_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Días de perros

Elvira Lindo

Hace unos años, en un verano tan caluroso como éste, estaba refugiándome del implacable sol mesetario, tomándome un refresco en un bar de pueblo, cuando se coló por la puerta una perrilla con la intención de buscar también un lugar donde resistir la calorina.Era una de esas perrillas que se ven solas por la calle, que parece que han aprendido a cruzar las carreteras y a sortear los coches, feas pero fieles a un amo que de vez en cuando las saca al campo y que de vez en cuando las echa de comer en un cuenco en la puerta de la casa.

Antes se veían muchos perrillos como ésos en las calles de los pueblos, era el tipo de animal que sabía que había que huir de los niños, que normalmente les señalaban como objeto de sus bromas, el tipo de chucho que dedicaba un amor desmedido a un dueño que le trataba con un afecto tan despegado que nunca parecía afecto.

La perrilla chica entró, digo, en el bar.

La perrilla reposó sus tetas flácidas sobre el suelo fresco y cerró los ojos, pero los tuvo que abrir enseguida porque el dueño del establecimiento fue hacia ella con el mismo asco y la misma brutalidad que si le hubiera entrado una rata y la echó a patadas en la barriga.

La perra se fue gimiendo y los clientes parece que miraron un momento la escena, pero enseguida volvieron a la tele para ver una de esas vueltas ciclistas que, con el calor y el verano, pueden provocarle a las almas sensibles una sensación de soledad y depresión inmediatas.

A pesar de que hay gente muy cultivada que odia a los animales y practica su odio ironizando sobre las personas a las que nos gustan, como si tuviéramos que ser gente ñoña e infantil, es cierto que en España, de la misma forma que -quiero creer- se ha notado cierto progreso en el rudo y cejijunto comportamiento social, también ha cambiado el trato hacia los animales, y por muy brutos que seamos vamos entendiendo que un animal de compañía ayuda a personas solitarias a salir, a relacionarse y a encontrar a diario cariño y alegría al volver a casa.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Pero lo que no deja de sorprenderme es el tipo de perros que alguna gente elige para la convivencia diaria. Uno pasea por la sierra de Madrid y, de pronto, un animal enfurecido se tira contra la valla de una manera amenazante. No pasaría nada si el animal fuera de una raza controlable por el hombre. Si es pequeño no pasaría nada incluso si en un momento dado saltara la valla y quisiera atacarte. A un perro pequeño se le puede dominar.

Pero uno se pregunta por qué los dueños de un chalé adosado que tienen un jardín de menos de cien metros cuadrados deciden comprar un perro rottweiler o similar para vigilar su propiedad, esos dueños que se van todo el día a trabajar y dejan solo al animal, sin otro divertimiento que enseñarle los dientes a quien pase por delante de la valla.

Luego pasa lo que pasa.

Pasa que el perro, que es un animal social, que hace ya muchos siglos depende del cariño humano, se vuelve loco. Se vuelve loco como le ocurriría a cualquier ser humano.

Uno ve cómo los dueños pasean a esos perros y no se aprecia ninguna alegría ni en los perros ni en los dueños. El perrazo va tirando del dueño, y el dueño, intentando controlar al energúmeno.

Ese tipo de dueño de perrazo es el que te dice insistentemente:

"No te preocupes, si no hace nada, si es un perro muy bueno". Hay quien desprecia a las razas pequeñas, porque les parecen cursis, poco nobles, pero sería sensato pensar que los perros tienen que estar en proporción al lugar donde viven.

Hay dueños que deben sentir cierto placer conviviendo con animales incontrolables.

Según lee uno en las páginas de sucesos, nunca hacen nada, hasta que se les cruza el cable.

¿No será que para algunos dueños tener un perro de ese tipo es una forma de tener un arma?

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Elvira Lindo
Es escritora y guionista. Trabajó en RNE toda la década de los 80. Ganó el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil por 'Los Trapos Sucios' y el Biblioteca Breve por 'Una palabra tuya'. Otras novelas suyas son: 'Lo que me queda por vivir' y 'A corazón abierto'. Su último libro es 'En la boca del lobo'. Colabora en EL PAÍS y la Cadena SER.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_