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Guerras inacabadas

(...) De repente, el mundo parece más tranquilo. Los que han trabajado para acabar con la violencia -ya sea por medios diplomáticos como en Cachemira, Congo, Etiopía y Eritrea, o con intervenciones militares como en Kosovo y Sierra Leona- quizá se sientan fortalecidos. Benditos los pacificadores. Pero ¿lo son de verdad? La paz que consiguen, por lo general, es una falsa paz, un acontecimiento temporal que revierte en violencia cuando los mediadores se despiden. (...) En Kosovo, la "paz" que la OTAN ha conseguido está todavía salpicada de matanzas -ahora de serbios, no de albaneses-, e incluso los optimistas admiten que habrá una carnicería a no ser que las tropas extranjeras mantengan separados a los combatientes durante años, quizás durante décadas. (...) ¿No sería mejor dejar que los beligerantes lucharan hasta el final y así arreglaran sus disputas de una vez por todas? (...) La guerra de Kosovo no tuvo lugar por razones convencionales de intereses nacionales, ni fue totalmente la empresa humanitaria que los líderes occidentales proclamaron. Más bien fue una guerra en la que cayeron por un error de cálculo cuando la diplomacia fracasó; y se convirtió en una guerra no sólo para acabar con la injusticia serbia, sino también para preservar la credibilidad de la OTAN. La próxima vez (...) Occidente será o más precavido con sus amenazas de fuerza o se asegurará de que puede cumplirlas. Pero, durante un tiempo al menos, la OTAN, exhausta, no estará en posición de emprender más intervenciones como la de los Balcanes. (...), 31 de julio

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