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Reportaje:

El callejero de los cráteres

Las obras de revisión y mejora del subsuelo y la calzada destripan cientos de vías en agosto.

Madrid es un cráter en agosto.Tres centenares de calles y plazas de la mayoría de los 21 distritos municipales de la ciudad viven o han vivido estos días un auténtico zafarrancho, que las muestra destripadas y exhibe sus entrañas surcadas por miles de conducciones al aire. Se miden en centenares los kilómetros de zanjas abiertas por todo Madrid. Miles de toneladas de tierra, de enlosados o asfalto, han sido ya, o van a ser, removidas.Con la población residente reducida a un tercio por las vacaciones estivales, las compañías de suministros básicos aprovechan las libranzas veraniegas para remozar o revisar sus conducciones subterráneas. Es el caso de las compañías Canal de Isabel II (de agua), Gas Natural, Madritel (de cable de fibra óptica), las eléctricas Iberdrola y Unión Fenosa, más Telefónica, amén de otras tantas de menor empaque para la instalación de hidrantes o acometidas a edificios.

Sus obras coinciden con la undécima edición de la Operación Asfalto, de iniciativa municipal, que este año va a alcanzar hasta 131 calles, con un presupuesto de 414 millones de pesetas. Ya ha rematado casi la mitad de ellas. Asimismo, se desarrollan decenas de otras perforaciones en parques y ajardinamientos.

Al lote se suman las obras de los estacionamientos subterráneos para residentes, las rehabilitaciones de barrios, así como numerosas otras tareas cíclicas de mantenimiento, como las que el Canal de Isabel II emprende cada verano dentro de su Plan de Renovación y que en esta ocasión ha abarcado 53 calles. A todo ello hay que agregar las averías, por roturas o fugas, que de manera imprevista surgen en todo tipo de tendidos de suministros básicos de subsuelo. Una pesadilla para el vecindario.

La calidad de los trabajos, así como su proliferación por toda la piel de la ciudad por las molestias que causan, son denunciadas como deficientes y/o agobiantes por muchos vecinos y usuarios de vehículos; con ellas, ven alejarse la normalidad que anhelan conseguir en fechas estivales. A veces, les desprovee intermitentemente de los suministros básicos sometidos a reparación.

Un programa informático municipal denominado OGOS, iniciales de Optimización de la Gestión de Obras y Servicios, administra las concesiones de autorización de las calas y canalizaciones solicitadas en Madrid por las compañías suministradoras. Con el programa se trata de reducir las molestias al menor tiempo posible. Las perforaciones se realizan previa petición individualizada de autorización al departamento de Conservación de Vías Públicas, dependiente de la Gerencia Municipal de Urbanismo.

Luis Goiría, ingeniero de Caminos responsable del programa municipal, explica que el OGOS gestiona las concesiones de licencias de actuación en el subsuelo con normas muy precisas, regidas por ordenanza.

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Las calas no pueden exceder los 25 metros de longitud; a partir de este tamaño, se trata ya de canalizaciones. Éstas, a su vez, no pueden sobrepasar los 150 metros de firme abierto, distancia que se distribuye en tres segmentos: 50 metros para romper el firme de aceras o calzadas; otros 50, para la instalación de tendidos y, el tercio restante, para reponer la capa de rodadura. Con el fin de evitar aglomeraciones de taladramientos del firme en unos casos, o, precisamente para lo contrario, en otros, es decir, para aprovechar la apertura de zanjas para ejecutar varios cometidos, el programa municipal se guía por criterios diferentes. En el primer supuesto, se trata de distanciar en lo posible unas obras de otras, para impedir simultaneidades llenas de riesgos, como la coincidencia de obras en conducciones de gas y en redes eléctricas.

"Una acera ya tratada no puede ser reabierta en los tres años posteriores a su cierre, según la ordenanza", explica Luis Goiría, "una calzada ya sellada, deberá esperar cuatro años para volver a ser tratada, siempre y cuando no surjan averías que exijan una actuación urgente e inmediata", añade el ingeniero.

En el segundo supuesto, el criterio aplicado es justamente el opuesto. "Para impedir consecutivas perforaciones del firme, tan fatigosas para el vecindario y el tráfico rodado, se opta por buscar solapamientos compatibles de calas o canalizaciones ya emprendidas por una suministradora, siempre que pueda aprovecharse para mejorar o actuar sobre otras redes de abastecimiento que sigan rutas parejas", destaca Goiría. Pese a la complejidad que la trama subterránea de Madrid muestra, tanto el programa OGOS como otro que se encuentra a punto de ser culminado, denominado GIS, de informatización geográfica, permiten aumentar gradualmente la calidad de planificación de todas las obras, dicen los responsables municipales. "En todo el año no hay meses más aptos para trabajar en el subsuelo que los del verano, en los que la población madrileña se reduce", señalan.

Para efectuar calas, canalizaciones e instalaciones de nuevo cuño, decenas de brigadas de operarios de plantilla o pertenecientes a subcontratas, horadan con máquinas o picos centenares de vías públicas, aceras y calzadas, que adquieren el aspecto de trincheras. Algunos accidentes, como la reciente rotura de tuberías de agua en la Castellana o la fuga de gas registrada semanas atrás en la levantada calle de Narváez, cuya explosión hirió gravemente a un operario y destruyó una óptica, llevan a muchos vecinos a considerar que algunas calas se realizan sin planos. Este supuesto es desmentido por los responsables municipales: "La concesión de licencias exige los planos y el detalle previo de las rutas a seguir por la perforación solicitada; una vez cotejados todos los datos, se autoriza o se rechaza", dicen.

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