que ha quedado después de un verano de lluvias anecdóticas, Vega dedica todos los días del estío a enseñar el arte de la navegación de vela, tanto en pequeñas embarcaciones como sobre una tabla (es decir, windsurf), así como al alquiler de tablas, canoas y piraguas."Aprender a hacer windsurf en un pantano tiene de bueno que casi nunca hay oleaje, y lo malo, que la dirección del viento cambia de un lugar a otro", explica. Vega lleva cuatro veranos en las instalaciones náuticas del Canal de Isabel II en Cervera y más de 14 de un punto a otro de El Atazar, enseñando y practicando el windsurf de tierra adentro. En invierno es profesor de educación física en un instituto de Alcalá de Henares y monitor de esquí en La Pinilla (Segovia) y Baqueira (Lleida).

De vez en cuando, la inexperiencia lleva a algún alumno hasta cualquier rincón del embalse, y hay que ir a buscarlo. "Si está cerca vamos en canoa y si está más lejos tenemos que sacar la motora para recogerlo; pero primero le dejamos un rato para ver si sale del apuro", dice. Pero eso no es para que sufra el aprendiz. "Si sale adelante solo, a pesar del esfuerzo se siente mucho mejor que si ve que vamos a buscarlo", explica Vega.

Porque, sea en el mar o sobre las presuntamente tranquilas aguas de un pantano ("porque aquí también se levantan olas, que hace poco más de una semana estuvimos todos los días con viento fuerza seis ", apunta Vega), la desesperación es el peor enemigo del navegante. "Hay veces que quien está aprendiendo tiene que desmontar la vela y acercarse remando sobre la tabla, sobre todo cuando el viento cambia de dirección", explica el monitor. Pero estos casos son los menos, porque lo habitual es aprender a manejar la tabla y la vela acompañado por un suave viento térmico. "Se levantan estas corrientes todas las tardes, con los cambios de temperatura en la superficie del pantano y en sus orillas", comenta Vega. Poco antes de que lleguen las corrientes térmicas, con el agua casi como un plato, unos cuantos aprendices practican el equilibrio sobre la tabla, sin cazar la vela: colocarla de manera que coja viento y les lleve a lo largo y ancho del pantano. Más tarde, cuando las primeras rachas rizan un poco la superficie, los windsurfistas comienzan a moverse. "Otra cosa buena de aprender en un pantano es que, acabes donde acabes, siempre es la orilla", continúa Vega. Y señala hacia las laderas amarillas de más de treinta metros de ancho que les separan del nivel máximo del embalse, que ahora se encuentra a casi la mitad de su capacidad. Sin embargo, y como no todo es viento para el navegante, también es posible surcar El Atazar a lomos de una canoa o de una piragua, remo en ristre. Fernando Vega también alquila estas pequeñas embarcaciones, en dos modalidades, una que es insumergible y otra que exige más pericia, porque si se vuelca se puede llenar de agua. "Por eso también aportamos nosotros los salvavidas, que tienen que utilizar todas las personas que alquilen nuestro material", explica Esperanza García, de 28 años, que trabaja con Vega al pie del pantano.

Como ellos, en el cercano cámping se alquilan piraguas y canoas de plástico PVC insumergibles, cuyos tripulantes van también pertrechados de chaleco salvavidas, como subraya Félix Rodríguez, uno de los encargados de estas instalaciones, que lleva siete de sus 32 años dedicado a "dar vida a la zona" aprovechando la cercanía de su pueblo a este pequeño mar que es El Atazar. "En verano, el mes más flojo es agosto", comenta Rodríguez, "porque en julio y septiembre viene gente, sobre todo los fines de semana, pero en agosto muchos se van a las playas".

A pesar de que en los embalses de la red de abastecimiento de agua potable no está autorizado el baño, canoas y tablas de windsurf son una buena excusa para darse un remojón. "No es lo mismo caerse desde la barca que pegarse un baño de media hora", advierte Rodríguez, "pero, claro, con estos calores, la gente se las arregla para caerse un poco mientras meten la canoa en el agua, o cuando la sacan".

Mientras tanto, en el pantano, que brilla cegador bajo la canícula de agosto, algunos remeros hacen un alto en la singladura para tomar un poco el sol. "Muchos dicen que ya han remado en ríos o pantanos antes de coger una de nuestras canoas, pero cuando se enfrentan a las distancias de este pantano se cansan, porque es más grande de lo que parece", continúa Rodríguez: "Yo creo que muchos, donde más han remado, ha sido en la Casa de Campo o en el Retiro".

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