Escribir
Una carta recorre Europa y la escribieron Yaguine Koita y Fodé Tounkara, de 14 y 15 años de edad, antes de morir congelados en el tren de aterrizaje de un Airbus procedente de Malí, donde se habían colado como polizones. No he podido leer el original, pero en la traducción que ha proporcionado EL PAÍS había suficientes elementos para hacerse una idea de su mentalidad. Sin duda es una carta ingenua y conmovedora. Dicen que en Guinea hay muchas escuelas y ninguna enseñanza, excepto para los ricos. No sabían que el mundo industrial está tratando de reproducir el modelo guineano: innumerables escuelas y nula educación para los pobres. Pedían ayuda "por el amor y la timidez de su creador, Dios todopoderoso". Ignoraban que al Dios industrial ya no le queda un átomo de amor y cada vez es más tímido y todopoderoso. Pero el escrito de los polizones es algo más que una muestra de ingenuidad. Habrán observado que los parias del mundo ocupan mucho espacio en la televisión y la prensa. Todos los días vemos matanzas, hambrunas, catástrofes en las que unas figurillas (negros, hindúes, chinos, árabes, indios) aparecen comidas por las moscas, escarbando escombros, flotando en las aguas y siempre mirando con ojos despavoridos. Sin embargo, sólo son imágenes, no hablan, no sabemos qué piensan, y por eso las imágenes nos inducen a creer que llevan su desdicha con resignación. En las imágenes, esos millones de personas aparecen en forma animal. Su dolor está siempre presente, pero como en los reportajes sobre la fauna del Ártico, o en un documental sobre la destrucción de un hormiguero. Koita y Tounkara sabían escribir y gracias a eso se han librado de ser dos imágenes tópicas, pasajeras. Han escrito una carta y las palabras, incomparablemente más poderosas que cualquier imagen, les hacen reales, únicos.No diré yo que exista una conspiración para presentar a los parias del mundo como si fueran animales inermes, bichos desprovistos de espíritu, pero así se les ve. Los parias no tienen voz y en consecuencia no piensan. Están reducidos al estado de animal curioso, digno de un reportaje. Sólo cuando alguno de ellos habla, como Koita y Tounkara, se produce un escándalo. Pero antes tienen que morir. No hay sentencia más estúpida y rematadamente falsa que la de "una imagen vale más que mil palabras".
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