La mano derecha
IMANOL ZUBERO Cuando en el Evangelio de Mateo se plantea aquello de que tu mano izquierda no sepa lo que hace tu mano derecha (y viceversa) se está haciendo apología de la discreción en la práctica de la caridad, no de la irresponsabilidad o la esquizofrenia. Sin embargo, lo que nació como un llamamiento a la mesura ha acabado reducido a una taimada treta al servicio de los más bastardos intereses. Si como dice la canción no te quieres enterar (¡ye-ye!) nada mejor que agenciarse una buena mano derecha. Precisamente el sociólogo francés Pierre Bourdieu recurre a esta imagen para reflejar y denunciar el progresivo deterioro del Estado de bienestar en Europa: cada vez más la mano derecha del Estado (es decir, sus ministerios y grupos de poder económicos y financieros) no sabe y, lo que es peor, no quiere saber lo que hace su mano izquierda (los departamentos encargados de las cuestiones sociales). Pero es que además se ha estirado hasta el infinito la sentencia evangélica original, de tal manera que una mano izquierda no se entera de lo que hace su mano derecha, ni de lo que hacen las manos izquierda y derecha de su mano derecha, etcétera, etcétera. En definitiva, se ha sustituido el "atrévete a saber" que Kant convirtiera en lema de la Ilustración por un "no te des por enterado" menos glorioso, pero mucho más cómodo e infinitamente más útil a la hora de organizar una estrategia de defensa. Ignorar (o decir que se ignora) en qué asuntos anda la mano derecha es la mejor manera de sacar todo el partido a sus muchas posibilidades al tiempo que se evitan o se reducen las posibles consecuencias negativas que tales manejos puedan traer consigo. La mano derecha es la mano diestra. Es una mano expeditiva, activa. Es una mano bien adiestrada, sabedora de lo que se espera de ella en todo momento, atenta y ágil en su respuesta. Es una mano sumamente útil para llevar a cabo actividades poco decorosas, para sacar adelante iniciativas no del todo claras. Hasta tal punto es útil que hay personas que sólo tienen manos derechas, lo cual, pensándolo bien, es la mejor forma de tener mano izquierda. Pero lo más curioso de todo es que la mano derecha suele ser muy a menudo una mano siniestra. Es la mano que actúa en el límite de la legalidad y más allá. Es la mano que maniobra en la oscuridad, corrupta y corruptora. Iba a escribir que la mano derecha es una mano negra, pero quiero mantenerme en el terreno de lo políticamente correcto. Una cierta forma de talibanismo se ha extendido por todo lo largo y ancho del mundo político. En Afganistán los furibundos extremistas islámicos cortan la mano derecha de los ladrones en masivas y joviales ceremonias públicas. Es verdad que por estos lares resulta mucho más sencillo deshacerse de la mano derecha, pues basta con que la persona sospechosa de actividades ilegales anuncie apenada su absoluta ignorancia respecto a las maniobras de su descarriada mano derecha, pero tanto allí como aquí, mediante la mutiladora cirugía o mediante el golpe de pecho y la confesión de ignorancia (yo no sé nada, me enteré por los periódicos, había delegado los temas en cuestión), el objetivo es el mismo: salir lo mejor librado posible después de haberla armado. Desgraciadamente, como si se tratara de una versión cutre de la monstruosa hidra con la que se enfrentó Hércules, la capacidad de recuperación de las manos cortadas es infinita. Por eso, antes de cortar habría que tirar de la mano para sacar de la oscuridad a su usufructuario. En fin. Como saben, el pasado lunes 2 de agosto fue detenido en una operación contra el narcotráfico el teniente coronel de la Guardia Civil Máximo Blanco, quien fuera la mano derecha del general Rodriguez Galindo en el cuartel de Intxaurrondo. Me he puesto a pensar sobre otras manos derechas que en el mundo han sido, una cosa ha llevado a la otra y ya ven.
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