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Goleador, coronel y presidente

Penev abandona el Celta sin previo aviso tras ser elegido directivo del CSKA, el club del Ejército búlgaro

Xosé Hermida

Luboslav Penev es de esa clase de gente que, aun sin proponérselo, nunca pasa inadvertida, y no sólo por su afición a vestirse del modo más llamativo. Lubo superó un cáncer de testículo, ganó una Liga, marcó decenas de goles, se lió a bofetadas con un presidente, obligó a cancelar una concentración de su equipo porque las camas le parecían muy pequeñas y ahora, a punto de cumplir 33 años, parece decidido a retirarse del modo más rocambolesco: abandonó por unos días el Celta, su actual club, con el pretexto de que le reclamaba el Ejército búlgaro, y le han acabado nombrando presidente del CSKA de Sofía, el equipo de la milicia de su país.Como era habitual en los regímenes comunistas, en los que oficialmente no existía el deporte profesional, el Gobierno búlgaro retribuyó los éxitos futbolísticos de Penev con honores militares, y aunque nada se sabe de sus méritos castrenses, el jugador alcanzó el rango de coronel. Penev tiene contrato con el Celta hasta el 30 junio del año próximo y, según el club, hace unos días su representante intentó ampliarlo una temporada más. El delantero se incorporó a la pretemporada del equipo en Zúrich (Suiza), donde todo transcurría con el tedio habitual hasta que el lunes 19 dejó el hotel precipitadamente.

Penev alegó que había recibido en su fax una comunicación de su Ejército que le conminaba a presentarse de inmediato. Pero ya había confesado a algunos compañeros que tenía una oferta para presidir el CSKA, el club que le traspasó al Valencia en 1989. El entrenador, Víctor Fernández, apuntó esa posibilidad cuando se le preguntó por la repentina marcha de Penev, en medio de rumores que especulaban con que el jugador iba a someterse a un examen médico.

Desde entonces, nadie en el Celta ha vuelto a hablar con su goleador de la pasada campaña (14 goles en la Liga), pero los teletipos de las agencias mantienen informado al club. El pasado viernes, una amplia mayoría de socios del CSKA eligió a Penev presidente. Y el futbolista anunció que colgaba las botas, tras proclamar que había sido muy feliz en España y que aquí adquirió la experiencia para saltar del césped al despacho. Pese a que le reclama 150 millones de pesetas por incumplimiento de contrato, en el fondo el Celta parece sentir cierto alivio. Aunque Penev nunca acreditó en Vigo su fama de pendenciero, y su campaña pasada, la primera en el equipo, fue magnífica, el club quería dejar libre alguna de las seis plazas de futbolistas extracomunitarios que permite el reglamento. Y a pesar de que Penev no daba muestras de agotamiento, a su edad el declive deportivo puede sobrevenir del modo más brusco.

En Valencia, donde recaló cuando llegó a España, fue un ídolo por su instinto goleador, por su carácter dicharachero y por su asombrosa capacidad para manejar los registros coloquiales del castellano. Irascible, pero también frío en los momentos difíciles, Penev acrecentó su leyenda cuando afrontó con gran entereza un diagnóstico de cáncer testicular y, tras ser operado, regresó al fútbol. El Valencia le dio por acabado y le traspasó al Atlético de Madrid, con el que ganó una Liga, pero no continuó por su mala relación con el entrenador, Radomir Antic. En lo que parecía su última estación, se fue al modesto Compostela, en el que en pocos meses se hizo el amo: se metió en el bolsillo al presidente, José María Caneda, e intrigó contra el entrenador, Fernando Vázquez, que finalmente dejó el cargo. En vísperas de un partido decisivo logró del presidente que dejase a los futbolistas irse a dormir a casa porque no le gustaban las camas del hotel. Hasta ahora, su paso por el Celta había sido bastante menos borrascoso.

En su etapa de Santiago andaba todo el día colgado del teléfono móvil, dirigiendo las inversiones que había hecho en Bulgaria asociado a su íntimo amigo Hristo Stoichkov, ex jugador del Barcelona. Su país es uno de los que ha sufrido más dolorosamente las consecuencias políticas y económicas del colapso comunista, y el Gobierno parece que intenta relanzar el deporte recurriendo a los más famosos y adinerados futbolistas. Junto a Penev, en el CSKA también trabajarán como directivos otras dos glorias nacionales: Kostadinov, ex jugador del Deportivo de La Coruña, y Letchkov, que pasó sus mejores años en el Hamburgo. Hasta se especula con que el volcánico Stoichkov sea nombrado ministro de Deportes. Recordando cómo trataba a los árbitros en España, cualquiera se atreve a interpelarle en el Parlamento.

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Sobre la firma

Xosé Hermida
Es corresponsal parlamentario de EL PAÍS. Anteriormente ejerció como redactor jefe de España y delegado en Brasil y Galicia. Ha pasado también por las secciones de Deportes, Reportajes y El País Semanal. Sus primeros trabajos fueron en el diario El Correo Gallego y en la emisora Radio Galega.

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